Israel en guerra
«Mi padre distrajo a los milicianos. Por eso mi madre se salvó y él no»
La hija de Haim Peri, de 80 años, narra la pesadilla vivida en Nir Oz: «Decenas de terroristas invadieron el kibutz»
Haim Peri lo tenía ya claro en 2019. «Es importante cambiar la narrativa sionista, que dice que esto era una tierra deshabitada», explicaba a la cámara con aparente naturalidad el director de la Galería de la Casa Blanca del kibutz Nir Oz. El ciudadano israelí había recibido todo tipo de presiones, pero no dudó en mantener su apoyo a De-Colonizer, un centro de arte e investigación local que «experimenta y crea herramientas para desafiar el colonialismo». Cedió su galería para una exposición sobre el pueblo palestino de al-Ma’in, sobre el que se construyeron varias comunas agrícolas –entre ellas Nir Oz– en 1948, año de la declaración de independencia del Estado de Israel y de la Nakba, el éxodo de 750.000 palestinos.
La exposición incluía mapas, fotos y vídeos con testimonios de la expulsión del pueblo, con referencia a los residentes judíos y palestinos sobre la posibilidad de vivir en un espacio compartido. «Haim se enfrentó a fuertes presiones políticas y sociales para cancelar ese proyecto de “traidores”. Pero lo permitió, a pesar de sus propias y claras discrepancias ideológicas con nosotros», recuerda De-Colonizer.
El nombre de Haim Peri, de 80 años, figura en la lista de rehenes de Hamás. Está entre «las 100 y 150 personas secuestradas» y conducidas hacia la Franja de Gaza por la organización militante palestina tras el ataque sin precedentes contra Israel, confirma el Gobierno israelí, que dice desconocer sus nacionalidades.
Su hija, Noam Peri, cuenta su historia: «Mis padres viven, o han vivido, en el kibutz Nir Oz durante los últimos 60 años. Es una comunidad pacífica de unas 350 personas. Mi familia, mis amigos, llamaban a este lugar su hogar». Pero sucedió la masacre. «El sábado por la mañana, sobre las 6:00 horas, mis padres se despiertan en una situación diferente. Decenas de terroristas invadieron el kibutz y empezaron a masacrar a sus residentes, casa por casa. Masacraron a mis amigos, gente con la que crecí. No hay familia en el kibutz que haya salido ilesa. Todos los que conozco tienen al menos un familiar secuestrado o brutalmente asesinado», explica a punto de quebrarse. Según Noam, su padre intentó distraer a los asaltantes para así dejar tiempo a su madre para que se escondiera: «Por eso ella está con nosotros y él no».
Historias como la suya brotan y se extienden por los kibutz y las localidades vecinas. Los nombres de Sederot, Be’eri o Kfar Aza quedarán grabados en la retina tras la masacre de Hamás. Las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI) permitieron en este último kibutz, que contaba antes del asalto con poco más de 700 habitantes, que la prensa local y extranjera fuera testigo del rastro de sangre y destrucción dejado por los militantes de Hamás. Mientras, el Ministerio de Exteriores israelí facilita a los medios de comunicación internacionales, entre ellos LA RAZÓN, el testimonio de esta empleada de Google afincada en Tel Aviv.
Israel quiere dar a conocer lo sucedido, una estrategia similar a la que siguió la Ucrania de Volodimir Zelenski tras la masacre de Bucha. Pero no hay tiempo para preguntas, el sonido de las alarmas antiaéreas invita a detener la videoconferencia.
«Todo el mundo entiende que más de 1.200 personas masacradas, asesinadas en sus camas, en sus cocinas, en sus salones es inaceptable», señala Peter Lerner, teniente coronel de las FDI. ¿Y los rehenes? El portavoz del Ministerio de Exteriores, Lior Haiat, responde: «No es momento para negociar, lo haremos en cuanto acabe la guerra»
El objetivo ahora, explica Lerner, que ejercía hasta hace solo unas horas como director de relaciones internacionales de Histadrut, el mayor sindicato del país, pasa por «destruir todas las capacidades operativas de Hamás para que no puedan infligir el mismo daño a Israel otra vez»: «Así que estamos golpeando la infraestructura física, la infraestructura terrorista y su liderazgo. Estas son las personas que instruyeron y orquestaron este ataque contra Israel».
Ese es el primer paso, explican, los rehenes pueden esperar. Haiat dice tener paciencia: «Tenemos la superioridad militar y contamos con el respaldo de la comunidad internacional». El último paso será esclarecer cómo pudieron infiltrarse en el kibutz Nir Oz, y en las localidades cercanas, los militantes de Hamás. «Hoy no estamos preparados para hablar de eso, nos centramos en evitar que vuelva a suceder. Después habrá tiempo para investigar qué sucedió en la red de inteligencia, en la barrera física en la frontera con Gaza y en la primera línea de defensa de las fuerzas que se supone deben responder», concluye Lerner.
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