Valencia

Las campanas vuelven a sonar por San Agustín

Una de las iglesias más emblemáticas del «Cap i Casal» recupera su voz. Gracias a la pasión de su feligresía, la parroquia ha logrado recaudar el dinero necesario para adquirir unas nuevas campanas

El párroco de la iglesia, Javier Llopis, en un momento de la bendición de las cuatro campanas
El párroco de la iglesia, Javier Llopis, en un momento de la bendición de las cuatro campanaslarazon

Una de las iglesias más emblemáticas del «Cap i Casal» recupera su voz. Gracias a la pasión de su feligresía, la parroquia ha logrado recaudar el dinero necesario para adquirir unas nuevas campanas

Después de ochenta años en silencio, las cuatro campanas de la parroquia de Santa Catalina y San Agustín de Valencia volverán a sonar. Tras la celebración de San Agustín el pasado 28 de agosto, la iglesia del siglo XIII recibió cuatro campanas, que dotarán de todavía más vida a la ciudad.

Su párroco, Javier Llopis, celebra con gran júbilo su llegada. «Es un lugar emblemático al que le faltaban unas campanas», afirma.

Para él, estas son «como la voz de la parroquia; la llamada a los fieles para que participen de la celebración o para que se alegren, o compartan la tristeza en momentos de duelo, o recuerden que es un día festivo... Las campanas de alguna manera van marcando también el ritmo de la vida», expresa.

Respecto a por qué este mítico edificio de la ciudad no contaba con tan importante seña de identidad eclesiástica, explica que «las campanas se perdieron, como prácticamente todo el edificio, durante la guerra, con el asalto a las iglesias. Después, cuando se hizo la reconstrucción del edificio, había otras cosas más necesarias que reparar».

Sin embargo, señala que gracias a la pasión de su feligresía la Iglesia ha logrado recolectar el dinero necesario para la fundición y la instalación de las campanas. «Hace año y medio, más o menos, lo comentamos en el consejo pastoral de la parroquia y en la asamblea y a la gente le pareció bien, una idea bonita. Tenemos un campanario que se ve desde muchos sitios y es una cosa emblemática aquí en el centro de la ciudad, pero claro, está mudo. Así que pedimos primero autorización a la Conselleria, porque eso es un bien de interés cultural y cuando ellos dijeron que sí, pues nos pusimos en marcha».

Importancia histórica

Para Llopis, el edificio es de gran importancia histórica para todos los valencianos. «La iglesia es lo que queda del monasterio de los sanagustinos que se fundaron en tiempos de Jaime I. Esas tierras se las dio el rey Jaime a los sanagustinos, que fue una de las congregaciones que acompañó a servir a los soldados que reconquistaron Valencia», indica. «Cuando estos ganaron, el pago fue unos terrenos para construir un monasterio y seguir cuidando de los cristianos que iban a repoblar la ciudad de Valencia», asegura.

A ello, añade que en esta parroquia «se conserva también la imagen de Nuestra Señora de Gracia, que es la primera patrona de la ciudad, antes de la Virgen de los Desamparados». Por ello, asegura «es un lugar que los valencianos, de alguna, manera también quieren y recuerdan».

En cuanto al tipo de personas que van a su misa, confiesa que «esta parroquia es muy peculiar: hay unas personas estables, que viven aquí alrededor y siempre vienen... pero también es una parroquia muy de paso: está en un lugar muy céntrico, muy emblemático, hay mucha gente. La misa de los domingos siempre está llena».

Las nuevas campanas fueron fundidas en Italia y elaboradas por la empresa valenciana 2001 Técnica y Artesanía. Cada una lleva un nombre: «Santa Catalina», de unos 100 kilos de peso; «San Agustín», de 120 kilos; «San José», de 250; y «Nuestra Señora de Gracia», de 350 kilos.

Ante la instalación de las campanas, que fueron bendecidas en la celebración de San Agustín, Llopis explica que sonarán «unos minutos antes de la misa de la mañana y de la tarde y voltearán en los días de fiesta, como el día de Navidad.

Ante el sonido de estos instrumentos, es conocedor de que «aquí se ha perdido la costumbre de escuchar campanas» y, por tanto, algunos vecinos se pueden sentir molestos. «Pero a veces no molesta el ruido de las campanas, sino lo que significan», esclarece.

«Las campanas me recuerdan que Dios existe. La vida es algo más que el ajetreo de cada momento, y eso también puede molestar», apunta.

«Las campanas más importantes no son las cuatro que un día suenan en el campanario y que son muy bonitas, sino las que hace sonar cada uno de los cristianos que se encuentran en todo el mundo».