Política

Hermetismo en la política alemana

Los políticos son celosos con su salud. En otros países se impone la transparencia

Donald Trump, Macron y Yeltsin
Donald Trump, Macron y Yeltsinlarazon

Malu Dreyer, presidenta provisional del SPD y primera ministra de Renania-Palatinado, reconoció su enfermedad once años después de que le diagnosticaran esclerosis múltiple. Mike Mohring, el principal candidato de la CDU en Turingia, hizo público su cáncer a través de un vídeo. Dos casos que se cuentan como excepciones dentro de la esfera política alemana y que, en ambos casos, vinieron evidenciados por el notable deterioro acaecido por la enfermedad. La diagnosis de los temblores de Angela Merkel sigue siendo un misterio que ha alentado multitud de conjeturas y que, según informa la revista «Der Spiegel», no sigue la estela comandada por otros Estados en lo que se refiere a la salud de sus dirigentes.

Así, en Estados Unidos se ha convertido una práctica habitual que sus presidentes den a conocer una parte de sus cuadros de salud. El informe de salud de Barack Obama cubrió varias páginas, al igual que el George W. Bush, o cuando Hillary Clinton sufrió un desmayo durante la campaña en 2016, sus fotos se mostraron miles de veces en los días posteriores e incluso su médico aseguró que había contraído neumonía.

En Francia, tras la muerte de Georges Pompidou en 1974, se hizo la promesa de publicar periódicamente informes sobre el estado de salud del Presidente. Hasta entonces, Pompidou ocultó que padecía un tipo de cáncer y desde el Elíseo se habló de un simple resfriado. François Mitterrand, presidente desde 1981 hasta 1995, reconoció tiempo después que padecía cáncer de próstata y en una entrevista concedida en abril de 2017, el actual presidente Emmanuel Macron prometió informar tan pronto como su capacidad de gobernar se viera afectada por su salud, aunque hasta el momento no se han publicado ningún informe al respecto.

En Rusia, el Kremlin rara vez comenta sobre el estado de salud del presidente. Según el artículo 92 de la Constitución, el presidente debe renunciar si hay una «falta de salud persistente», aunque Boris Yeltsin permaneció en su cargo incluso cuando sus problemas con el alcohol y la depresión eran más que evidentes.