San Francisco

Francisco I, el carismático

La Razón
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Una marea humana. No se recordaba una muchedumbre igual desde la beatificación de Juan Pablo II. El primer ángelus del nuevo Papa convocó a una multitud de fieles en la Plaza de San Pedro. Jorge María Bergoglio, el Papa 266 de la Iglesia católica, proclamó su mensaje bajo una misma palabra: Misericordia. La misma que proclama Sevilla por la calle Adriano cuando Cristo duerme en brazos de la Piedad del Baratillo cada Miércoles Santo. Un Papa que ya deslumbró con su acercamiento a los periodistas, porque sabe que son un «instrumento insustituible para propagar el mensaje de la Iglesia». Francisco I es un Papa mendicante, con aires de renovación, pese a sus setenta y seis años. Que derrocha sencillez. Que se siente identificado con la pobreza. Quizás la elección de su nombre venga derivada de San Francisco de Asís, como él mismo ha dicho. Pero a cualquier persona cercana a la Compañía de Jesús se nos viene de inmediato el recuerdo de dos grandes santos jesuitas: el que fuera Duque de Gandía y Grande de España, San Francisco de Borja y el Patrón de las Misiones, San Francisco Javier. Dos verdaderos ejemplos de vida cristiana. El Papa iberoamericano, elegido por sus hermanos cardenales «de los confines del mundo», es tan jesuita como el Padre General o «Papa negro», Adolfo Nicolás, herederos –ambos– del legado de San Ignacio de Loyola. Es curioso, también, que los jesuitas tengan un voto especial de obediencia al Papa. Pero ahora será Benedicto XVI quien deba obediencia a un jesuita. No sabemos qué se dirán los dos, cuando se encuentren, el próximo sábado 23, en los Jardines Vaticanos de Castel Gandolfo. Pero estoy seguro que Francisco I, el carismático, llevará en su mente las palabras ignacianas del fundador: «En todo, amar y servir».