Andalucía

El futuro del PSOE: dos años para orquestar el fin del «susanismo»

La destitución del portavoz Mario Jiménez el lunes pasado alimenta a los críticos, acallados en la era de la ex presidenta. Los «sanchistas» optarán al relevo en el próximo Congreso Regional

El futuro del PSOE: dos años para orquestar el fin del «susanismo»
El futuro del PSOE: dos años para orquestar el fin del «susanismo»larazon

La destitución del portavoz Mario Jiménez el lunes pasado alimenta a los críticos, acallados en la era de la ex presidenta. Los «sanchistas» optarán al relevo en el próximo Congreso Regional

Año 2012. El nombre de Susana Díaz salta a la primera línea política con su entrada en la Junta como mano derecha de José Antonio Griñán. Ya era a nivel orgánico la «número dos» del PSOE andaluz. En su imparable trayectoria se cruzó providencialmente el «caso ERE»: la imputación de los ex presidentes Manuel Chaves y Griñán obligó a dimitir a este último, dejando la Presidencia en manos de Díaz solo un año después, en septiembre de 2013. Dos meses después, un Congreso extraordinario la alzó como líder de los socialistas andaluces. Comenzaba así oficialmente el «susanismo».

Todo estaba atado, como lo estuvo en su reelección cuatro años después: en julio de 2017 se presentó a un combate sin oponentes. Y lo ganó. Pocas voces discordantes se han alzado en estos siete años contra ella. Cualquier atisbo de crítica es depurado de inmediato. Marca de la casa. El último en saberlo ha sido Mario Jiménez, el ya ex portavoz parlamentario, destituido de manera fulminante por cuestionar el rumbo tomado después de perder la Junta. La relación de ambos fue plácida mientras Jiménez ejecutaba y callaba. Díaz fue expeditiva desde el principio, dejando claras sus intenciones cuando Griñán los reunió para armar su sucesión: solo había sitio para uno. La diplomacia no se cuenta entre sus virtudes, cercana a la disciplina castrense cuando se trata de mandar aunque, paradójicamente, practica la desobediencia con sus superiores.

El inicio de la cuesta abajo del «susanismo» se sitúa en una fecha concreta: mayo de 2017, cuando sus aspiraciones de liderar el PSOE en España se frustraron. Su enfrentamiento –político y personal– con el presidente del Gobierno abrió una vía para los socialistas andaluces acallados hasta entonces, el «sanchismo». Arrinconados en cargos menores de la Junta y borrados de la dirección orgánica, quienes apostaron por su oponente vieron pronto recompensada su osadía. Alfonso Rodríguez Gómez de Celis es el más claro ejemplo. Juntos estuvieron en las Juventudes Socialistas y en el Ayuntamiento de Sevilla; cuando Celis optaba a ser candidato a la Alcaldía, la entonces secretaria de organización del PSOE promocionó a Juan Espadas –actual regidor sevillano–. Esa jugada se la cobró Celis trabajando para que Sánchez derrotara a Susana Díaz, como sucedió. A cambio, Sánchez le entregó la Delegación del Gobierno en Andalucía, primero, y recientemente ha sido elegido vicepresidente segundo del Congreso. Junto a la ministra María Jesús Montero es la pieza mejor posicionada para orquestar la sucesión de Díaz. Se habla incluso de que Celis podría optar a la Secretaría General y Montero a la Presidencia de la Junta.

Hace exactamente dos años que Díaz fue reelegida como líder de los socialistas andaluces y el paisaje ha cambiado sustancialmente para ella. Antes, la rodeaba un aura victoriosa. Desde que se enfrentó abiertamente a Sánchez solo ha cosechado derrotas: la más dañina la pérdida de la Junta. El peor resultado del PSOE –33 diputados, perdiendo casi medio millón de votos– ha puesto a Díaz contra las cuerdas. Tras las elecciones, Sánchez trató de «borrarla» de Andalucía ofreciéndole la Presidencia del Senado –ella lo rechazó–. A ese mismo destino quiso enviar Díaz al ya ex portavoz parlamentario, que prefiere continuar dejándose ver por los pasillos del Parlamento.

Uno de los grandes defectos de la líder socialista es la falsa realidad que se ha creado, rodeada de colaboradores de cuya boca no salen críticas. El otro es la soberbia con la que trata a sus oponentes, militen o no en su partido –al vicepresidente Juan Marín (Cs) llegó a retirarle el saludo pese a apoyar su investidura de 2015–. En plena crisis del «susanismo», la corriente «sanchista» ha encontrado un cauce por el que discurrir. Su punto débil es la atomización interna. A su favor, la larga lista de damnificados que la ex presidenta ha dejado a su paso es suficiente para dirigir un numeroso ejército de militantes descontentos con la actual gestión. Los «sanchistas» y «antisusanistas» tienen dos años para organizarse antes del próximo Congreso Regional, previsto en julio de 2021.