Reino Unido
Los laboristas sufren una derrota histórica en Gales
El partido independentista Plaid Cymru arrebata a los laboristas su bastión histórico en Caerphilly y reconfigura la política galesa
Westminster no es la única plaza para valorar la situación de un primer ministro británico. Hay otros escenarios claves y, en este sentido, las elecciones parciales celebradas en Gales dejaron ayer un mensaje muy rotundo: el inquilino de Downing Street, Keir Starmer, está en verdaderos problemas. El partido laborista sufrió una auténtica humillación al perder el escaño de Caerphilly Senedd que históricamente había tenido en su poder y que ahora pasa a manos de los nacionalistas Plaid Cymru.
La única consolación para el gobierno es que la derrota no fue, al menos, por el triunfo del populismo de Reform UK, liderado por Nigel Farage, cuyo auge en las encuestas a nivel nacional está ya marcando las pautas de la política migratoria. Con todo, el gran varapalo para los laboristas tiene grandes implicaciones para Starmer. Las elecciones parciales a la asamblea de Senedd se consideraban un adelanto ante las elecciones galesas, escocesas y locales del próximo mes de mayo. Y si los resultados, como indican las encuestas, son malos para la formación, hay cada vez más voces que hablan de una moción de confianza para cambiar de líder cuando Starmer lleva poco más de un año en el Número 10.
“Los laboristas van de camino a la muerte después de más de cien años”, advirtió ayer Lindsay Whittle, el candidato de Plaid Cymru que resultó ganador ayer en el corazón del antiguo sur industrial galés.
Whittle, concejal local desde hace casi medio siglo y eterno candidato tanto a Westminster como al Parlamento galés, logró un 47,4% de los votos frente al 36% de Reform UK, mientras que el Partido Laborista cayó a un desolador 11%. Los conservadores, los verdes y los liberaldemócratas quedaron prácticamente fuera del mapa, sin superar el 2% cada uno. La participación alcanzó el 50%, la más alta jamás registrada en una elección parcial del Senedd.
El golpe fue tan duro que en Cardiff y en Westminster muchos laboristas hablan ya de un “punto de inflexión histórico”. En la circunscripción de Caerphilly, el laborismo había ganado cada elección desde la creación del Parlamento galés en 1999, y su correspondiente escaño en Westminster llevaba en manos del partido desde hace más de un siglo. Ese dominio ha terminado.
En Londres, Starmer observa cómo su partido comienza a fracturarse por ambos flancos: pierde votos en el norte industrial ante Reform UK y en las zonas nacionalistas ante Plaid. La crisis del laborismo galés, considerado durante décadas su baluarte más sólido, es ahora un espejo de los problemas del propio líder en Downing Street.
La primera ministra galesa, la laborista Eluned Morgan, trató de mantener la calma apelando a los “vientos en contra” que soplan a nivel nacional. Pero incluso en el seno del Partido Laborista galés se reconoce que la llamada Vía Roja Galesa —su intento de marcar distancia de Londres sin romper con Starmer— no ha sido suficiente.
La derrota, además, llega acompañada de otro aviso: el rápido ascenso de Reform UK, el partido de Farage, que rozó el triunfo y desplazó al laborismo a un distante tercer lugar. Aunque Farage no se dejó ver durante el recuento final, su presencia fue constante durante la campaña, y el partido gastó generosamente en publicidad y en un despliegue de activistas sin precedentes.
El resultado final —36% de los votos y un aumento de 34 puntos respecto a las últimas elecciones— demuestra que su mensaje ha calado. Pero también que puede ser frenado. “Reform puede ser derrotado”, repiten ahora en Cardiff Bay, aferrándose a una de las pocas lecturas positivas de la noche.
Dos factores explican el desenlace. Primero, un voto táctico masivo. Los conservadores, liberaldemócratas y verdes se hundieron, y una parte significativa del electorado laborista optó por Plaid Cymru como única vía para frenar a Reform UK. La fragmentación del centroizquierda dio paso, por una vez, a la disciplina del voto útil.
El segundo factor tiene nombre propio: Lindsay Whittle. Pocas figuras encarnan mejor la política local galesa. Concejal desde 1976, exmiembro regional del Senedd y candidato recurrente a Westminster, su victoria fue tanto un triunfo personal como partidista. “Nunca podré reemplazar a Hefin David, pero seguiré su mismo camino”, dijo emocionado en referencia al anterior diputado laborista, cuya repentina muerte en agosto provocó esta elección parcial.
Reform Uk, por su parte, ha tratado de presentar la derrota como un “aprendizaje”. “Gran parte de lo que intentábamos hacer aquí era perfeccionar nuestra estrategia de campaña. Hemos formado a muchísima gente en nuestros sistemas”, explicó su candidato, Llyr Powell. Sin embargo, en privado, el desánimo era palpable. La celebración con globos que se había preparado fue cancelada a última hora. El escándalo que salpicó días antes a su exlíder en Gales, Nathan Gill —quien admitió haber aceptado sobornos para hacer comentarios prorrusos en el Parlamento Europeo— tampoco ayudó a sus aspiraciones.