Literatura

Barcelona

Sant Jordi no cierra en domingo

Pese a ser un día festivo los catalanes salieron en masa a comprar libros y la aclamadísima novela. ► «Patria» de Fernando Aramburu confirmó que ya es algo más que un fenómeno literario

Fernando Aramburu posando con uno de los muchos lectores que se acercaron ayer a pedirle su firma en «Patria»
Fernando Aramburu posando con uno de los muchos lectores que se acercaron ayer a pedirle su firma en «Patria»larazon

Este Sant Jordi tenía pinta de ser especial porque había no pocos rivales a los que enfrentarse. Por un lado estaba el hecho de que la fiesta recayera en domingo y, por otro, tuviera que batirse con el partido entre el Real Madrid y el Barça.

Este Sant Jordi tenía pinta de ser especial porque había no pocos rivales a los que enfrentarse. Por un lado estaba el hecho de que la fiesta recayera en domingo y, por otro, tuviera que batirse con el partido entre el Real Madrid y el Barça. Pero los libros fueron los ganadores ayer de una jornada en la que los ciudadanos salieron a las calles en masa. Pese a que el Gremio de Libreros de Cataluña quiso ayer ser moderado con las cifras, todo apunta a que ha sido uno de los mejores Sant Jordi en muchos años, con unas ventas que podrían ser un 10 por ciento superiores a las del pasado año.

El presidente del grupo, Antoni Daura, aseguró que «el hecho de caer en un día festivo no ha supuesto en ningún caso una disminución de la participación y la gente ha seguido saliendo a la calle para cumplir con la tradición de Sant Jordi». Pese a que las cifras definitivas de ventas y facturación no se darán a conocer hasta el jueves, se tiene la sensación de que la tendencia ha ido al alza como consecuencia de las ventas habidas el sábado y el domingo, algo que se visualizó especialmente ayer con las riadas de personas que salieron en Barcelona a las calles cercanas a plaza Catalunya, Rambla Catalunya, Paseo de Gràcia y las Ramblas.

Premio a la primera

«Patria», de Fernando Aramburu, demostró ser algo más que un fenómeno literario. La novela recientemente galardonada con el Premio de la Crítica se convirtió en la obra más buscada por los lectores. La tendencia ya vino dada desde primera hora de la mañana, cuando a las nueve y media empezaban a formarse las primeras colas de lectores que deseaban tener su firma en un ejemplar, algo sorprendente porque el autor iniciaba la sesión de rúbricas a las once de la mañana. Un feliz Aramburu, que era la primera vez que acudía a la festividad, aseguraba a este diario que «yo no rivalizo con nadie para ser el más vendido. Uno trabaja en soledad durante años y es emocionante el poder encontrarte con tus lectores. Hay un niño que llevo dentro que está luchando por salir».

La lista de los más vendidos en ficción en castellano la completan «Tierra de Campos», de David Trueba; «El monarca de las sombras», de Javier Cercas; «El laberinto de los espíritus», de Carlos Ruiz Zafón, última entrega de la serie iniciada con la exitosa «La sombra del viento»; y «No soy un monstruo», de la periodista Carme Chaparro, que debuta con buena mano en la narrativa de ficción ganando el Premio Primavera.

La ficción en catalán la encabezaron «Nosaltres dos», de Xavier Bosch, un autor que sabe desde hace años lo que es estar en lo más alto de Sant Jordi; «Rosa de cendra», de Pilar Rahola, la última obra galardonada con el Ramon Llull; «Un home cau», de Jordi Basté y Marc Artigau; «Quan arriba la penombra», de Jaume Cabré; y «La senyora Stendhal», de Rafel Nadal.

En cuanto al desembarco extranjero, la sorpresa y la admiración por la fiesta eran generalizados. Que se lo digan a Siri Hustvedt, que tenía siempre al lado a una traductora que le escribía los nombres para no equivocarse deletreándolos. «Es una gran sensación. Se acerca gente que me conoce muy bien y se interesa por mi trabajo. En tu casa escribes bajo el ojo de un lector imaginario. Verles las caras siempre es satisfactorio», señaló. Por su parte, James Rhodes tenía que firmar a tal velocidad, incluyendo múltiples regalos que le hacían sus admiradores, que a pesar de las prohibiciones se puso a fumar en pleno estand. Donna Leon, una veterana en visitas por Sant Jordi, seguía «encantada por la idea de que a las personas sí les gusta leer». Teju Cole, que no firmó ayer, prefirió hacerlo un día antes, pero se paseaba alucinado entre caseta y caseta con una cámara haciendo fotos sin parar. «Me he tropezado con una infinidad de amigos de Nueva York», confesó, dejando claro que la fiesta ya es un fenómeno internacional.

La gincana que han de hacer los escritores entre parada y parada de firmas es todo un reto. «Me han dejado una moto para poder llegar a tiempo», decía Pablo Martín Sánchez. Los que iban a pie tenían un riesgo. «De la Virreina a Portal de l’Àngel me han parado tres personas para que les firmara el libro, así que lo he tenido que hacer como he podido», comentaba Rafel Nadal, que cuando llegó a La Casa del Libro estuvo bien acompañado por sus nietos, que disfrutaron de lo lindo del enorme éxito de su abuelo, mientras éste hablaba con Donna Leon, una de sus autoras preferidas. Quien tampoco tenía un momento libre era David Trueba: el autor no dejaba de mandar besos en sus firmas.

Aunque no todo son carreras. Cristina Fernández Cubas estaba encantada de poder reencontrarse con sus colegas y hablar tranquilamente con sus lectores. «Mis primeros libros fueron para alumnos de bachillerato y me encanta encontrármelos ahora, una vez ya han crecido», aseguraba. También se encontraba con jovencitos ya crecidos David Cirici, cuyos viejos alumnos no dudaban en ir a verle y felicitarle por sus libros. Otros, como el actor Lluís Homar, disfrutaban como un niño con su primera experiencia en Sant Jordi. «Tengo la sensación de que no viviré algo así más, por lo que lo estoy disfrutando mucho», confesó, añadiendo que no cree que vuelve a escribir otro libro, «aunque antes también estaba convencido de que no escribiría el primero, así que...».

Una autora que se estrenaba, pero lo hacía muy bien informada, era Victoria González Torralba, hija de González Ledesma, de quien ha recuperado su personaje, el inspector Méndez. «Claro que me decía lo cansado que estaba al acabar, pero tampoco hablábamos de ello. Llevo su reloj, siempre lo hago cuando firmo libros», dijo. A su lado, Elisabet Benavent hacía estragos en el público más joven, mientras Luis Goytisolo tardó en llegar ante la angustia de sus editores. Pero apareció, por supuesto, incluso firmó primeras ediciones de 1958 de «Las afueras».