Casas reales
El juego de tronos de Camilla: intentó separar a William y Kate
Dice el escritor Christopher Andersen que Camilla sentía celos de la facilidad con que Catalina se había ganado el favor de Isabel II y del pueblo británico. De ahí, sostiene, que no dudara en manipular a su esposo para que recomendase al príncipe acabar con el romance que mantenía con Kate.
Dice el escritor Christopher Andersen que Camilla sentía celos de la facilidad con que Catalina se había ganado el favor de Isabel II y del pueblo británico. De ahí, sostiene, que no dudara en manipular a su esposo para que recomendase al príncipe acabar con el romance que mantenía con Kate.
Camilla Parker-Bowles siempre ha sido la gran superviviente de la familia real británica. Pasó de ser la eterna amante, la perpetua rival de Diana, la gran odiada por los plebeyos... a la futura reina consorte. La actual duquesa de Cornualles goza finalmente del cariño del pueblo, pero el arduo trabajo de las últimas cuatro décadas podría irse al traste de un plumazo con la publicación de un libro que ha hecho temblar los pilares del Palacio de Buckingham. Christopher Andersen, autor de best-sellers como «El día que Diana murió», destapa ahora el lado más oscuro de la actual esposa del heredero señalándola como la culpable de una de las rupturas más sonadas de la historia. Y no, no se trata de la de Carlos y Lady Di, sino la del príncipe Guillermo y Kate Middelton.
Según el escritor, Camilla, que nunca contó con el apoyo de Isabel II y ha hecho lo imposible por ganarse la aceptación de los británicos, no soportaba cómo la joven Kate, de manera natural, conseguía siempre ser la más popular. Mientras que ella se esmeraba en cada aparición pública, Catalina conquistaba los flashes sin tan siquiera abrir la boca. Su cabello siempre perfecto, su vestuario impecable, su alabada cercanía; aquello la desquiciaba. Por lo tanto, cuando al príncipe Guillermo le entraron los miedos de sentar cabeza, no dudó en meter baza para que éste rompiera la relación. En el libro, titulado «Juego de coronas: Isabel, Camilla, Kate y el trono», asegura que fue Camilla quien manipuló a su marido para que recomendara a su hijo acabar con el romance.
Kate, apoyada por la Reina
Lo cierto es que Kate y Guillermo rompieron en 2007. Las malas lenguas aseguran que el heredero volvió a verse con su primera novia, Isabella Calthorpe, mientras que Kate lucía minifalda acompañada de su hermana Pippa, por los clubes más exclusivos de Londres. Pero tan sólo seis semanas después, la pareja volvió a reencontrarse y, para furia de Camilla, su popularidad fue aún mayor.
Andersen echa por tanto por tierra la teoría de los diarios, que siempre se ha había dado por buena, de que Camilla era un gran apoyo para Kate en palacio. Al fin y al cabo, nadie mejor que la duquesa de Cornualles para explicar a la joven los entresijos de la familia real, las manías de la soberana y el vértigo que produce abandonar tu pasado para afrontar un futuro lleno de obligaciones y continuamente expuesto al veredicto del pueblo.
El hecho, además, de que fuese ella la mujer del príncipe Carlos en lugar de Lady Di facilitaba mucho las cosas porque Diana era «cuasi» perfecta para los británicos y Kate habría tenido que vivir a su sombra. Algo que Camilla ha conocido muy de cerca. Pero, por otro lado, las razones que ofrece ahora el escritor son totalmente creíbles. Mientras que Kate siempre ha contado con el apoyo de la reina Isabel II y el pueblo, para Camilla, formarse una buena imagen, ya no popular sino aceptable, ha sido un largo y costoso proceso.
Cuando la hija del comandante Bruce Shand se casó con el príncipe Carlos en 2005 tenía 58 años. De por sí era difícil pasar de ser una persona anónima a un miembro de la familia real. Pero el aprendizaje resultó aún más complejo cuando estaba a punto de cumplir los 60 y durante toda la vida había sido considerada «la otra». Tuvo que hacer además la transformación sin contar con ningún apoyo. No tenía el visto bueno de la soberana ni el cariño del pueblo. Es más, la popularidad de la pareja cayó a sus cuotas más bajas cuando se dieron el «sí quiero». Entonces, en palacio diseñó un elaborado plan para mostrarla en público tan sólo en contadas ocasiones.
La duquesa tuvo que aprender cómo hablar, cómo callar y, sobre todo, cómo ganarse el respeto de los súbditos, que jamás le dieron la oportunidad de conocerla. No fue un proceso fácil. Ni siquiera el día de su 60 cumpleaños Camilla pudo soplar feliz las velas. El mismo verano de su aniversario coincidía con los diez de la muerte de Lady Di. Su círculo más íntimo asegura que fue su «annus horribilis». Tan sólo pensar en cómo actuar en los actos oficiales la ponía enferma.
Sola recogiendo setas
No dormía, no comía. La presión la llevó hasta límites insospechados. En palacio tampoco sabían cómo afrontar la situación. Si acudía a los servicios religiosos celebrados en honor de su eterna enemiga, los británicos podrían enfurecer. Si no lo hacía, podrían arremeter aún más contra Carlos, considerando la ausencia como un acto de cobardía. Una vez más, Camilla acabó optando por el ostracismo, para que nada de lo que hiciera o dijera pudiese herir sensibilidades. Mientras famosos, cantantes y aristócratas acudían al funeral de la «princesa del pueblo», ella fue fotografiada en Escocia, sola en el campo, recogiendo setas.
Pero sus insaciables fuerzas por agradar la llevaron a seguir a rajatabla un meticuloso programa elaborado por asesores de imagen. No hay que olvidar que Camilla era un ama de casa que utilizaba los topes de seguridad para mantener atados los cordones porque no tenía paciencia para hacerse el lazo. En definitiva, su preocupación por la estética era nula, por lo que trabajar en su estilismo fue todo un reto.
Jacqui Meakin pasó a ser el responsable de su armario. Por su parte, Hugh Green, quien viaja con ella a todas partes, se convirtió en su peluquero personal, una figura conocida en el lujoso barrio de Belgravia. Del cuidado de su piel se encargó la gurú Deborah Mitchell, que tiene un salón de belleza en Shropshire. Con todo, sus amigos creen que el secreto de su éxito se basa en que es capaz de hacerse indispensable para aquellos a los que quiere tener cerca. Y eso no quita para que sepa cómo dar a cada uno su espacio. Prueba de ello es la relación que tiene con su marido. A pesar de que pasan por su momento más dulce, a la hora de disfrutar de sus dos hijos –fruto de su primer matrimonio– y sus cinco nietos, prefiere refugiarse en Raymill House, la casa de campo que adquirió tras su divorcio en Wiltshire y la que se negó a vender tras contraer matrimonio con el heredero al trono. Su humor es otro de sus puntos fuertes –no es de extrañar que se entienda tan bien con su suegro, el príncipe Felipe– y, por último, destaca su paciencia, adquirida quizá por las clases de yoga y pilates en las que realiza todo tipo de posturas –impensables para el resto de los mortales– con una facilidad pasmosa.
Con respecto a Isabel II, también había logrado ganarse su aprobación. Prueba de ello fue la foto que protagonizó cuando el príncipe Carlos cumplió 65 años. El heredero presidió por primera vez la reunión de jefes de Gobierno de la Commonwealth. Era su gran puesta de largo, pero Camilla, al fin, fue quien acaparó la atención al aparecer con una tiara de diamantes muy especial para la familia real. Se trataba de la misma que en tantas ocasiones lució la reina madre. En definitiva, el plan, hasta ahora, había funcionado. Los británicos le perdonaron acabar con el matrimonio de la amada Lady Di y Camilla; al fin, es aceptada. Pero la cuestión ahora es si le perdonarán intentar romper también en su día la relación de Kate, la actual niña bonita de la corona británica.