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Melisa Faghir: «Decir hoy que hay una barbaridad de ayudas a la inmigración es una falacia»

«Con sangre y lágrimas» es la historia de esta joven mujer iraní para salir de su país con la ayuda de las mafias

Melisa Faghir presentó su primer libro el pasado miércoles en Sevilla, en el que aborda un infernal viaje para abandonar Irán junto a su madre y hermano / Foto: Ke-Imagen
Melisa Faghir presentó su primer libro el pasado miércoles en Sevilla, en el que aborda un infernal viaje para abandonar Irán junto a su madre y hermano / Foto: Ke-Imagenlarazon

Melisa Faghir huyó de Irán, su país natal, hace 22 años. Apenas tenía diez años de edad, pero la situación familiar obligó a su madre a recurrir a las mafias del tráfico de personas para abandonar el país junto a ella y su hermano. El destino inicial era EE UU, pero acabaron recalando en Sevilla sin saberlo. «Con sangre y lágrimas» (Editorial Samarcanda) es una obra biográfica en la que desgrana el antes y el después de un tormentoso viaje que ha marcado su vida para siempre.

–¿Por qué da ahora el paso de escribir este libro?

–Empecé a escribir la obra como parte de mi terapia. No estaba bien psicológicamente. Ocultar muchas de mis vivencias me estaba perjudicando. Mi depresión se hizo mayor a raíz de todo lo que he vivido.

–¿Cuál fue el detonante de la huida?

–Mi padre, que sufría esquizofrenia, y mi madre se divorciaron. Sufríamos maltrato. Los médicos no aconsejaban que viviéramos con él. Allí no existe libertad de expresión. En Irán cuando una pareja se divorcia, el hombre es el que tiene todos los derechos sobre los hijos. Allí es casi imposible sacar un visado y tuvimos que contratar a unas mafias para que nos sacaran del país.

–Eso ocurrió hace mucho...

–Ahora está peor, sobre todo desde que gobierna Donald Trump en EE UU. Hace sólo unos meses la ciudadanía salió a protestar a la calle y en Occidente ni siquiera nos ha llegado la noticia. El Gobierno controla Internet.

–En estas más de dos décadas, ¿nunca tuvo la oportunidad de volver?

–Hace once años volví para hacer un curso. Irán no permite la doble nacionalidad, pero tengo la tarjeta de residencia. Allí aún tengo a mi padre y a mi abuelo. Pero ya jamás podré regresar a mi país tras publicar este libro.

–¿Qué nos va a sorprender más del libro?

–Intento contar mi experiencia, pero también profundizo en un tema colateral como las enfermedades mentales. Cuando una persona entra en depresión, y la situación de los inmigrantes es propensa a ello, se dan situaciones de difícil explicación, como no ser capaz de levantarte de la cama, hacer tareas o llegar al extremo de no poder ducharse o asearse. El libro es un repaso de mi vida, las injusticias de Irán, la inmigración y las enfermedad mentales.

–¿Qué le parece la política europea con los refugiados?

–Desde mi punto de vista, cuando nosotros llegamos ponían menos problemas, aunque había menos ayudas que en la actualidad. Hoy hay más subvenciones, pero no se puede decir que sean una barbaridad. Si alguien lo piensa, es una falacia. Sólo dan para sobrevivir.

–¿Cómo fue su adaptación a Sevilla? ¿Somos los andaluces muy racistas?

–La gente aquí es muy acogedora. A mi hermano, que llegó con siete años, y a mí nos ha ido bien. A mi madre, no tanto. Yo estoy muy integrada, tengo amigos y una vida normal. Pero para ella fue diferente. Le costó mucho encontrar trabajo y tenía el hándicap del aprendizaje del idioma. Cuando llegamos no sabíamos nada de nada.

–A diario llegan a las costas andaluzas cientos de emigrantes. Las imágenes de la llegada de pateras han dejado incluso de ser noticia. ¿Qué siente usted?

–Sé que no podemos cambiar la vida de un inmigrante, pero sí podemos empatizar y ayudarlo. No me refiero sólo a la cuestión económica, sino a su integración en la sociedad. Lo que más cuesta es integrarse. Cuando veo las noticias, sinceramente me da mucha pena. Cuando una madre es capaz de ver más salida en el agua que en tierra firme, por algo será. Pero también soy consciente de que es difícil atender a tantísimas personas.