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Entrevista

Rigoberta Menchú, Premio Nobel de la Paz: “No soy una mujer adolorida, soy una mujer exitosa”

La Razón inaugura ALMHAS con una reflexión de Rigoberta Menchú sobre la lucha por los derechos humanos, la igualdad de género y la dignidad de los pueblos originarios

La Razón inaugura ALMHAS, un proyecto impulsado por la periodista española Lorena Galdón que reúne a las 100 mujeres hispanas más influyentes con el objetivo de tejer redes de apoyo, visibilizar liderazgos femeninos y transformar realidades marcadas por la desigualdad.

En este primer capítulo, la líder indígena guatemalteca y Premio Nobel de la Paz, Rigoberta Menchú, reflexiona sobre décadas de lucha por los derechos humanos, la igualdad de género y la dignidad de los pueblos originarios. Con la serenidad de quien ha vivido lo peor sin perder la esperanza, Rigoberta nos habla del rol de las mujeres indígenas en sus comunidades, la importancia del conocimiento ancestral, y la necesidad de no caer en el radicalismo a pesar del dolor.

A lo largo de la conversación, Menchú recuerda el precio de alzar la voz en tiempos donde hacerlo podía significar la muerte, y ofrece consejos a las nuevas generaciones de mujeres: luchar, sí, pero con preparación, conciencia y sin dejarse consumir por la violencia. Reconoce el peso de la memoria, no como una carga, sino como una fuente de energía vital. “Somos una eterna presencia”, afirma al hablar de sus ancestros y del legado espiritual que guía su vida.

Rigoberta también denuncia la exclusión que ha vivido incluso en su propio país, Guatemala, donde nunca se le ofreció un empleo digno a pesar de su labor incansable. Y contrasta esa realidad con su experiencia en México, donde ha encontrado reconocimiento académico y laboral, especialmente en instituciones como la UNAM.

A las mujeres que luchan en las calles, muchas de ellas sin premios ni tribunas, Menchú les lanza un mensaje claro: “Vivan cada etapa de su lucha sin caer en el odio. La violencia no genera cosas buenas.” Su llamado final es a tomar decisiones conscientes, tanto individual como colectivamente, y a no permitir que intereses ajenos dividan la fuerza del movimiento femenino global.