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Política exterior

Xi Jinping empieza en Italia su «gran salto» a Europa

El presidente chino, Xi Jinping, y su mujer, Peng Liyuan, ayer a su llegada al aeropuerto romano de Fiumicino. Foto: Reuters larazon

Todavía no había pisado suelo europeo, pero la visita del presidente chino, Xi Jinping, ya había empezado a tratarse con profilaxis. Entre el recibimiento a un gran líder y la controversia que despierta, nadie sabía cómo recibir a Xi. A estas alturas, no es novedad que el Gobierno italiano se muestre dividido, como también ocurre con la firma que debe convertir a su país en el primer socio del G-7 en adherirse a la llamada Nueva Ruta de la Seda, el proyecto con el que China busca plasmar su expansionismo a través de infraestructuras e inversiones. Pero esa disparidad de opiniones se ha contagiado a todos los sectores productivos y no quedaba del todo claro si el líder chino debía ser acogido como el nuevo gran socio o como un intruso. Finalmente, Xi aterrizó ayer por la tarde en Roma con honores de Estado en su primera etapa de una breve gira europea en la que busca trasladar su influencia internacional al Viejo Continente.

Si hay alguien en Italia que puede resumir esa cautela con la que analizar la realidad política es el presidente de la República, Sergio Mattarella. Responsable con su cargo institucional, pero reticente a los giros políticos del Gobierno, Mattarella quiso una vez más salvar la imagen de su país. En un encuentro con periodistas chinos, el jefe de Estado aseguró que «la intensificación de las relaciones económicas» entre ambos países debe pasar por «crear un contexto más abierto y transparente». Es decir, no se opone a una nueva relación con China, aunque muestra escepticismo con la fórmula asiática, en la que las empresas que pretendan hacer negocios con ellos deben pasar por su banco de inversiones, controlado directamente por el régimen.

Y en otro ejercicio de equilibrismo diplomático, Mattarella añadió que «los nuevos instrumentos tecnológicos deben ser regulados basándose en la colaboración y no en la competición y el predominio». Porque esa es la otra gran cuestión: la tecnología 5G, en la que China lleva ventaja, y que pretende impulsar en Europa a través de Huawei.

Esta cuestión preocupa enormemente a EE UU, que ya ha mostrado su disconformidad con la apertura de Italia a China. Pero también a la UE, que debate en estos momentos sobre sus relaciones comerciales con Pekín. El presidente del Parlamento Europeo, el italiano Antonio Tajani, dijo ayer que su país «está cometiendo un gran error», porque «es necesario hacer acuerdos a nivel europeo y dialogando además con EE UU». Sobre la mesa está una cuestión de gran calado: mantener la relación atlántica actual o abrirse a otros mercados y otros gigantes políticos, como es China. En Bruselas, los líderes europeos debatieron sobre esta cuestión ayer en una cena, pero siempre desde el punto de vista defensivo. En un texto preparatorio ya habían definido al gigante asiático como un «rival sistémico».

Italia, por el contrario, ha elegido una estrategia opuesta. Y en la línea del actual Gobierno de romper los acuerdos con sus socios comunitarios, mañana firmará un documento que lo vinculará a la Ruta de la Seda. Se trata de un acuerdo de mínimos, que el primer ministro, Giuseppe Conte, ha definido como «no vinculante». El Gobierno calcula que su país podría incrementar sus exportaciones a China en 7.000 millones de euros.

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