Golpe al turismo
Sin turistas ni peregrinos: la guerra de Gaza deja la Navidad más triste en Belén
Las autoridades locales renuncian a las celebraciones tradicionales ante la muerte de miles de palestinos inocentes en la franja
«Esta mañana le dije a un amigo cristiano ‘¡feliz Navidad!’ y me respondió ‘no hay nada feliz en estas Navidades’», relata Ayoub Ali, un taxista musulmán en Belén, quien lamenta lo apagada, literalmente, que está su ciudad, la ausencia total de turismo y la guerra en Gaza, que lo deprime todo.
No hay ni una luz festiva en las calles y tampoco han puesto el tradicional y gigantesco árbol de Navidad en la Plaza del Pesebre o plaza Manger, después de que las autoridades municipales de la ciudad anunciaran que este año se cancelaban las celebraciones por la guerra entre Israel y Hamás. En estos días hay un único acceso de entrada y salida a la ciudad y un paso de control que demora el proceso en horas, según cuenta Ali. La mayoría de los hoteles están cerrados y los comercios vacíos.
En estas fechas, Belén suele ser un bullicio de gente y la entrada a la Misa del Gallo una de las atracciones más codiciadas que ha de adquirirse con mucha antelación, y este año todo está despejado. El alcalde de la ciudad, Hana Hanania, dijo sobre el impacto de las fiestas navideñas que comparten las denominaciones armenias, católicas y ortodoxas que la economía «se está derrumbando, pero si lo comparamos con lo que le está pasando a nuestro pueblo y a Gaza, no es nada».
Desde el inicio de la guerra el 7 de octubre, el sector turístico palestino ha sufrido pérdidas de 2,5 millones de dólares al día, lo que representa 200 millones de dólares a finales de año, según el ministro de Turismo palestino, y en una ciudad donde el turismo representa el 70% de sus ingresos, las consecuencias se temen.
Entre 5.000 y 6.000 personas en Belén trabajan directamente en ese sector, pero hay otras miles más que dependen del turismo, como los pequeños comercios de fruterías, tintorerías, carnicerías, panaderías y vendedores de «souvenirs». Según datos de la Cámara de Comercio e Industria de Belén, la ciudad tiene 78 hoteles con 5.000 habitaciones. Las personas que ahora están de visita la ciudad, superando los «check points» y las dificultades, utilizan apenas un centenar de esas habitaciones, y son principalmente periodistas y sus equipos y algunos, poquitos, peregrinos.
«Desde que comenzó la guerra he trabajado sólo dos grupos de peregrinos, ¡en casi tres meses!», se lamenta Ayoub. «Pero es comprensible que esto sea así, nadie quiere viajar, muchísimos simplemente no pueden hacerlo y los que estamos aquí no estamos de ánimo». Según el conductor, el sentir general es que la guerra y sus desgracias se superponen a cualquier celebración.
Las ceremonias religiosas se seguirán manteniendo. «Belén es una parte esencial de la comunidad palestina», afirmó el alcalde. «Así que en la Misa del Gallo de este año oraremos por la paz, el mensaje de paz que se fundó en Belén cuando nació Jesucristo». En el altar de la Iglesia Evangélica Luterana de Belén se exhibe una versión revisada del belén. Una figura del Niño Jesús envuelta en una kefía (el pañuelo palestino usado por los varones) se alza sobre un montón de escombros. El Niño Jesús yace debajo de un olivo, símbolo de firmeza y arraigo para los palestinos.
El reverendo Munther Isaac, que dirige la iglesia, publicó en su web: «La Navidad es una fiesta de alegría, pero este año es una fiesta de dolor y tristeza, en la que bebés y niños, así como familias enteras, mueren o pasan hambre. Por eso decidimos presentar el Belén con escombros de construcción, para enviar al mundo un mensaje de que estamos sufriendo suficiente destrucción y muerte. Queremos vivir con dignidad».
En toda Tierra Santa las festividades han quedado en suspenso. Hay 182.000 cristianos en Israel en total, 50.000 en Cisjordania y Jerusalén y 1.300 en Gaza, según el Departamento de Estado de Estados Unidos. La gran mayoría de ellos son palestinos. Los de Gaza, cuya mayoría viven en los barrios residenciales de Rimal y Tel al Hawa, ambos en la ciudad de Gaza, cuando estalló la guerra, evacuaron sus hogares y se congregaron en iglesias o en propiedades de la iglesia. Algunos se fueron al sur de la franja. Personas de nacionalidad extranjera lograron salir por el paso fronterizo de Rafa. Algunos habían planeado irse de vacaciones a Cisjordania, como hacen cada año. Ahora no se sabe si están vivos.
En Jerusalén, las normalmente bulliciosas callejuelas de la Ciudad Vieja han quedado en silencio desde que comenzó la guerra y los cabezas de las principales iglesias de Jerusalén anunciaron a mediados de noviembre que se cancelarían las celebraciones navideñas.
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