Teatros del Canal

La vida es un monólogo

El año teatral comienza repleto de soliloquios: Juan Diego, Rafael Álvarez «El Brujo», Marta Fernández Muro y Fernanda Orazi, solos ante el peligro

Juan Diego regresa al teatro después de 14 años dedicados al cine y la televisión
Juan Diego regresa al teatro después de 14 años dedicados al cine y la televisiónlarazon

El monólogo es un género eternamente controvertido. Hay autores que lo reivindican como el origen del teatro, pues recuerdan que después de los griegos no se dieron textos escénicos dialogados hasta el Renacimiento; mientras otros, por el contrario, lo desprecian porque no genera un enfrentamiento dialéctico entre personajes, la esencia del teatro. Sea lo que sea, este 2013 despierta en Madrid con cuatro monólogos. Sin habérselo propuesto hay paridad total: un par de actores que representan textos de dos autores y un par de actrices que representan escritos de mujeres. Más allá de esta coincidencia nos preguntamos: ¿Será que, con la crisis, los elencos se han reducido tanto hasta quedarse en lo mínimo? «Algo de eso hay –comenta Marta Fernández Muro, que escribe y protagoniza «Un pasado en venta», en la Casa de la Portera–. En mi caso tiene que ver con un deseo grande de hacer algo por mi cuenta, y, además, se han sumado las dificultades económicas». En otros casos, ha sido un problema de agenda, como el de Juan Diego, que entre rodaje y filmación le ha quedado algo más de un mes libre para ensayar «La lengua madre», de Juan José Millás. Rompe así el intérprete 14 años alejado de los escenarios, con excepción de una breve temporada con «El pianista», de Vázquez Montalbán: «Se me complicó la vuelta con muchas películas, como catorce o quince. También quería tener un hijo y decidí dedicarme a él porque para eso lo traje al mundo. Hasta que te da la patada y le empieza a dar vergüenza que vayas a por él al colegio». Si hablamos de «El Brujo», es cuestión de filosofía artística, pues viene reivindicando en los últimos años la figura del juglar: «Trabajo en línea con una tradición importante, que está prácticamente extinguida, pero antiquísima del teatro europeo. Darío Fo, al que he estudiado y conozco, y yo casi tendríamos que ser Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, porque ésta es una época en que el relato se traduce sólo a través de la pantalla pequeña o grande. La tradición oral es interesante desde el punto de vista arqueológico».

En la mayor parte de los casos se trata de un traje que ha sido diseñado con las medidas del actor. Eso le ha ocurrido a Fernanda Orazi, una de las actrices favoritas de Pablo Messiez, uno de los fenómenos teatrales del año pasado. Denise Despeyroux, una actriz y dramaturgia argentina, ha escrito para ella «La realidad». «Más que un doble monólogo, es un diálogo permanente entre dos hermanas gemelas, una está en una pantalla y la otra presente», comenta la intérprete que se ha encontrado con la autora, que también ejerce de directora, alguna complejidad en el proceso hasta el estreno: «Lo fantástico es que no sabíamos cómo se ensayaba una pieza así», con un medio tan nuevo como Skype de por medio.

Dramaturga y actriz

No cabe más identificación entre autor y actor que cuando ambos son el mismo, pero eso tiene también sus dificultades, como confiesa Fernández Muro, que se estrena como dramaturga: «Me he dado cuenta de que es muy complicado». No es, sin embargo, una vocación tardía, sino aplazada: «De muy niña decía que quería escribir y vivir en una buhardilla. Luego empecé con el teatro y fui muy bien acogida. Tuve una arrancada muy fácil. Te llaman, te vienen a buscar, te pagan... y ese mundo acaba siendo el tuyo». Para Juan Diego no hay nada que no se solucionara con una comida con el escritor, en este caso Millás: «Todos los autores tienen sus cosas, pero Juan es un muy sensato a la hora de tomar decisiones. Le expliqué que me interesaba el monólogo porque nadie te empuja, ni el autor, el director, el productor. Le propuse que si nos divertíamos haciéndolo seguiríamos adelante, y que si nos enfadábamos cada uno a su casa». El proceso duró año y medio con unos cuarenta encuentros de por medio, muchos con mesa y mantel de por medio».

«Homero no existió»

«El Brujo» es en esto también un verso suelto, pues ha tenido que adaptar nada más y nada menos que a Homero. «Se dice que era un aedo que recopiló relatos. Me gusta más la teoría de que no existió, o, al menos, que no fue una sola persona. Pues hoy pensamos en Homero con el concepto del siglo XX, es decir, un señor que se encierra a escribir una novela». Más allá del origen, le ha tocado condensar los diez años de la vuelta de Ulises a Ítaca desde la Guerra de Troya en hora y media: «Lo más difícil para mí ha sido sintetizar el texto sin amputarlo. Y, por otro lado, conservar el estilo antiguo de la prosa. Para eso me he inspirado en dos traducciones, sobre todo en la de García Gual, y conducir todo eso con referencias constantes a la actualidad».

El mayor reto al que se enfrenta un intérprete al defender un monólogo es que su energía es el único motor que hará avanzar la presentación, el nudo y el desenlace, sin apoyo externo. Juan Diego agradece que la muleta en la que se apoya la función sea el humor –sobre todo, después de hacer tantos «cabrones», como él los define, en el cine–: «A primeros de septiembre hicimos el primer ensayo con público y me quedé muy sorprendido de lo que se descojonaba el personal. Lo consideré un auténtico éxito y nos animó mucho. Me sentí animado porque tenía un arma fundamental: el humor. Con eso se pueden superar hasta las decisiones de un Consejo de Ministros». Esto que es nuevo para el veterano intérprete es el pan de cada día para «El Brujo». «Los espectáculos que hago tienen mucho detrás, pero se presentan de tal manera que pueda llevarlos a los pueblos. Homero no puede resultar una pedantería insoportable. Hay que hacerlo de forma muy natural, es como si presentaras un huevo frito. A la gente siempre le gustará la sofisticación, Ferrán Adrià, para poder hablarlo con sus amigos, pero a todo el mundo le apetece comer un huevo frito con patatas». Eso ha sido siempre marca de la casa para Marta Fernández Muro, que puede presumir de que en su currículum cinematográfico quepan Iván Zulueta, Pedro Almodóvar, Ricardo Franco o Fernando Colomo. Gracias, en buena parte, a su vis cómica: «Yo no fui muy consciente de ella, pues en mi casa todos nos comportábamos así, pero luego he descubierto que incluso mis hermanas eran más disparatadas que yo. Admito que me ha beneficiado esa energía y un físico peculiar. Aun así, como muchos cómicos a los que admiro, el humor permite decir cosas tremendas. No soy una actriz de chiste, más bien lo contrario: sé aplicar a todo, incluso a las situaciones más dramáticas, un punto de vista peculiar, a lo mejor por defensa, siempre intento llevarlo a la parte absurda e incomprensible que es lo que, en el fondo, es el mundo».

«La realidad», sin embargo, transcurre por otros derroteros, y, por tanto obliga a su protagonista, Fernanda Orazi, en otra tesitura. El caso es que una de las gemelas (Luz) pide a la otra (Andrómeda) que la sustituya delante de su madre, pues está a punto de morir. Todo esto, con una pantalla de ordenador y muchos kilómetros de por medio: «Aunque sean gemelas resultan personajes opuestos. Para mí es un desafío enorme hacerlo en cada función. Siento que la dureza de Andrómeda, a nivel formal, quizá se acerque mucho a mí, y me resulta un poco más fácil, pero Luz es siempre difícil».

Lo que sí parece fundamental en casi todos los casos es la primera mirada ajena, es decir, la del director, que salva a cada protagonista del ensimismamiento con el texto. Así lo asegura Fernández Muro sobre Pilar Massa: «Creo que ha sido una relación muy buena, cosa que es rara en mí, pues no suelo entenderme bien con los directores. A veces, una está tan implicada en decir el texto que has escrito que se te van las cosas. Por eso ha sido muy útil su presencia». Juan Diego eligió a Emilio Hernández, que ya había dirigido otro monólogo de Millás, «Ella imagina», con Magüi Mira: «Es maravilloso, sabe mucho de teatro, después de un montón de años de profesión, pero, además, es muy sensato. Todas las locuras de Juan como autor y mías como actor, ha sabido atemperarlas», sostiene el intérprete. En estos cuatro casos, Despeyroux es el único en que la autora también dirige, todo un acierto según la protagonista: «Es muy singular y su dramaturgia, además de bella, resulta compleja y fácil a la vez. Es licenciada en filosofía y, por tanto, tiene en ese sentido una búsqueda que le lleva a abrirse a caminos diferentes». Poco tiene que aportar en este caso «El Brujo», pues él, como los huevos fritos, prefiere guisárselos y comérselos él mismo.

JUAN DIEGO

«La lengua Madre»

Como una conferencia improvisada por alguien con profundo conocimiento de la lengua pero impresionado porque el sitio elegido sea un teatro, comienza esta pieza escrita para Juan Diego por Juan José Millás, un escritor enamorado del léxico, que aparece de forma recurrente en sus obras: «Empieza a hablar en orden alfabético, inflamado e infectado por el lenguaje. Parece que el personaje está hecho de letras, de oraciones. Muestra la ingenuidad y la frescura de alguien joven, pero también vamos viendo los conflictos que le originó esta espontaneidad y el gusto por la palabra. Titubea, se escapa y vuelve a la conferencia, lo que hace que se establezca una dinámica muy particular con el público», reconoce el veterano actor, que no cabe en sí de gozo al interpretar una comedia después de tanto personaje malvado que le ha reservado el cine durante los últimos años.

Cuándo: del 9 de enero al 3 de febrero Dónde: Teatro Bellas Artes. Marqués de Casa Riera, 2. Cuánto: de 16 a 25 euros.

«EL BRUJO»

«La Odisea»

«El Brujo» ensancha su repertorio de clásicos con uno de los títulos fundamentales de la literatura grecolatina: «La Odisea». Sus fieles saben que cualquier excusa es buena para que el intérprete satirice nuestra realidad y el poema de Homero no va a ser una excepción. Rafael Álvarez reivindica la figura del juglar como fórmula para mantener la importancia de la oralidad, pero también para reconducir la orientación del teatro clásico: «Se ha convertido en algo desconectado de la realidad, una pieza de museo pero sin vida», critica.

Cuándo: del 10 de enero al 10 de febrero. Dónde: Teatros del Canal. c/ Cea Bermúdez, 1. Cuánto: de 16 a 24 euros.

F. ORAZI

«La realidad»

Los gemelos no siempre son idénticos en todo: «Luz y Andrómeda son como dos caras de la misma moneda. Luz está buscando el camino del amor, de la iluminación, de la fe, en algún lugar de la India. Andrómeda es más oscura, exagerada y muy arraigada». Aunque la tecnología permita que las comunicaciones sean mucho más fáciles, no resulta nada sencillo decir ciertas cosas en la distancia. A través de Skype una de ellas pedirá a la otra que finja ser ella delante de su madre porque sabe que va a morir en breve.

Cuándo: del 9 de enero al 2 de febrero. Dónde: Teatro Fernán Gómez. Plaza de Colón. Cuánto: de 11 a 14 euros.

M. FERNÁNDEZ-MURO

«Un pasado en venta»

Una mujer vende la que ha sido su casa desde la infancia y, con ella, todos los recuerdos que ha ido acumulando, una idea casi «ad hoc» para la Casa de la Portera, que en el fondo es eso, además de un espacio teatral. La actriz ejerce de anfitriona para los supuestos compradores, el público, que respira a pocos centímetros de su cara: «Actuar allí requiere un ejercicio de concentración tremendo para que no te distraigan esas caras que te miran a apenas dos palmos», reconoce la intéprete en su debut como dramaturga.

Cuándo: Jueves y viernes, 20h. Sábados y domingos, 18. Dónde: La Casa de la Portera. c/Abades, 24. Cuánto: 14 euros.