Relaciones Estados Unidos-China

Trump retrasa la aplicación de los nuevos aranceles a China

Entraban en vigor el 1 de septiembre. El presidente estadounidense lo aplaza para evitar que las tarifas tuvieran impacto en las compras navideñas.

El presidente de EEUU, Donald Trump (izquierda), y su homólogo chino, Xi Jinping / Reuters
El presidente de EEUU, Donald Trump (izquierda), y su homólogo chino, Xi Jinping / Reuterslarazon

Entraban en vigor el 1 de septiembre. El presidente estadounidense lo aplaza para evitar que las tarifas tuvieran impacto en las compras navideñas.

La Casa Blanca decidió ayer retrasar la entrada en vigor de los nuevos impuestos a la importación de productos chinos. Unos aranceles de hasta el 10%, destinado a gravar toda clase de mercancías, desde juguetes hasta ordenadores portátiles y teléfonos móviles, que tenía previsto entrar en vigor el 1 de septiembre. La razón de la medida, que pospone los aranceles hasta el 15 de diciembre, sería facilitar las compras de los consumidores con vistas al inicio del curso escolar y las futuras navidades. Al menos eso asegura el propio Donald Trump, que en declaraciones a la prensa explicó que «Hacemos esto por la temporada navideña. Para evitar que algunas de las tarifas tengan un impacto en los clientes estadounidenses». «Hasta ahora no han tenido prácticamente ninguno», añadió, «Pero en caso de que puedan tener un impacto lo que hemos hecho es retrasarlo, para que no sean relevantes para la temporada de compras navideñas».

El anuncio se enmarca en la guerra comercial más o menos soterrada y las difíciles negociaciones que mantienen los dos países desde hace más de un año. En juego, por ejemplo, están asuntos tan sensibles como la protección de las patentes industriales, el reparto de los beneficios que generan las películas de Hollywood, la descompensada balanza comercial o la deuda de EEUU.

EEUU ya ha impuesto aranceles del 25% a importaciones chinas por valor de 250 mil millones de dólares, pero hasta ahora muchas de estas tarifas afectaban a bienes que sólo de forma secundaria podían golpear el bolsillo de los ciudadanos estadounidenses. El hierro y el aluminio, por ejemplo, capitales para la industria automovilística. Pero los juguetes, la ropa o los productos tecnológicos para el hogar marcaban un salto cualitativo y cuantitativo. Tanto es así que no bien la Casa Blanca había anunciado que posponía algunos de los aranceles Wall Street ya subía un 8%.

De todas formas hace tiempo que el presidente Trump parece tener claro, tal y como explicó el pasado mayo, que «no hay razones para que el consumidor estadounidense pague las tarifas». Claro que entonces insistía en que la medida más realista pasaba por comprar los productos chinos a otros países. «Eso es cero tarifas», dijo entonces, presumiendo de que «muchas empresas arancelarias dejarán China por Vietnam y otros países similares en Asia». En aquellos dias, no tan lejanos, China amenazaba con desprenderse de los bonos del Tesoro de EEUU, lo que podría obligarle a buscar nuevos compradores y a aceptar peores condiciones. Por si alguien pensaba que los conatos de agresión entre los dos países eran algo pasajero, y que las aguas se remansarán fácilmente para dar paso a un escenario más o menos similar al que conocemos, analistas como James Sullivan, banquero de JP Morgan, explicaban a la NBC que «Estas conversaciones comerciales serán parte del telón de fondo de los mercados globales para los próximos 10 o 20 años mientras estos países y sus economías restablecen su lugar en el mundo y ordenamos la estructura global para encajar el auge de China y adaptarnos a un entorno multipolar». «Como de costumbre», ha tuiteado el presidente Trump, «China dijo que iban a comprar ‘mucho’ a nuestros grandes agricultores estadounidenses. Hasta ahora no han hecho lo que dijeron. ¡Quizás esto sea diferente!».