Oriente Medio
Israel se prepara para neutralizar la amenaza de Hizbulá
Las FDI y la milicia proiraní viven su mayor pico de tensión desde la guerra de 2006 con la muerte de más de 430 personas a ambos lados de la frontera
Gideon «Gidi» Harari es teniente coronel en la reserva de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) y miembro del grupo de respuesta rápida de su moshav, una de las pequeñas cooperativas agrícolas con granjas privadas diseminadas por el mapa de Israel. Encabeza una expedición a las afueras del kibutz Kfar Szold, en las proximidades de Kiryat Shemona, una ciudad israelí –ahora semivacía, pero que contaba meses atrás con 22.00 habitantes– situada a escasos metros de la divisoria con Líbano. El terreno elevado, aunque a resguardo, hasta el que Harari conduce al grupo ofrece una vista panorámica del valle de Hula y las primeras ciudades libanesas, montadas sobre la frontera. Nada hace presagiar que esta zona vive su mayor momento de tensión desde 2006. Solo el ruido sostenido de la aviación israelí, que peina la zona cada escasos minutos, rompe el silencio de lo que parece una mañana tranquila. Una de las pocas mañanas tranquilas que se viven aquí desde el pasado 8 de octubre.
Ese día, tan solo 24 horas después del salvaje atentado de Hamás que se cobró la vida de 1.200 personas, y en solidaridad con el grupo islamista palestino, Hizbulá lanzó desde el sur de Líbano una andanada de cohetes y misiles contra posiciones israelíes en las granjas del Shebaa. Desde entonces han muerto 23 israelíes, 13 soldados y 10 civiles, y unas 70.000 personas han sido evacuadas de los asentamientos del norte de Israel. Pocos han regresado. «Todos queremos volver», asegura Harari, que ha visto cómo tres de sus hijos optaron por desplazarse temporalmente hacia el sur mientras él decidía quedarse aquí. «Si fuera solamente por el disparo de los cohetes, la gente no se hubiera evacuado. Pero muchos entendieron que lo que pasó en la frontera con Gaza era el plan también aquí: cruzar la frontera y meterse a los kibutz para matar gente», cuenta este militar en la reserva.
«[Los evacuados] empezaron a volver, y se fueron otra vez después del ataque de los iraníes», explica en alusión a la ofensiva aérea de la Guardia Revolucionaria Islámica sobre Israel del pasado mes de abril, con más de 350 drones y misiles. «Aunque el ataque no llegó aquí, si mirabas hacia Siria podías ver todo lo que estaba pasando. Y ese mismo día, en la madrugada, Hizbulá disparó como 100 cohetes sobre la zona del Golán». La mente de Harari sigue dando vueltas a lo sucedido el 7 de octubre, sin embargo. «También en el norte hubieran podido atacar: la mayoría del Ejército estaba en Judea y Samaria», apunta. Las tropas israelíes desplegadas en el sur habían sido movilizadas en la Cisjordania ocupada en pleno repunte de la violencia.
En total, más de 430 personas han muerto a uno y otro lado de la frontera desde el 8 de octubre, aunque se cuentan más víctimas mortales en suelo libanés, la mayoría pertenecientes a las filas de Hizbulá. La milicia proiraní reconoce haber perdido a 295 combatientes, algunos alcanzados en territorio sirio. Para el denominado Partido de Dios, que controla un Estado paralelo dentro del Estado fallido libanés, son ya mártires. Lejos de disminuir, el intercambio de misiles se ha acentuado en las últimas semanas, a medida que se recrudece la situación en Rafah y aumenta la presión sobre Israel para que acepte una tregua avalada por Estados Unidos en Gaza. «Hizbulá ha aumentado sus ataques en los últimos días y estamos preparados, después de un muy buen proceso de entrenamiento, para pasar a una ofensiva en el norte», afirmó ayer el jefe del Estado Mayor del Ejército israelí, Herzi Halevi.
Benjamin Netanyahu no se quedó atrás y dijo estar listo «para una acción muy fuerte» en la divisoria con Líbano. El primer ministro convocó ayer al Gobierno para evaluar los últimos acontecimientos en la zona y autorizó la movilización de 50.000 reservistas adicionales. Pero Benny Gantz dobló la apuesta en plena gira por el norte de Israel. El ministro sin cartera del gabinete de guerra, que aspira a suceder a Netanyahu, se atrevió incluso a poner fecha al fin de las hostilidades en la frontera norte: antes del 1 de septiembre. «Pasará, ya sea por acuerdo [diplomático] o escalada, pero no podemos perder otro año», zanjó.
«Hizbulá representa, sin duda, una amenaza de mayor grado que Hamás. Ya no es una organización terrorista, sino un ejército terrorista. Y se comportan como un ejército, y eso es también su debilidad, porque quedan mucho más expuestos, tienen más blancos que poder atacar», explica Harari, que cree que «la guerra aquí será mucho más intensa y difícil, y habrá muchas más bajas de ambos lados».
«Israel lleva mucho tiempo preocupado por la capacidad de Hizbulá y por sus vínculos con Irán», explica por correo Daniel Byman, uno de los principales expertos en contraterrorismo en Oriente Próximo. «Algunos funcionarios de seguridad israelíes creen que un conflicto es inevitable, y que es mejor que la guerra se produzca en el momento que Israel elija».
Mientras, el Gobierno israelí quiere revitalizar una zona clave para su economía que ha quedado paralizada por el conflicto. La producción agrícola está estancada, las escuelas y los negocios siguen cerrados a cal y canto, y el turismo es impracticable. La pasada semana, Netanyahu anunció el plan «Amanecer para el Norte», que comprende un presupuesto de 6.500 millones de shékels (1.600 millones de euros) para «garantizar la actividad empresarial de la región», destinar «ayudas para la población evacuada en materia educativa» y rehabilitar las zonas afectadas por la caída de proyectiles.
La empresa es complicada. Más aún si cabe teniendo en frente a la Fuerza Radwan, la unidad de élite de Hizbulá. Harari los conoce bien. «Se estableció en 2006 y recibe el nombre de Imad Mughniyeh. Su alias era Radwan, y era el jefe militar de Hizbulá, asesinado en Siria en 2008», explica. «Es una fuerza de élite de aproximadamente 5.000 combatientes. Están muy bien formados; parte del entrenamiento lo hacen en Irán. Aunque es de élite si se compara con milicias populares, no con el Ejército israelí o con el Ejército estadounidense. Su misión principal es invadir Israel, capturar pueblos como en el que yo vivo y matar a la gente o convertirlos en rehenes, como hizo Hamás».
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