Aliados

La rebelión de Wagner agudiza la dependencia rusa de China

Xi observa con desconfianza la debilidad de Putin en un intento de no verse arrastrado por la inestabilidad

El presidente ruso, Vladimir Putin, en la videoconferencia con otros líderes asiáticos
Russia PutinASSOCIATED PRESSAgencia AP

Vladimir Putin aseguró este martes que Rusia «seguirá resistiendo» frente a «presiones externas» y «sanciones», durante una cumbre a distancia de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS). «Rusia está resistiendo de manera segura y seguirá resistiendo frente a presiones externas, sanciones y provocaciones», dijo Putin, Mientras, el líder chino, Xi Jinping, instó a «salvaguardar la paz regional» y oponerse a las sanciones.

La invasión rusa de Ucrania ha colocado a China en una complicada tesitura. Si al líder chino se le había pasado por alto esta cruda realidad después de más de un año del inicio de la contienda, algunos analistas apuntan a que la rebelión y la marcha hacia Moscú del Grupo Wagner probablemente le aclararon las ideas. De hecho, aunque Xi defiende la aparente modernidad del sistema chino, a su vez teme que su país esté aquejado de los mismos males ideológicos que una vez asolaron a la URSS. Entre estas lacras destacan, según el propio Xi, «la corrupción política, la herejía ideológica y la deslealtad militar», y todas estas se pusieron de manifiesto durante la agitación rusa.

El efímero motín de Moscú, dirigido por un ex miembro del círculo más íntimo del presidente ruso, representa la suma de los mayores miedos de Xi sobre el marco político chino posterior a Deng Xiaoping. Xi y Putin han seguido estrategias de hombre fuerte muy divergentes: el primero se ha basado en las purgas y en una disciplina política anticorrupción firme, y el segundo en el soborno y en el crecimiento de su círculo de compinches, un grupo que hasta hace poco incluía al jefe de Wagner, Yevgeny Prigozhin. Si la fallida rebelión sirve de indicador, los instintos ideológicos de Xi apuntan a haber sido los correctos.

Así, la rebelión de Prigozhin contra Moscú ha encendido las alarmas en China y algunos observadores sostienen que incluso podría poner en peligro la asociación estratégica «sin límites» entre Putin y Xi. Al presidente chino lo último que le interesa es la imprevisibilidad a sus puertas, por lo que el casi motín ruso y la inestabilidad potencial consiguiente, suponen un importante revés.

La revuelta ha dejado al descubierto los principales puntos ciegos de Rusia en materia de defensa y ha puesto de relieve el debilitamiento de Putin en el poder. Mostrarse frágil y debilitado ante Pekín equivale a un duro golpe para Moscú y para Putin personalmente, que lleva años estrechando sus lazos con China y depende cada vez más de su respaldo político y de sus crecientes vínculos comerciales. El mandatario chino se ha reunido con el líder ruso más de 40 veces en los últimos años. Desde la visita de Xi a Rusia en 2018, los dos «queridos amigos» han compartido un crucero, cocinado blinis para las cámaras y brindado por su futuro. Ambos se han presentado como un poderoso tándem, siendo Rusia una herramienta clave en la estrategia de Xi para debilitar a Occidente y oponerse a un orden mundial dominado por Estados Unidos y la OTAN.

Sin embargo, desde la invasión de Ucrania se han hecho evidentes algunos límites. Al parecer, China se ha negado a entregar armas y tecnología sancionada a Rusia y, además, se ha abstenido en media docena de resoluciones de la Asamblea General de las Naciones Unidas que condenan la guerra.

Aun así, Xi ha apuntalado a Putin desde el inicio de la contienda y ha mantenido una postura coherente respecto al conflicto: neutral sobre el papel, pero favorable a Rusia en la práctica, con frecuentes visitas de Estado y ejercicios militares conjuntos. Se trata de un equilibrio delicado y calibrado cuidadosamente para evitar dañar las relaciones con Rusia.

Aunque China ha mantenido abierto el flujo comercial con Rusia, que ha visto sometida la mayor parte de su economía a sanciones occidentales, ambos países carecen de una alianza militar. Pero, en la práctica, China se ha mostrado cauta a la hora de no prestar un apoyo que pudiera desencadenar sanciones occidentales, y Putin ha reconocido públicamente que Xi está "preocupado" por las acciones rusas en Ucrania.

A su vez, Pekín ha intentado erigirse en mediador de paz entre Moscú y Kiev, una iniciativa que ha suscitado las críticas de Ucrania y sus aliados dado el estrecho vínculo de los chinos con Rusia. De hecho, Xi tardó más de un año en iniciar las comunicaciones con Ucrania.

Aunque el Kremlin ha rechazado públicamente la idea de que es un subordinado en la relación, se ha impuesto la noción de que Moscú necesita a Pekín mucho más que a la inversa. Asimismo, el hecho de que el jefe de una milicia privada fuera capaz de hacerse con el control de uno de los centros de mando más importantes de Rusia para la guerra y avanzar hasta situarse a una distancia de ataque de Moscú, probablemente incline aún más el poder en la relación hacia Pekín, según los analistas.

La rebelión de Wagner "probablemente ha suscitado dudas sobre si Pekín hizo la apuesta correcta al designar al Kremlin, y a Putin en concreto, como aliado y socio cercano", afirmó Patricia M. Kim, experta en política china y política exterior del think tank Brookings Institution de Washington, D.C.

En el terreno político, lo más relevante para Xi de la alianza Moscú-Pekín es la posibilidad de que Putin actúe de su mano para contrarrestar a Washington en la arena internacional, según John K. Culver, investigador senior no residente del Global China Hub del Atlantic Council y antiguo oficial de la CIA.

"En ese contexto, China apoyará a Putin si sigue al frente de Moscú. Si Putin cae, Pekín esperará a que se asiente la polvareda y cultivará la nueva estructura de poder, quizá con una nueva oportunidad de aconsejar que Rusia se desentienda de Ucrania y vuelva a centrarse en la competencia a largo plazo con la alianza entre Estados Unidos y Occidente", publicó Culver , una vez sofocado el motín.

Durante los últimos meses, los asesores del gobierno chino han expresado una creciente frustración con Rusia a puerta cerrada, con la sensación de que el gigante asiático se ve cada vez más "arrastrado" por el comportamiento arriesgado de Moscú, según revelan en entrevistas académicos y diplomáticos chinos y extranjeros. Algunos incluso establecen comparaciones con la relación China-Corea del Norte, cuyos dirigentes a veces exasperan a Pekín con su comportamiento errático, pero que, sin embargo, se benefician de la ayuda económica y del apoyo diplomático chinos.