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Putin ensalza el orgullo ruso en Crimea

Celebra en Sebastopol un desfile militar de corte imperialista y reivindica la «justicia histórica» de la anexión

El presidente ruso, Vladimir Putin, pronuncia un discurso en la bahía del puerto crimeo de Sebastopol
El presidente ruso, Vladimir Putin, pronuncia un discurso en la bahía del puerto crimeo de Sebastopollarazon

Celebra en Sebastopol un desfile militar de corte imperialista y reivindica la «justicia histórica» de la anexión

La península de Crimea, que hace tan sólo mes y medio formaba parte aún de Ucrania, fue ayer escenario de un baño de patriotismo ruso presidido en Sebastopol por Vladimir Putin en persona, en su primera visita después de la anexión. «2014 permanecerá en los anales de la historia como el año que vio cómo los pueblos que viven aquí decidieron firmemente seguir con Rusia», proclamó el mandatario en su discurso tras presenciar el desfile militar de la Flota Rusa del Mar Negro, retransmitido por la televisión nacional. La presencia de Putin en Crimea levantó ampollas en Occidente y desató la ira del Gobierno de Kiev, que aún reclama la titularidad de la península y la considera, en lenguaje oficial, «territorio temporalmente ocupado». El primer ministro ucraniano, Arseni Yatseniuk, tildó la visita de «provocación» y de «violación flagrante de la soberanía». Por su parte, el secretario general dela OTAN, Anders Fogh Rasmussen, la calificó de «inoportuna». Rasmussen subrayó que Crimea sigue siendo territorio ucraniano según el Derecho Internacional.

Nada le importó al megalómano mandatario ruso, que tiró ayer por la borda una semana de trabajo diplomático (en la que el Kremlin parecía haber moderado su discurso y su posición respecto a Ucrania) a cambio de un festín de patriotismo para consumo interno. A falta de un rival que le haga sombra en Rusia, desde que regresase a la presidencia en 2012, Putin concentra sus desvelos en política exterior, pues considera que será la que determine su papel en la historia. La anexión de Crimea supuso en clave nacional una gran victoria que disparó sus índices de popularidad en Rusia. Pero su triunfo no estaría completo hasta que recogiese en persona el trofeo, escenificado finalmente ayer con esa primera visita oficial a la península, además en un día tan señalado para el calendario ruso como es el que conmemora la victoria en la Segunda Guerra Mundial.

Putin fue recibido por decenas de miles de personas en Sebastopol, donde presidió la parada militar, un evento de grandilocuencia zarista en el que desfilaron tanto los buques de la flota rusa del Mar Negro como aviones de combate. El mandatario se dio un auténtico baño de masas: miles de crimeos le recibieron como a un héroe, su presidente –desde que el 21 de marzo firmará la anexión en Moscú– les iba dando la mano a los crimeos, que aguardan pendientes del primer desfile militar. Putin repartió saludos y recibió el abrazo de «su» gente, ésa que nunca perdonó que Nikita Jruschov «regalara» la península a Ucrania. Tras depositar un ramo de flores en el monumento a los héroes de Sebastopol, una anciana se le acercó y le abrazó: «Hemos esperado este momento durante 23 años», le dijo en alusión a la desintegración de la URSS. Putin le contestó: «Sed fuertes, no hay nada que temer. Toda Rusia está con vosotros». En su discurso, el líder ruso aseguró: «Nosotros tratamos a todos los países, a todos los pueblos, con respeto. Respetamos sus derechos legítimos e intereses, pero pedimos a todo el mundo que trate nuestros intereses legítimos, incluida la restauración de una justicia histórica y el derecho a la autodeterminación, del mismo modo», afirmó ante una multitud durante un concierto. «Y ahora la madre patria os ha abierto sus brazos de par en par y os ha aceptado en su casa como si fuerais sus propios hijos e hijas», reconoció. Putin recordó que quedaba mucho por hacer, ya que hay que restablecer la economía y elevar el nivel de vida de la población. «Rusia» y «Spasibo» (gracias), le gritaron los asistentes. Durante el evento, algo inusual al celebrarse no sobre tierra firme sino sobre el mar, Putin pasó revista a la flota. Una hilera de buques desfiló frente al barco del presidente, que al paso de cada uno repitió la misma frase: «Camaradas, os felicito por el 69º aniversario de la victoria en la gran guerra patriótica».

Putin, que como presidente ostenta también el cargo de comandante supremo de las Fuerzas Armadas, voló a Crimea a renglón seguido de asistir al tradicional desfile militar en la Plaza Roja. En su discurso en Moscú, Putin trató de desligar de la crisis en Ucrania y de la tensión por la anexión de Crimea el significado de la victoria en una contienda en la que murieron más de 20 millones de soviéticos. «La voluntad de hierro del pueblo de la URSS, su coraje y estoicismo salvaron a Europa de la esclavitud. La fuerza triunfal del patriotismo ruso sale victoriosa en esta celebración», dijo Putin en la Plaza Roja. El actual contexto de tensión Rusia-Occidente, que rememora la Guerra Fría, aportó en esta edición una dimensión añadida a la nueva exhibición de músculo militar, en la que destacaron los misiles intercontinentales Topol, el arma más temible del arsenal nuclear ruso. En Crimea, Putin hizo mención a la batalla de Sebastopol durante la II Guerra Mundial: «El ejemplo de la ciudad mostró a todo el mundo que cuando la gente está dispuesta a luchar por su patria, por su dignidad y por su libertad, ningún enemigo puede ganar». Sin embargo, en la recta final de su intervención no se resistió a mencionar lo que considera una «reunificación»: «De este modo reiteraron su fidelidad a la verdad histórica y a la memoria de nuestros ancestros. Juntos somos más fuertes, se trata de una verdad histórica». Aunque se rumoreaba desde hacía días sobre la presencia de Putin ayer en la península, por motivos de seguridad y de mínima cordura diplomática no se anunció hasta última hora.