Tira la toalla

La dimisión por sorpresa de Leo Varadkar abre una crisis en Irlanda ante el auge del Sinn Fein

La renuncia como primer ministro y líder del Fine Gael se produce tras la sonora derrota en un doble referéndum: "Ha llegado el momento de pasar la batuta"

El conservador Leo Varadkar presentó este miércoles su dimisión por sorpresa como líder del Fine Gael y jefe del Gobierno irlandés. “El liderazgo implica saber cuándo ha llegado el momento de pasar la batuta y tener el coraje de hacerlo”, matizó al anunciar su renuncia alegando motivos “personales, pero sobre todo políticos”. En un emotivo discurso rodeado por su equipo, el Taoiseach -quien en 2022 se convirtió en el primer mandatario irlandés abiertamente gay y de origen indio- dijo sentirse orgulloso por “haber conseguido un país más igualitario y más moderno”. Pero matizó que, “tras una cuidadosa consideración y un poco de examen de conciencia”, considera que nuevo líder “estará en mejores condiciones para renovar y fortalecer el equipo, reorientar nuestro mensaje y políticas e impulsar la implementación”.

La decisión pilló por sorpresa a los propios socios de coalición, el centrista Fianna Fáil y el Partido Verde. Aunque, de momento, no está previsto un adelanto electoral para las próximas generales, cuya fecha límite se sitúa en marzo de 2025.

Las críticas hacia el Taoiseach se habían incrementado después de la aplastante derrota del gobierno en el referéndum que pretendía cambiar las referencias obsoletas en la Constitución a la familia y las mujeres, acusándole de haber hecho una campaña mediocre que fue apresurada por un deseo “efectista” de hacer que la votación coincidiera con el Día Internacional de la Mujer.

En apenas unos años, el Tigre Celta ha pasado de ser uno de los bastiones del conservadurismo religioso a una de las democracias más tolerantes de Europa. No en vano, en 2015 se convirtió en el primer país del mundo en aprobar por votación popular el matrimonio entre personas del mismo sexo. En este sentido, cuando el primer ministro irlandés convocó un referéndum para cambiar algunos artículos de la Constitución de 1937 considerados anticuados y sexistas no se interpretó especialmente como una maniobra política de riesgo. Sin embargo, el doble plebiscito celebrado el pasado 8 de marzo acabó siendo una gran derrota para el Taoiseach

La primera enmienda -que proponía ampliar la definición de familia de una relación basada en el matrimonio a “relaciones duraderas”, como las parejas que cohabitan y sus hijos- fue rechazada por un 67%. Por su parte, la enmienda que proponía sustituir una referencia a los “deberes de la madre en el hogar” por una cláusula que reconociera el cuidado prestado por miembros de la familia, fue rechazada por un 74%.

La confusión, apatía y las críticas a la redacción de las enmiendas fueron claves para entender los resultados. Aunque, más que oposición al cambio constitucional, manifestaron el malestar de un electorado hacia una élite política a la que acusan de haber perdido el contacto con el pueblo.

Desde su independencia del Reino Unido en 1921, las formaciones de centro derecha -el Fine Gael y Fianna Fáil- se han ido alternando en el poder. Ahora, sin embargo, se sitúan en tercera y cuarta posición en los sondeos de intención de voto con el 19,5% y el 18,2% de apoyo. Ante la muerte del bipartidismo, el Sinn Féin, en su día brazo político del ya inactivo IRA, ha sabido canalizar el descontento del electorado y con un respaldo del 28% en las encuestas lleva meses liderando la primera posición.

Auge del Sinn Féin

Los nacionalistas de izquierda han hecho ya historia en Belfast liderando por primera vez desde la partición de la isla hace 103 años el ejecutivo de la provincia británica de Irlanda del Norte, a la que el Brexit ha dejado con un estatus diferente al del resto del Reino Unido.

En la República de Irlanda irrumpieron con fuerza en 2020, pero no lograron formar gobierno, ya que los dos partidos mayoritarios descartaron formar coalición con ellos reprochando su pasado violento y unas políticas económicas que tachan de populistas.

Pero los jóvenes irlandeses ya no lo asocian con el IRA. Ven los vínculos de los inicios de la formación con los terroristas como algo ya del pasado y se sienten ahora atraídos por su amplio programa de vivienda pública, en un país donde los alquileres están en sus picos más altos. En definitiva, más que por su objetivo nacionalista, la popularidad del Sinn Fein reside por ser un partido antisistema.

Pero está bajo presión ya que parte de la base central de votantes de clase trabajadora se ha filtrado a pequeños partidos independientes en los últimos meses, incluidos grupos marginales que se oponen a la inmigración en un país sin formación de extrema derecha dominante.

Los nacionalistas siguen siendo la fuerza política más popular de Irlanda, pero el gran reto al que se enfrentan es el de abarcar una base variada de apoyo, que incluye tanto a jóvenes liberales como a votantes de clase trabajadora socialmente más conservadores.

Si bien el partido ha dominado el debate sobre cómo solucionar la crisis de la vivienda, los manifestantes de extrema derecha también se han concentrado en el tema, protestando e incluso quemando sitios designados por el gobierno para alojar a los solicitantes de asilo. “El Sinn Féin tiene un apoyo muy fuerte entre los jóvenes, pero tienden a ser muy liberales en materia de inmigración”, aseguraba recientemente Gail McElroy, profesora de ciencias políticas en el Trinity College de Dublín, a Financial Times. “Ese es un puente demográfico difícil de construir”, añadió.