Madrid

Che Guevara: el James Dean del comunismo termina en un contenedor

Al propietario quizá ya no le cabía en su horma vital

Un cuadro con la imagen del Che Guevara depositado en un contenedor de escombros y basura en una calle del centro de Madrid.
Un cuadro con la imagen del Che Guevara depositado en un contenedor de escombros y basura en una calle del centro de Madrid.Alejandro OleaLa Razón

Es una ensoñación, pero allá donde esté Che Guevara, al ver su imagen en un contenedor, cogería prestado un par de frases de Joaquín Sabina y diría: «Y me abandonó, como se abandonan un par de zapatos viejos...». No se puede desdeñar que ha sido esto lo que ha sucedido: que al propietario de su imagen, quizá colgada en el salón o el despacho –en el dormitorio sería un exceso– el Che ya no le cabía en su horma vital y puede que le haya cambiado por una de esas imágenes enmarcadas que se venden por internet de naturaleza o quizá el póster de alguna película o serie. El caso que el susodicho/a se ha quitado la máscara de revolucionario/a del salón de su casa y ha enviado a Guevara a la basura. Sin pena ni guardarle el luto pertinente a quien pongamos que era el reflejo de su conciencia pegado en la pared.

Tanto es el desapego que las chicas que le miran en su segunda tumba no se sabe si lo observan con desdén o por esa espantosa reinterpretación con ese rojo de fondo y detalles azules que tiran para atrás. Otra profanación: el que quiso innovar a partir de la fotografía de Korda se lució haciéndose un «Warhol» de dudoso gusto.

No hace muchos años, y los que quedan, cuando se era joven y se tenían ínfulas de que al mundo había que darle un repasito por la izquierda, y si pudiera ser de pensamiento único –el Che fue cómplice de un dictador y no le tembló el pulso en dictar ejecuciones como otros hacen la lista de la compra– a Guevara se le tenía en casa como una suerte de dios pagano. Luego tuvo la mala suerte para él, pero no para el «merchandising», que el mercado (la primera en la frente) vio en él al James Dean del comunismo: murió joven –asesinado, suerte que no corrió el actor– y dejó un bonito cadáver, lo que arrobó a muchos. Ahora su destino es un contenedor, como las sillas que cojean, los televisores obsoletos que no son «inteligentes» y los azulejos del baño cuyo diseño se ha quedado antiguo. Como el Che, que ya ni siquiera es «vintage».