Defensa
Silicon Valley, la meca de la tecnología cambia las flores por las pistolas: quiere militarizarse
Silicon Valley experimenta un giro de gran importancia, abandonando sus principios iniciales para forjar lazos militares estrechos con el Pentágono
En junio, en Arlington, Virginia, cuatro ejecutivos de Meta, OpenAI y Palantir fueron nombrados tenientes coroneles e integrados en el Destacamento 201. Esta nueva Unidad de Innovación Técnica del Ejército tiene por misión asesorar a las fuerzas armadas en tecnologías con potencial bélico, marcando una colaboración directa entre el poder tecnológico y militar.
Este hito representa un cambio cultural considerable en Silicon Valley. Empresas que en el pasado evitaban la implicación bélica, bajo lemas como "conectar el mundo", ahora se sumergen en la defensa.
Este giro se alinea con una transformación económica: la inversión de capital riesgo en compañías vinculadas a la defensa creció un 33 por ciento el último año, hasta los 31.000 millones de dólares, según McKinsey. Firmas como Andreessen Horowitz ya destinan cientos de millones a este sector. Esta visión sirve para desmitificar las historias de garajes de Silicon Valley y para verla como un nodo de negocios avanzados más.
Una nueva era de colaboración entre tecnología y defensa
Este renovado acercamiento ha llevado a Meta, Google y OpenAI a modificar sus políticas internas, eliminando las cláusulas que prohibían el uso de inteligencia artificial en armamento, según apuntan desde The New York Times. OpenAI ya desarrolla tecnología antidrones y Meta trabaja en gafas de realidad virtual para entrenar soldados, evidenciando una implicación activa.
La creciente implicación se enmarca en un complejo escenario geopolítico. La competencia tecnológica con China y los conflictos en Ucrania y Gaza, donde drones y sistemas de IA son cruciales, han presionado al Pentágono para modernizar su arsenal. El expresidente Trump ha apoyado esta modernización, impulsando una inversión récord de un billón de dólares para defensa en 2026, incluyendo drones autónomos.
Este giro genera debate interno. Algunos ejecutivos expresan reservas sobre las implicaciones éticas y el control de estas tecnologías una vez desplegadas. La historiadora Margaret O’Mara señala que la competencia de las empresas puede llevarlas a actuar sin la reflexión previa necesaria sobre las consecuencias.
Históricamente, la relación es profunda. En los años 50, el Departamento de Defensa invirtió en la región para competir con la Unión Soviética, siendo el gobierno federal uno de los primeros patrocinadores de la industria tecnológica. DARPA incubó internet, base de las grandes empresas actuales. Sin embargo, a finales de los 90, las tecnológicas se volcaron en el consumo, distanciándose de lo militar.
Un punto de inflexión fue en 2018, cuando 4.000 empleados de Google protestaron contra el "Project Maven". Google retiró su participación y prohibió el uso de IA para armas, un ejemplo que otras empresas siguieron. Pero Palantir, fundada en 2003, fue una excepción, mostrando un interés decidido en la defensa. Su CEO, Alex Karp, incluso demandó al Ejército en 2016. La compañía ha crecido hasta los 375.000 millones de dólares de valoración.
La actual "era de la tecnología dura" ha agilizado la integración militar. Billy Thalheimer, CEO de Regent, destaca la desaparición del estigma, con cientos de startups dedicadas. Empresas como Skydio han visto reducir el tiempo de firma de contratos de años a menos de un mes, reflejo de una urgencia sin precedentes en la adquisición de nuevas herramientas.