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La Razón del Domingo

La ley en la Academia

Santiago Muñoz Machado, uno de nuestros vigías intelectuales larazon

Tres de los cuatro lados de su planta rectangular están cerrados por amplias cristaleras...». Así empieza el certero libro «Riofrío», que el jurista Santiago Muñoz Machado dedicó a la cafetería del mismo nombre que se halla en Madrid junto al Tribunal Supremo y a la Audiencia Nacional. Se asoma a la Plaza de Colón y allí se reúnen procuradores, abogados y jueces, sirviendo también de lugar de cita previa a muchos de los encausados que se dirigen a litigar sus pleitos. Muñoz Machado transmite perfectamente, tomando como base un caso real en el que participó, el torrente de estrategias, luchas, dudas y pasiones que desfila por esos lugares que rodean el mundo de la Administración de Justicia. Su capacidad expresiva, y un fino instinto de artista, sustentan un potencial evocador de gran relieve, como cuando señala, en la inolvidable primera página de su libro que «las cenefas que marcan los techos por doquier carecen de fuerza para prestarle al local el calor que necesita». El fino estilismo de la frase, la elegancia y economía descriptiva, que no excluyen sutiles detalles de arquitectura o psicología, consiguen que «Riofrío» se convierta en un fresco de cómo funciona la Justicia española recordando el «Bleak House» de Dickens pero sin ficción alguna.

Yo creo que para la última columna de este año (que, si no viene ningún fin del mundo maya, debería salir en este día de San Sabino) es una gran noticia poder celebrar que Santiago Muñoz Machado ha entrado hace poco en la Real Academia, ocupando el sillón «r»; que estaba vacante desde el fallecimiento de Antonio Mingote.

Es el Derecho el lugar donde más debe importarnos que la lengua sea clara y exacta. Y se agradece saber que los mejores vigías intelectuales estarán en su puesto.