Salud

Dormir mejor para sentirse más descansado: los expertos explican cómo aumentar el sueño profundo

Muchos lo ignoran, pero la falta de sueño profundo, la fase más reparadora del descanso, podría ser la causa oculta del cansancio matutino, el aumento del apetito y de un sistema inmunitario debilitado

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El descanso nocturno es un proceso mucho más complejo que una simple desconexión. Freepik

A veces, la solución más evidente es la que pasamos por alto. Para combatir el cansancio crónico y la sensación de no haber descansado, la clave podría estar en un gesto tan sencillo como acostarse un poco antes. Lejos de ser un mero capricho, adelantar la hora de irse a la cama es una estrategia fundamental para proteger la calidad de nuestro sueño, ya que no todas las horas de descanso tienen el mismo valor reparador.

De hecho, el valor de esas primeras horas de sueño es incalculable. Es justo al principio de la noche cuando nuestro cuerpo se sumerge en la fase de sueño más profundo y reparador, un estado que los expertos denominan N3 o de ondas lentas. Es en este periodo cuando se produce la verdadera recuperación física y mental, un proceso vital para el correcto funcionamiento del organismo durante la jornada siguiente.

Por esa razón, la carencia de este descanso de calidad desencadena un efecto dominó en el organismo. Se altera el equilibrio hormonal, disparando la grelina —responsable del hambre— y reduciendo la leptina, que nos da la sensación de saciedad. Durante esta fase el cerebro consolida los recuerdos y el cuerpo aprovecha para liberar la hormona del crecimiento, esencial en la regeneración de los tejidos y la salud metabólica.

Las señales de alerta y los saboteadores del descanso

En este sentido, las pistas de que no estamos alcanzando esta fase crucial suelen manifestarse en la rutina diaria. Sentirse agotado nada más sonar el despertador, a pesar de haber dormido las horas recomendadas, o la necesidad de varios cafés para poder funcionar son indicadores claros. A esto se suma, con frecuencia, un aumento del apetito que responde directamente al desajuste hormonal ya mencionado.

Asimismo, existen factores médicos que pueden sabotear directamente el sueño profundo. Uno de los más extendidos es la apnea obstructiva del sueño, un trastorno respiratorio que interrumpe el descanso de forma recurrente. Para hacernos una idea de su alcance, en Estados Unidos podría afectar a entre un 25 % y un 30 % de la población masculina. Ciertos fármacos, como los betabloqueantes utilizados para tratar dolencias cardiovasculares, también pueden interferir en los ciclos naturales del sueño.

En definitiva, el descanso nocturno es un proceso mucho más complejo que una simple desconexión. Se organiza en ciclos de unos noventa minutos que se repiten entre cuatro y seis veces durante la noche, pero no todas sus fases tienen el mismo valor. Proteger ese primer tramo del sueño, garantizando las condiciones para que el cuerpo pueda sumergirse en su fase más restauradora, es una inversión directa en salud.