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Daniel Bianco: «No tengo mal genio, lo que pasa es que soy un tipo alto y eso asusta»

Director del Teatro de la Zarzuela

Foto: Javier Fdez.-Largo
Foto: Javier Fdez.-Largolarazon

Nada más entrar en el despacho de Daniel Bianco una no puede apartar los ojos de la mesa baja con la figura de Wonder Woman que te recibe. Preciosa. Es una habitación acogedora, con luz, diáfana y cómoda. Él se pagó los muebles de su propio bolsillo. ¿Debería cundir el ejemplo? Bianco, desde luego, lo hizo. Nació en Buenos Aires hace sesenta años, aunque eligió Madrid para vivir, y sabe de zarzuela lo que no está escrito, que diría un castizo. Dirige el teatro de la calle Jovellanos desde noviembre de 2015 y después de un año turbulento por la posible fusión del coliseo con el Real, que el ministro Guirao echó para atrás, solo le queda cuerpo para descansar. En Birmania, para ser exactos. ¿No se podía haber ido más lejos?

Tiene un despacho precioso.

Muchas gracias. Es que vivo aquí, y me tiene que gustar el sitio. Tengo mi espacio y tengo luz. Puede leer, descansar, charlar. El lugar donde habitas es tan importante.

Dirigir un teatro como el de la Zarzuela debe tener lo suyo, por mucha luz que le entre por la ventana.

No es abrir una agenda y llevar anotado el calendario de obras. Es un trabajo diario, de horas en el despacho y de horas fuera de aquí. La cabeza está siempre funcionando, ideando. Y un trabajo, no lo olvidemos, de equipo, no mío.

Un año duro y demasiado largo. ¿Qué balance hace?

Duro ha sido, desde luego, pero después de la tormenta sale el sol y el teatro es el reflejo de lo que pasa en la vida. Hemos vuelto a recuperar la sonrisa y la confianza y a caminar por el sendero por el que empezamos a hacerlo en 2015. Y eso, te soy sincero, no me da sino alegría.

Usted es de los que miran hacia delante.

Siempre. Soy, en general, muy positivo. No recuerdo las cosas malas. Me gusta pensar en el futuro. Fíjate cómo acabamos la temporada, con «24 horas mintiendo», la primera vez que abordamos una comedia musical española, que es un género que respeto mucho y que se hizo bastante entre los años 40 y 60 y que sirvió para calentar el corazón en épocas que no eran precisamente buenas. Con esta obra hemos cerrado el círculo.

¿Mantuvo la esperanza en los momentos más duros, cuando la fusión era una realidad?

Siempre la albergué porque nunca entendí lo que sucedía. No era capaz de comprender el por qué de la unión de ambos teatros. ¿Se tendrían que unir el Museo del Prado y el Reina Sofía?, me preguntaba. Real y Zarzuela son dos coliseos muy importantes que se dedican a la música pero son distintos sus cometidos. Me torturaba porque no lo comprendía.

¿Se sintió solo?

He estado muy acompañado, aunque sí he sentido esa soledad. A mi lado, y lo tengo que decir y subrayar, estuvo siempre Montserrat Iglesias, que jugó un papel muy difícil. Siempre recibí una llamada suya, y lo mismo hizo su equipo.

No me parece usted hombre de guerras.

No le hacen bien a los teatros. A mi edad, sesenta años, he sacado de todo esto una experiencia importante: uno debe tratar de ser generoso.

¿Se ha sentido ninguneado?

Sí. Y no lo podía entender, vuelvo a lo que decía antes. Le daba vueltas, y no. Una fusión es algo que incumbe a dos. Si solo manda uno se trata de otra cosa. Tampoco quiero echar la responsabilidad al Teatro Real, pues depende del Ministerio de Cultura, que es quien decide y el responsable final.

Cuántas veces habrá escuchado eso de «quitar el polvo y las telarañas a la zarzuela» ¿Qué necesita el género?.

Que se disfrute y se expanda. Tenemos un continente que habla nuestra lengua y disfruta del género. Hay que abrirse a canales como Facebook Live, y acabamos de dar ese primer paso. Jamás he llegado el primero pero siempre he llegado. No me muevo por impulsos.

¿Es adicto al trabajo?

Lo soy, y creo que es una adicción buena. Se me pasa marchándome de viaje. Mala es la del tabaco, que dejé hace 15 años.

Dígame si es leyenda urbana o realidad pura y dura que Daniel Bianco tiene mucho genio.

Vamos a ver. Yo no tengo mal genio. Lo que pasa es que soy un tipo muy alto y eso asusta. No soy maleducado y sí bastante exigente pero porque lo soy para mí. Tengo genio y me gusta tenerlo.

Lo que decía Scarlata O'Hara, «Después de todo, mañana será otro día», ¿va con usted?

En mi casa no guardo los problemas bajo la alfombra. Los afronto y trato de solucionarlos. Y no me reconozco como un tipo con mal genio, que conste.

Consta. ¿La primera zarzuela que vio?.

«Luisa Fernanda» en Buenos Aires. Me llevaron mis padres. Mi familia fue una apasionada del teatro, sobre todo mi tía, que me llevaba siempre y a la que le agradezco esa pasión que me enseñó y que yo he tratado de prender en mis sobrinos, repitiendo ese comportamiento que a mi tanto bien me hizo. Recuerdo aquella primera vez, con los mantones en los palcos, que entonces se ponían en el Teatro Avenida. Precioso.

Vamos, que ya desde niño apuntaba maneras.

No distinguía entre ir a un teatro y a una boda. Solo sabía que me gustaba. Y mucho.

Qué empeño con decir que la zarzuela es de Madrid, ¿no le parece?

Es que no lo es. Es de las muchas Españas que viven en España. La hay de todas partes.

Por ejemplo...

«Mirentxu», que haremos la siguiente temporada, de Guridi.

Hay demasiados prejuicios con un género que de chico tiene poco...

La zarzuela ha sido mal tratada. Funciona aquí y allá donde va. Cuando llegas a un cargo quieres darle la vuelta al mundo en un día y hay que ir con calma. Hagamos los clásicos y volvamos a verlos con los ojos de hoy. No creo que haya que orinar en escena o chutarse para conectar con el espectador. Normalicemos y abramos miras.

Dicen que el «Proyecto Zarza» es su niña bonita.

Lo es. Y me encontré en las primeras audiciones con actitudes que me hicieron pensar mucho. Los jóvenes nos preguntaban: «¿Lo cantamos como zarzuela o como teatro musical»? Y yo me decía, ¿pero no es lo mismo? «Como quieras, como te sientas más cómodo», respondía. E invariablemente ellos adoptaban la postura de cantar en jarras y con falsete. Y la zarzuela no se canta en jarras, simplemente se canta. Es el teatro musical de la lírica española, absolutamente popular sobre cuya técnica no hay un libro escrito.

Estuvo a punto de rendirse.

Le comenté a un amigo que era imposible. Y acabamos trasladando la acción para las audiciones en vez de a Lavapiés a Manhattan. Y funcionó. La zarzuela no es localista, no es de la calle del Pez de Madrid, sino que habla un idioma que es universal.

Rápidamente: ¿Por qué los Gobiernos recortan siempre en materia de cultura?

Porque la confunden con ocio y no se dan cuenta de que es el alimento del alma.

Si España fuera una zarzuela, ¿cuál sería?

Es que no cabe en una sola...

Ya. En fin, a pesar de las altas temperaturas, ¿es más de sopa fría o de un plato de cuchara?

Yo siempre un plato caliente de cuchara.

Ariadna Grande canta «God is a woman» (Dios es mujer). ¿No nos estamos pasando con el empoderamiento?

Espero que no nos pasemos. De lo que sí estoy seguro es de que este es el momento de la mujer.

¿Cuántas veces le han dicho «no» en el teatro?

Solamente una.