Literatura

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«Me molesta la gente que culpa a los demás de sus fracasos»

Richard Ford da una vuelta de tuerca a la novela de iniciación con «Canadá»

«Me molesta la gente que culpa a los demás de sus fracasos»
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Richard Ford da una vuelta de tuerca a la novela de iniciación con «Canadá»

A los 23 años, Richard Ford conducía junto a su novia por una perdida carretera del estado de Michigan. No tenía muy claro su futuro, pero no se sacaba de la cabeza lo genial que sería poder escribir una novela, en lugar de tener que ser abogado, por ejemplo. Casi 50 años después y convertido en uno de los autores más aplaudidos del mundo, asegura que todavía se siente igual. Acaba de publicar «Canadá» (Anagrama en castellano, Empúries en catalán) recibida unánimamente como una obra maestra, una de esas historias más grandes que la vida misma, que nos presenta a Dell, un adolescente cuyos padres acaban de atracar un banco.

– Esta es una novela que, aunque parezca increíble, no culpa a los padres de lo que acaban por ser sus hijos.

– Conozco a mucha gente que vive obsesionada con sus padres y que les culpan de las cosas más ridículas. Los padres del protagonista roban un banco y le cambian la vida para siempre, pero él se da cuenta de que uno ha de responsabilizarse de su propia vida, ser narrador y no sólo agente pasivo de las circunstancias.

– Algo que no hacen sus padres, víctimas de las circunstancias.

– Si, ellos viven sin pensar que sus actos siempre van a tener consecuencias. Acumulan una serie de malas decisiones, empezando por su matrimonio, que los llevan al desastre, algo que era muy fácil de prever.

– La tradición narrativa americana siempre ha dado mucha importancia a los padres

– Si, pero los libros lloricas que culpan a los demás de tus propios errores siempre dan malas novelas. Yo tuve unos padres geniales, no puedo valorarlo personalmente, pero mi mujer tuvo unos padres horribles, malas personas, y es alguien tierno, inteligente e increíble. Me molesta la gente que culpa a los demás de sus fracasos.

– Su padre murió, en sus propios brazos, a los 16 años. ¿Eso no le marca a uno?

– Sí, fue terrible, muy triste, pero al mismo tiempo liberador, en el sentido de que por primera vez lo vi como una oportunidad de hacer lo que yo quería.

– ¿Hay algo autobiográfico en el libro?

– No. Me refiero a que, que se muera tu padre, en la adolescencia, es normal, le pasa a mucha gente. Lo que no lo es, es que tus padres de repente decidan robar un banco y acaben en la cárcel.

-– También hace una reflexión de lo que es normal y lo fácil que es pervertir lo.

– Sí, la distinción de normalidad es fácil de definir, por lo que es también fácil de romper. Lo más importante es juzgarse a uno mismo y a los demás por lo que hacen, no por lo que son o donde han nacido. A veces hay gente que me dice «no me juzgues». Yo les contesto, demasiado tarde, ya lo he hecho, me da igual lo desgraciada que fuera tu infancia.

– El paisaje y la influencia de las fronteras también tienen su protagonismo

– En realidad, el paisaje siempre es algo secundario, nunca intercede en la historia. No hay una gran construcción cultural detrás de un paisaje. Tu ves una montaña y es muy bonita, pero a mí no me emociona tanto como leer un libro.

– ¿Le interesa más la cultura que la naturaleza?

– Por supuesto, el arte y el artista son para mí un logro mucho mayor que un águila o un río. Entiendo que otros no piensen como yo, pero lo que me llega cuando leo algo como «El cielo protector», de Paul Bowles, por ejemplo es mayor que mirar como llueve. Esa novela ha sido una gran influencia.

– La novela está sustentada en una gran historia, al contrario que la serie de «El periodismo deportivo», sustentada en un gran personaje, Frank Bascombe.

– Sí, es cierto. En ese sentido creo que es mi novela màs óptima. Creo que la mejor literatura es la que se sustenta en grandes historias además de sus logros literarios. Pienso en «El gran Gatsby», «El corazón de las tinieblas», y tantas otras.

– Pero usted consiguió notoriedad con la serie de Frank Bascombe

– Son novelas divertidas, inteligentes, pero creo que sin un gran historia no hay obras maestras.

– Además, esta novela puede ser una gran película

– Sí, tengo escrito el guión y he tenido ofertas, pero o eran de gente poco importante o no me ofrecían mucho. Tengo algo bueno y no quiero regalarlo.

– ¿Habrá nueva novela de Frank Bascombe?

– La estoy escribiendo ahora. Creí que "Acción de gracias"sería la última, pero habrá una final, con el personaje ya con 67 años.

– ¿Siente que le queda mucho por escribir?

– No. En el congelador de mi nevera tengo sobres con páginas y notas de futuras novelas, pero no creo que se pierda nada si no las escribo. Esta última sí que sentía que era importante escribirla. Se pasó 20 años en la nevera.

– ¿Suele tomar muchas notas?

– Siempre llevo una libreta conmigo. En esta última he escrito ideas para un cuento que hace cinco años que arrastro, notas para la novela de Bascombe, poemas de Seamus Heaney. Siempre apunto lo que se me ocurre.

La atracción hacia la frontera

Richard Ford siempre se ha sentido atraído hacia las fronteras porque literariamente ofrecen muchas posibilidades. «Por un lado, si las cruzas, está claro que va a pasar algo nuevo, que algo va a cambiar y esa atracción es casi hipnótica. Para un escritor, la sensación de cambio es fundamental», comenta. Él vivió muchos años en la frontera con el Canadá y siempre miraba la posibilidad de cruzarla y marcharse como algo seductor. «Cuando viví en Montana siempre tenía esa sensación de frontera y te creaba cierta incomodidad. Estaba tan cerca que te preguntabas qué pasaría al otro lado», reconoce. Ford es un hombre pragmático, que sólo cree en lo que puede ver con sus propios ojos, pero eso no quita que se reconozca un romántico.