Suiza

Cuando un amigo se va

La Razón
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Como cuenta la famosa sevillana, «cuando un amigo se va, algo se muere en el alma». Esto es muy lírico, pero sí es cierto que la pérdida de un buen amigo, de un amigo de mucho tiempo, se lleva parte de tu vida, la que has compartido con él mismo, la que no recuperarás ya nunca. Si además el amigo que te ha dejado ha sido maestro de tantas cosas, de tantas alegrías, incluso has disfrutado de su gran generosidad, la pérdida no es solo dolorosa, es absolutamente irreparable. Añadamos que cuando los 50 los dejaste hace tiempo atrás, estas pérdidas te llevan a un estado de melancolía, incluso a reparar en que los tiempos se van agotando. Les cuento una anécdota. A final de febrero de hace dos años otro gran amigo organizó una cena para íntimos. No tiene que haber ningún motivo especial para reunir a la gente que quieres, pero en esta ocasión lo había: a Gonzalo Presa, que era «el invitante», le había tocado el Gordo de Navidad. Lista de invitados: Nati Mistral, Aline Romanones , Carmen Franco, Luis Gil , Beatriz de Orleans, Marilí Coll, María Rosa Orad y Rubén Domínguez. Los cuatro primeros de la lista han fallecido en corto espacio de tiempo. Luis Gil es el amigo fallecido. Cierto es que como dijo la duquesa de Franco en aquella cena: «Aquí estamos todos, salvo alguna excepción, cumpliditos de años». Luis ha sido uno de los mejores joyeros de este país. Era un gran creador, entre sus clientes estaban reyes, grandes financieros... Todavía, hasta hace escasos meses, creaba alguna pieza maravillosa encargada por algunos de sus clientes de siempre. Por poner un ejemplo, con la muerte de la condesa de Romanones ha salido en todas las revistas el famoso aderezo de esmeraldas y brillantes que había subastado en Suiza y que adquirió la princesa Corinna. El fastuoso collar, pendientes y sortijas eran una creación de Luis. Como ésas podría hablarles de muchas otras creaciones de gran fama en la alta sociedad internacional. Saco a colación el festejo porque Luis en un brindis dijo: «Amigos, algunos de los que estamos aquí hemos superado los 90, como es mi caso; otras están en ellos, pero lo importante es que aún estamos llenos de ilusiones y proyectos, que nos reunimos para reír, para vivir intensamente, nos iremos, pero dando a Dios gracias por la vida que nos ha regalado». Efectivamente, el regalo de Dios, supo, como pocos, compartirlo con los que quería.