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Defensa
La Fuerza Aérea de Estados Unidos ha puesto en marcha una serie de alianzas insólitas con empresas del sector privado. El objetivo no es militar, al menos no directamente, sino proteger la red eléctrica civil y otros servicios básicos de los que dependen sus propias bases. Esta colaboración sin precedentes pone sobre la mesa una vulnerabilidad que el Pentágono considera crítica y que se extiende mucho más allá de sus cuarteles.
De hecho, la operatividad de las instalaciones militares norteamericanas descansa sobre una alarmante dependencia externa. Suministros tan fundamentales como la electricidad o el agua potable no son autónomos, sino que proceden de las mismas redes civiles que abastecen a la población. Un fallo generalizado en estas infraestructuras dejaría a las bases completamente aisladas y su capacidad de respuesta, seriamente comprometida.
Por este motivo, en caso de un ciberataque exitoso contra estas redes, los complejos militares solo podrían funcionar con generadores de emergencia durante un tiempo muy limitado. Se estima que la autonomía se reduciría a apenas una o dos semanas, un margen de maniobra a todas luces insuficiente para gestionar una crisis de envergadura, según ha desvelado el medio especializado DefenseScoop.
Y es que detrás de esta movilización se encuentra una amenaza silenciosa pero persistente. Las agencias de inteligencia estadounidenses han identificado a grupos de piratas informáticos, conocidos como Volt Typhoon y Salt Typhoon, como los responsables de una infiltración a largo plazo. Se trata de actores vinculados al Gobierno de China que, según las investigaciones, llevan al menos cinco años dentro de los sistemas críticos del país. Esta actividad en el ciberespacio se enmarca en una modernización militar más amplia, donde China ha presentado incluso nuevos aviones de combate diseñados para competir directamente con los de Estados Unidos.
En este contexto, la inteligencia norteamericana ha descartado que se trate de una simple operación de espionaje. La conclusión es mucho más inquietante: estos grupos están preparando metódicamente el terreno para lanzar un ataque a gran escala. El propósito sería sembrar el caos y neutralizar la capacidad de reacción de Washington si estallara una guerra en la región de Taiwán, un escenario que altos mandos militares ya han calificado como de "guerra total". Esta estrategia de neutralización no se limita al ámbito digital, ya que también se han desarrollado nuevas tecnologías capaces de poner en jaque a los bombarderos estadounidenses, lo que demuestra un esfuerzo integral por debilitar la capacidad de respuesta de Washington.
Asimismo, para hacer frente a este desafío, la Fuerza Aérea no se ha quedado de brazos cruzados. Además de colaborar con el sector civil instalando sensores en puntos clave, ha diseñado un nuevo plan de ciberdefensa. La 16ª Fuerza Aérea, su unidad especializada en la guerra de la información, lidera este esfuerzo, coordinando a los equipos de protección para pasar de una postura reactiva a una nueva estrategia proactiva y anticipatoria.
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