Cádiz

Kichi en el váter

De «excremento» ha tratado a los 4.066 administrados suyos que votaron el pasado 2 de diciembre a Vox

De «excremento» ha tratado a los 4.066 administrados suyos que votaron el pasado 2 de diciembre a Vox

El petardazo político de fin de año lo ha pegado José María González, a quien creíamos refinado tras una legislatura de pisaverde. En lugar del matasuegras, sin embargo, el alcalde de Cádiz ha querido animar el cotillón con unas declaraciones más propias de Kichi, su otro yo, ese carnavalero despeluchado que habla con voz pastosa y patosa a la salida de la carpa, donde el mal vino ahogó un talento que ya sólo da para alegorías escatológicas. De «excremento» ha tratado el Ilustrísimo Señor –lo es por su cargo– a los 4.066 administrados suyos que votaron el pasado 2 de diciembre a Vox, exabrupto que lo retrotrae a su etapa callejera, cuando emergía desde la nada apoyado en cierto gusto por el barullo. Uno, ingenuo, pensaba que las instituciones pasaban por González al tiempo que González pasaba por las instituciones, en vista de sus sinceros esfuerzos por revestir a la Alcaldía de dignidad, empezando por el detalle nimio del atuendo o continuando por un firme apartamiento del sectarismo y de algunas supersticiones progres, como ese pacifismo de pitiminí que trató de imponerle Pablo Iglesias con el asunto de las corbetas saudíes. Pues no. Con la precampaña en ciernes, ha regresado a la política de «caca-culo-pedo-pis» tan apreciada, al parecer, por las combativas vanguardias anticapitalistas: demócratas tan ejemplares que tratan de detritus al oponente y que llaman a la algarada callejera al día siguiente de las elecciones, si acaso el pueblo soberano no escogiese la papeleta de su agrado. Es posible que esta estrategia tensora dé algún resultado a corto plazo, pues así de exacerbados están los ánimos, igual que los ataques kamikazes retrasaron unos meses la derrota japonesa en 1945. Pero nunca, jamás de los jamases, merece la pena someterse a semejante envilecimiento.