El jefe de Wagner
Yevgeny Prigozhin: Una criatura del putinismo
De exconvicto a multimillonario. El imparable ascenso de Yevgeny Prigozhin no se entiende sin su amistad personal con Putin con el que rompió a raíz de los desencuentros en la guerra de Ucrania
Todavía hoy, mucha gente en Rusia sigue poniendo cara de pócker al ser preguntada por Yevgeny Prigozhin, aunque la mayor parte de la población sabe qué es el batallón Wagner y conoce sus hazañas en el frente ucraniano. Este hombre de 62, recién declarado “enemigo de Rusia” ha visto aumentada su popularidad, más fuera que dentro de su país, desde el comienzo de la invasión militar por su mentor, el presidente Vladímir Putin.
Yevgueni Prigozhin es, ante todo el resultado del sistema establecido desde la llegada del presidente ruso en el año 2000, hijo del putinismo como tantos otros oligarcas que han sabido aprovechar esos valiosos contactos con el poder y su abierto rechazo a entrar en juegos políticos. Prigozhin, al igual que Putin, nació en la ciudad de San Petersburgo (antes Leningrado) y sus comienzos también fueron difíciles, en una época carente de estabilidad política y económica.
Este oligarca confesó que vio pasar los últimos años de la URSS encerrado en una cárcel, sin aclarar los motivos. Después probó suerte abriendo un negocio propio, como tantos rusos carentes de experiencia en las reglas del capitalismo, y a juzgar por el resultado no le fue mal.
De vender comida rápida pasó en poco tiempo a abrir varios restaurantes en la capital de los zares, algunos de lujo. El negocio marchaba y Prigozhin, ayudado por sus contactos locales, conoció a Putin. A partir de ahí, el idilio continuó durante años, hasta el día de ayer.
Mientras, Prigozhin ha amasado su fortuna a través de millonarios contratos firmados para suministrar el cátering en numerosas escuelas y centros públicos gestionados por el Kremlin. El opositor ruso Alexei Navalni llegó a cifrar en 387 millones de dólares el volumen de negocio de Prigozhin con las empresas públicas rusas, violando las entonces recién estrenadas leyes antimonopolio. El ya conocido como “Chef de Putin” lanzaba sus tentáculos adonde hiciera falta para ampliar su holding de empresas, beneficiadas por préstamos bancarios a condiciones muy favorables.
Después llegó la fábrica de “trolls” creada y financiada por Prigozhin, acusada de desestabilizar las elecciones de varios países del mundo, incluidas las estadounidenses de 2016 que dieron como resultado la llegada al poder de Donald Trump. La Casa Blanca decidió imponer hace algunos meses nuevas sanciones contra Prigozhin y su grupo de mercenarios por tener documentada su implicación en la guerra en Ucrania, catalogándolo como "organización criminal transnacional".
Asimismo, el Departamento de Estado estadounidense ha denunciado que el grupo Wagner, considerado una empresa militar privada, está obteniendo "ganancias ilícitas" en su expansión por África que podrían estar utilizándose para financiar la guerra en Ucrania.
Sorprende que las acusaciones desde Washington fueran respondidas en su momento directamente por el Kremlin. La relación entre el jefe de los Wagner y el Kremlin se había deteriorado durante los últimos meses por las críticas de Prigozhin al Ministerio de Defensa y su titular, Serguei Shoigú. El punto de inflexión probablemente esté en las desavenencias durante la batalla de Bajmut. La falta de apoyo y de municiones se hacían notar en el frente.
El canal de Telegram del todavía amigo de Putin registraba una actividad frenética durante los últimos meses publicando vídeos, audios y mensajes que mostraban el punto de vista de un hombre que veía desde las trincheras cómo esa Operación Especial no se había planeado de esa manera tan perfecta que susurraban al presidente, a su entonces amigo Vladímir Putin.
No se sabe si el presidente ruso y el oligarca han hablado antes del discurso del jefe del Kremlin por televisión, pero ha quedado claro que los puentes están rotos. Prigozhin sigue adelante en su idea de provocar una confrontación armada con el poder ruso.
A mediodía publicaba la fotografía de un helicóptero ruso derribado por sus hombres, informando que empezaban a avanzar en la región de Voronezh. “Hemos luchado y lucharemos. Todos los miembros de Wagner. Nadie se va a entregar a petición del presidente, del Servicio Federal de Seguridad o de cualquier otra persona, porque no queremos que el país siga viviendo en la corrupción, el engaño y la burocracia", decía uno de sus últimos mensajes en esta red social. El Ejército ruso cambiaba algunas de sus posiciones para frenar el avance de los mercenarios de Wagner. Desde Ucrania muchos daban un respiro e intentaban aprovechar lo sucedido.
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