Darío Villanueva

Darío Villanueva: «Sigo en Twitter a “la vecina rubia”. Agradezco que entienda a la RAE»

Entrevista con el director de la RAE

Darío Villanueba. Foto: Gonzalo Pérez
Darío Villanueba. Foto: Gonzalo Pérezlarazon

Siempre conviene que en medio de la tormenta haya un hombre tranquilo al timón; alguien con inteligencia que no pierda ni la templanza ni los nervios. Quién lo iba a pensar, pero en España el idioma importa. Hasta ha llegado a convertirse en una cuestión política. Y ahí está Darío Villanueva, el director de la RAE.

Siempre conviene que en medio de la tormenta haya un hombre tranquilo al timón; alguien con inteligencia que no pierda ni la templanza ni los nervios. Quién lo iba a pensar, pero en España el idioma importa. Hasta ha llegado a convertirse en una cuestión política. Y ahí está Darío Villanueva, el director de la RAE, intentando sosegar los ánimos y tratando de introducir cordura en unos debates envenados por la corrección política.

¿Cuál fue el primer libro que recuerda haber leído?

«La isla del tesoro» de Robert Louis Stevenson, en español, claro. Alguna vez he vuelto a leer algunos párrafos, no todo, porque conservo un gran recuerdo de él. Me dejó una huella considerable en la memoria y no ha desmerecido para nada esa primera impresión que me quedó.

¿Se lee igual de niño que cuando uno ya se ha hecho adulto?

Se lee de la misma manera... Yo siempre hablo del lector ingenuo, el lector auténtico y más genuino, el arquetipo del lector. Esa ingenuidad hay que mantenerla incluso cuando no se es un niño. El acto de leer es profundamente creativo. Proyectamos sobre el texto nuestro propio yo, pero nuestro yo cambia en función de experiencias, las lecturas y la cultura: lo que algunos llaman la enciclopedia personal. Un niño tiene una enciplopedia personal más reducida y un adulto la tiene más rica. El acto es el mismo, pero sigo pensando que la condición de ingenuidad es fundamental. La encicliopedia del lector cambia y eso produce que un mismo libro leído por la misma persona en diferentes momentos de su vida, resulta ser un libro diferente. El cambio del lector provoca un cambio en el libro.

¿La ingenuidad es la capacidad de mantener el asombro?

Exacto. Hay una expresión que viene del inglés que es la suspensión voluntaria del descreimiento. Es decir, cuando uno lee ficción, no un ensayo, solo por el hecho de empezar a leer, voluntaraiamente renuncia al descreimiento de lo que está leyendo. Acepta introducirse en ese mundo de ficción y acepta su lógica, sus normas. Si uno lee «Cien años de soledad» y actúa sin ese descreimiento conforme a una mentalidad reacionalista pura, el resultado es un fracaso total.

¿Qué latiguillos del verano le molestan?

Me molesta la publicidad en inglés, sobre todo en estos anuncios que son estacionales y que, algunos casos, termina resumiendo el mensaje en una frase en inglés. Me parece mal.

¿Qué libro se lleva en verano?

No hay uno, porque sería como tener un libro de cabecera. Va a parecer un topicazo, pero igual que en la cultura protestante siempre se lleva la «Biblia» consigo y se lee día a día, para mí eso es «El Quijote». Siempre lo tengo a mano. Lo he leído de corrido muchas veces, pero de manera habitual lo leo al azar, varios párrafos, y nunca me decepciona y encuentro justo lo que los lectores asiduos de la «Biblia» encuentran ella: algo de aplicación a la realidad en la que vivo, a los temores o las inquietudes que me puedan estar asaltando.

¿Y uno que no soporte?

Una vez me propuse, por razones simplemente de formación intelectual y sobre todo históricas, leer «Mi lucha» de Adolf Hitler. No tuve estómago para acabarlo.

¿Hay académicos díscolos?

-Sí que los hay, pero hay que perdonarlos porque tiene que ver con el ímpetu juvenil. Es una condición que va de suyo. Los que ya somos mayores lo comprendemos y los disculpamos.

«La vecina rubia» sigue a la RAE.

Y yo la sigo. Me encanta su función y le agradezco mucho el esfuerzo de comprensión del trabajo de la Academia, que en otros lugares no se encuentra. A veces nos encontramos injustamente tratados por críticas que nacen de un desconocimiento de cómo trabaja la Academia, que lleva 305 años intentado prestar servicio a la lengua.

Cuál es el secreto del éxito de la RAE respecto a las demás Reales Academias?

El mérito es el objeto sobre el que trabajamos: la lengua. La denominación de la RAE es la Real Academia Española. Pero la gente dice la Real Academia Española de la Lengua y en eso tienen razón porque la RAE se dedicó desde el principio únicamente al idioma. El idioma es de todos. Nos pertenece y, en consecuencia, nos sentimos vinculados a él. La RAE se beneficia del hecho de que es la institución que cuida del idioma y que ha hecho aportaciones significativas y que, con nosotros, hay otras 22 academias. Hay que pensar la importancia que esto tiene. La Academia es la primera a la que han seguido otras 22 que están repartidas por Europa, Asia, África y América. No hay otra lengua en el mundo que tenga algo semejante.

¿La corrección política es perjudicial?

Por supuesto. La corrección política es una forma de censura y la censura es perjudicial. Eso lo tenemos claro. Lo decimos siempre. Y marca una línea en la que la RAE se va a mantener siempre con firmeza. Para nosotros la corrección política es la neocensura y la lengua no se puede censurar y mucho menos puede ser que una institución nacida para favorecer la lengua se encargue de hacer de mamporrera de ella censurándola.

Las nuevas generaciones políticas, ¿cómo han influido en la oratoria del Congreso?

En la vida política española se está produciendo un fenomeno interesante: la incorporación de líderes pertenecientes a generaciones nuevas. Al ser políticos jóvenes aportan el reflejo de la lengua característica de su corte generacional. Pero al ser políticos lo hacen de una manera muy digna, elocuente, novedosa y rejuvenecedora para el debate. Estos nuevos líderes jóvenes significan un rejuvenecimiento de la oratoria política. Ellos son buenos exponentes de esta nueva oratoria.

Machirulo.

Es una palabra globo. Sube rápido y se pincha. Lo que ocurre con ellas es que pinchan y pierden fuerza. Así que seguimos la pista a la palabra. Es como si pusiéramos un espía a su lado para tomar nota de cómo le va. Si cumple los requisitos con los que trabajamos sobre la incorporación de neologismos se incoporará al diccionario.

¿Se espían las palabras?

Estamos constantemente espiándolas. Ellas no se enteran, pero son objeto de una observación continua que se plasma en una documentaicón amplísima. Tenemos una base de datos lingüística solo del siglo XXI con 300 millones de formas del español, de cómo se usan las palabras del español, en qué lugar, con qué frecuencia y en qué contexto y qué significan en cada una de esas realizaciones.

Nos quedaremos con el interrogante sajón?

Sería un error, porque la prosodia del español establece que las frases interrogativas tienen una entonación ascendente. En la escritura necesitamos indicar cuándo empieza esa frase interrogativa. Al hablar la entonación lo indica, pero al escribir, el signo del comienzo avisa de que entramos en una enunciación ascendente interrogativa. Puestos a prescindir tendría más lógica prescindir de la interrogación final, porque el punto diría: «aquí hemos terminado la frase». Es más necesario la primera interrogación que la última.

Todos, todas, «todes».

Pretender resolver el problema de lo que algunos llaman la visibilidad del género femenino en el español, ya que se identifica la «o» con el machismo y la «a» con la invisibilidad, aportando como solución en usar la «e», pues, bueno eso no se decreta en ningún lugar. Si eso lo dice mañana la RAE la risas se iban a escuchar en la Patagonia. Y tampoco lo puede hacer el Gobierno ni ningún Ministerio porque la gente habla como habla y habla como quiere. La lengua es el resultado de un pacto. No se puede imponer. La consecuencia es esa solución falsa. Valoremos a partir de ahora cuántos «persones», «academiques», «tenistes», «futbolistes».

¿QUÉ LLEVA EN LA MALETA?

Aparte de director de la RAE Darío Villanueva es un experto en la obra de Cela y Valle-Inclán. Un hombre de múltiples lecturas que suele llevar la maleta cargada de libros. Este verano lleva consigo la edición conmemorativa que la RAE ha preparado de Rubén Darío y «El Quijote», en la edición de Francisco Rico, de los clásicos de la RAE, una obra que consulta de habitualmente.