Cultura

Los aplausos de los balcones llegan al teatro

“Un espectador accidental o Las ocho de la tarde”, que se representará en el Teatro Lagrada de Madrid, revive aquellos intensos días de confinamiento

Escena de la obra, que podrá verse en el Teatro Lagrada
Escena de la obra, que podrá verse en el Teatro LagradaLa Razón

El desconfinamiento trajo consigo el abandono del único evento social físico que la población podía disfrutar en compañía de personas no convivientes. Aquella cita de las ocho de la tarde para aplaudir en apoyo al personal que estaba en primera línea de la pandemia y que se convirtió en un símbolo de cohesión social en tiempos de Coronavirus. La obra ‘Un espectador accidental o Las ocho de la tarde’ revive este acto social y teatral que puso de relieve la necesidad generalizada del contacto físico entre personas, ‘del contacto entre los cuerpos que viven un mismo momento’, en momentos marcados por el distanciamiento social. Esta representación de la compañía Montajes en el Abismo, es además una apuesta decidida por un teatro en vivo y sin pantallas, que saldrá de “su confinamiento” el próximo 2 de abril a las 20 horas, y podrá verse en el Teatro Lagrada de Madrid durante dos semanas.

En concreto, se trata de una propuesta que pone el foco en el acto social y teatral de los aplausos de las ocho de la tarde y se pregunta por los motivos que llevaron a millones de personas a participar en ese acto y sobre las satisfacciones que se producen por la unión de cuerpos que aplauden y se miran. En palabras del escritor y filósofo Santiago Alba Rico, autor de Ser o no ser (un cuerpo), “no hay nada más decididamente escénico que un balcón asomado sobre un patio de butacas. Desde este punto de partida, Jorge Jimeno interpela del modo más brillante e incómodo una cuestión, a mi juicio, decisiva: qué hacer con nuestros cuerpos allí donde ya sólo pueden ser o superfluos o amenazadores”.

Producir en el abismo

Ana y Jorge, además de fundadores de la compañía Montajes en el Abismo, son los personajes protagonistas, reales y ficticios, de esta historia producida en tiempos muy difíciles para la creación y exhibición teatral. “Si producir teatro es siempre una aventura al filo de lo imposible, hacerlo en tiempos de COVID es probablemente una temeridad. Somos conscientes de ello”, afirma Jorge Jimeno, que es también el autor del texto.

Esta es una obra que nació en el abismo de la “nueva normalidad”, producida durante el verano del 2020 y pre-estrenada en octubre en la Sala Real de Becerril de la Sierra con una clara intención: la apuesta irrenunciable al teatro en vivo y sin pantallas. La obra es, en sí misma, una invitación a no renunciar a la magia y satisfacción del teatro porque, como recita Ana en la función “hay algo que solo se recibe de los cuerpos que están cerca, de los cuerpos que viven un mismo momento”. Así lo resaltaba la Organización Mundial de la Salud (OMS) en un informe publicado antes del Coronavirus, donde se destacaba que llevar el arte a la vida ofrece una dimensión adicional que contribuye a mejorar la salud física y mental.

Como Montajes en el Abismo son muchas las compañías de teatro que siguen apostando por el teatro en vivo y sin pantallas, a pesar del incierto futuro del sector con limitaciones de aforo y, sobre todo, con una disminución dramática de las contrataciones por parte de ayuntamientos y otras instituciones públicas sobre las que se sostienen económicamente las pequeñas compañías de caras poco conocidas y responsables de llevar el teatro a todos los rincones del Estado.

Alejarse del mensaje ó el desafío de la reglas

Esta obra no pretende mandar un mensaje de desafío a las reglas, según indican desde la compañía. “Nuestra única pretensión es crear un espacio para que resuenen en el público asuntos como las reglas sociales, la hegemonía de la imagen, el lugar donde han quedado relegados los cuerpos...”, explica Jorge Jimeno.

La intención por tanto de Un espectador accidental o Las ocho de la tarde es que cada espectador construya su propio mensaje, que le otorgue a la obra un sentido propio construido a partir de su mirada, lo que en opinión de Jimeno “es el mayor grado de participación que puede tomar el público, y que desde luego no requiere de ninguna tarea adicional más que la de su atención”.