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¿Hemos dicho adiós a Filomena?

La ola de calor que vivimos y la histórica nevada de enero que cumple ahora seis meses pueden tener un origen común: el cambio climático

Una persona avanza con esquíes junto a la fuente de Cibeles, cubierta de nieve por la borrasca Filomena, el pasado enero
Una persona avanza con esquíes junto a la fuente de Cibeles, cubierta de nieve por la borrasca Filomena, el pasado eneroJesús HellínEuropa Press

Son caprichos del calendario. Justo ahora que los madrileños se preparan para afrontar el fin de semana más cálido del año, con temperaturas de hasta 41 grados, se cumplen seis meses de su reverso climatológico: 22,3 millones de metros cúbicos de nieve en poco más de un día, temperaturas de -10 grados y, en general, una capital y una región paralizados por el frío. Hasta el punto de provocar un confinamiento que, por una vez, nada tenía que ver con el coronavirus.

La borrasca bautizada como Filomena irrumpió hace ahora medio año. Aquel frente procedente del Atlántico norte interaccionó con la masa de aire muy frío que nos venía acompañando desde navidades. El resultado, una borrasca invernal perfecta. Ahora bien, ¿fue un accidente meteorológico? ¿O más nos vale acostumbrarnos a fenómenos similares en los próximos años?

«La nevada asociada a la borrasca fue tan extrema y excepcional que tiene muy pocos precedentes en la zona donde se produjo. Por ello, aunque no se puede descartar que en un futuro pueda repetirse una situación similar, es muy poco probable a corto plazo», explica a LA RAZÓN Rubén del Campo, portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). Hay que tener en cuenta, apunta, que, «en los últimos cien años, tan solo se acerca, en Madrid capital, la nevada de marzo de 1971, aunque los acumulados de Filomena, en general, fueron mayores».

Hay una pregunta inevitable. Cada vez parece más frecuentes la ruptura de registros: nevadas no vistas en un siglo, olas de calor que obligan a tomar medidas públicas o lluvias con pocos precedentes –por ejemplo, la que cayó sobre la capital el pasado junio–. Todo ello, además, en un período muy corto de tiempo. ¿Están ligados estos fenómenos al cambio climático?

«Fue un fenómeno tan excepcional que es difícil poder realizar una atribución directa», responde Del Campo. Ahora bien, «sí está claro que un episodio de nevadas y frío intenso como aquel no desmiente el calentamiento global, y que el cambio climático está aumentando la frecuencia e intensidad de fenómenos extremos, como olas de calor y precipitaciones intensas».

«La posibilidad siempre existe. Nadie puede decir que no. Nadie puede asegurar que vaya a ser en un año, dos o en cien años. En teoría, es un fenómeno bastante extraño. Pero en un escenario de cambio climático como el que estamos viviendo, los modelos nos indican que el número de fenómenos extremos va a crecer», afirma por su parte Daniel Santos, doctor en Ciencias Físicas de la Universidad Complutense y ahora mismo, miembro del Instituto de Meteorología de Dinamarca.

Santos prefiere hablar de «cambio climático» antes que de «calentamiento global». ¿El motivo? «El término “calentamiento global” suele inducir a error. La gente piensa que se van a producir más olas de calor. Y realmente no es eso. El clima se desplaza hacia el lado cálido, pero eso, lo que genera, es un cambio de patrones: no es solo que el clima se vuelva más cálido, sino que se da un aumento de los extremos. ¿Que sean como Filomena? Igual no. Igual puede ser un fenómeno extremo de calor. O una ola de frío en la que no haya nieve», argumenta.

De lo que no caben dudas es de que estamos inmersos en «un cambio climático de origen antropocéntrico. Es decir, no natural y forzado por la actividad humana e industrial. Sí que hay un aumento de la temperatura media de la Tierra. Pero hay que tener en cuenta lo que es una ’'media’': si tú tienes un millón de euros y yo tengo cero, la media dirá que tenemos 500.000 cada uno. Y no es así. La temperatura media está aumentando a una velocidad que no puede ser atribuida a causas naturales. Hay un forzamiento que es el efecto invernadero y eso genera un aumento de la temperatura de la Tierra».

Así, el problema no es que la temperatura suba mucho, sino que esa «descompensación está siendo muy rápida». «El sistema climático sería capaz de adaptarse en una subida lenta y de causas naturales, correspondiente a la variabilidad natural. Pero desde la era industrial, y debido al impacto de los gases de efecto invernadero, esa subida ha sido brutalmente rápida». ¿La principal consecuencia? «Un sistema inestable. Si sacas un péndulo de su centro, rápidamente va de lado a lado. Eso es lo que está pasando: del centro, que es la temperatura media, va al lado derecho, que es la temperatura más cálida. Pero eso no quita que dé bandazos y se produzcan otros fenómenos asociados a esas oscilaciones».