
Defensa
Reino Unido recuperar el liderazgo europeo tras el Brexit para defender Europa
El «premier» británico enarbola su buena relación con Trump
y su discreción para mediar entre Washington y Kyiv

Una de las grandes verdades de la política, que suele atribuirse a Harold Macmillan, primer ministro británico en la década de los 50, es que los líderes suelen definirse por su respuesta a acontecimientos que escapan a su control. Estos pueden pasar tanto dentro como fuera de sus fronteras. Es más, la política exterior puede acabar devorando a la doméstica. Winston Churchill siempre será recordado por su papel en la Segunda Guerra Mundial. Tony Blair, por llevar al Reino Unido a invadir Irak en respuesta a los ataques del 11-S. Y David Cameron, por convocar un referéndum que terminó en Brexit.
La pregunta, por tanto, es obligada: ¿ha llegado el momento para Keir Starmer? La guerra de Ucrania ha convertido al inquilino de Downing Street en el héroe inesperado de Europa. El conflicto está lejos aún de solventarse, pero el británico ha conseguido que el Reino Unido, marginado tras el Brexit, recupere su liderazgo en el tablero geopolítico.
Desde que asumió el cargo el pasado verano, su estilo burocrático y lento ha exasperado incluso a sus propios partidarios. La búsqueda del crecimiento económico, principal objetivo del gobierno, resultaba infructuosa y su popularidad en los sondeos caía cada semana. Y sin embargo, esa naturaleza discreta —en contraste con la del francés Emmanuel Macron— se ha convertido ahora en la mejor arma para ser el puente transatlántico ante todos desafíos que plantea la impredecibilidad de Donald Trump.
La química entre ambos –inesperada por todos, ya que no pueden ser perfiles más opuestos- quedó evidente la semana pasada en su reunión en la Casa Blanca. Incluso la voz pusilánime del británico, ridiculizada muchas veces en el Reino Unido, fue descrita como un tono “con bello acento” por el presidente estadounidense.
A Trump parece gustarle el hecho de que el premier sea un tipo directo y sin pretensiones, algo que le facilita plantear cuestiones difíciles con menos riesgo. Al mismo tiempo, otra de las supuestas debilidades de Starmer —esa cautela que retiene de sus años como fiscal general de Estado y es vista por los críticos como falta de convicción ideológica— podría terminar convirtiéndolo en un intermediario adecuado entre actores con perspectivas muy diferentes, como lo son Washington y Kiev.
Son muchas las amenazas que representa la grieta transatlántica en uno de los momentos de más inestabilidad europea desde la II Guerra Mundial. Pero, el británico está logrando dar todo el respaldo público al presidente ucraniano Volodímir Zelenski, -con abrazos en Downing Street y simbólica visita a Carlos III- sin provocar la ira del presidente estadounidense.
Por otra parte, en la cumbre de Londres del pasado domingo, donde actuó como anfitrión ante los mandatarios europeos, mostró el final definitivo de la era inmediatamente posterior al Brexit bajo la dirección de Boris Johnson, donde `jugaban políticamente a favor en los sondeos estar en desacuerdo con Europa´.
La unidad del Viejo Continente es ahora clave. Y Starmer lo recalca en cada una de sus intervenciones cuando reivindica la importancia de conseguir ahora en Ucrania una paz “justa, fuerte y duradera”. Ha sido el Reino Unido, junto con Francia, quien ha propuesto desplegar una fuerza de paz si se alcanza el alto el fuego para garantizar que Moscú cumpla con lo pactado.
El liderazgo de Starmer está siendo alabado en Westminster, por todos los partidos políticos, por sus aliados al otro lado del Canal de la Mancha, e incluso por el electorado, que, por primera vez desde que asumió su cargo, comienzan a respaldarse en las encuestas.
El pueblo apoya su papel ante la defensa de Ucrania. El premier ha conseguido trasladar el mensaje de que lograr una paz para Kiev es clave para la seguridad y la economía británica. Estuvo rápido en anunciar que los 5.000 misiles de defensa aérea que mandarán a Zelensky se fabricarán en Belfast generando 200 puestos de trabajo en Irlanda del Norte. Y contundente al advertir que si la guerra continúa volverán a subir los recibos de la luz. Ahora bien, el reto es conseguir que el respaldo del votante continúe.
El anuncio para aumentar el gasto en defensa del 2,3% al 2,5% del PIB en 2027, y luego al 3% en los primeros años de la próxima década ha venido, de momento, a costa de reducir el presupuesto de ayuda exterior. Pero luego podrían venir los recortes a los subsidios sociales o sanidad. Y eso ya es más complicado de vender en clave electoral. El mismísimo Churchill -que perdió las elecciones posteriores al triunfo de la II Guerra Mundial- es un buen ejemplo de cómo los votantes pueden castigar incluso a su mayor héroe en política exterior. Pero, de momento, el viento sopla a favor del actual inquilino de Downing Street. Su cautela se convierte ahora en la mejor arma para enfrentar las tensiones de la crisis geopolítica, donde el Reino Unido, defenestrado en su día por el Brexit, vuelve a tomar el timón en Europa.
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