Gastronomía

Sidi Ifni o la taberna del barrio en Malasaña

En el decorado de este confortable bar todo gira en torno a la barra, tan auténtica como Tony Leblanc y su tigre de Chamberí

Bar SIDI, en Colón 15, Madrid
Bar SIDI, en Colón 15, MadridGonzalo Pérez MataLa Razón

Un ilustrado, de los planes de educación antiguos, podría pensar que el nombre de este bar hace alusión a la que fue provincia 51 de España y última de las colonias. Pero ese rincón de Ifni, pedazo borroso de la historia española, y olvido del que un día como hoy se cumplen 64 años, no es el que da nombre a este auténtico bar de Malasaña. El nombre también se ha respetado aquí, como voluntad de sus primeros dueños, que en 1943 decidieron juntar sus sílabas para arrancar este bar de barrio de toda la vida, que debería de existir siempre, en cada esquina, para tranquilidad de quien necesita una barra donde naufragar. Y que, como en una farmacia de guardia, aquí se levanta el cierre a las 7:30 para empapar con churros o porras el primer cafelito antes del currele.

O también el inevitable y jugoso pincho de tortilla, la bollería para quien necesite dosis de azúcar y afrontar el garboso enjambre madrileño; o el sándwich mixto rescatado de aquellas añoradas cafeterías de la Gran Vía.

Bar Sidi. Dónde calle Colón, 15

Ángel y Víctor han recuperado con esmero y mucha clase esa taberna que tuvo su esplendor en los años 70. La moldura de altorrelieve que descubrieron al destape del falso techo, el catálogo de mármoles que salían de las canteras de toda España como emigrantes hasta llegar a la capital, rosa Valencia, amarillo Triana, rojo Alicante o sierra Elvira, que forran y colorean las paredes de este local, dándole ese carácter que tienen los lugares de culto antañones. Además, para los eternos melancólicos y otros ávidos de historia, una colección de botellas de vinos y Brandy jerezanos, acompaña a esa moldura por todo lo alto. Así, a golpe de míticos nombres, y recorriendo las estanterías que las alojan, se podría escribir la historia del Marco de Jerez, como las de bodegas del Cuvillo, origen de soleras como sangre y trabajadero y dueños que fueron de la viña El Limbo; o botellas con etiquetas tan rarunas como las de Bobadilla y cía con su anís alcázar, o la del «cognac español» General Prim, de Cayetano del pino, o su «sparkling sherry» Don Quijote, entre muchas otras. Puedes quedarte encalabrinado mirando o adivinar en qué soleras andarán ahora los vinos que dieron origen a estas botellas.

En el decorado de este confortable bar todo gira en torno a la barra, tan auténtica como Tony Leblanc y su tigre de Chamberí. La barra en la que si pones un pie en su estribo, no te sacan ni los geos de allí. Sobre todo, cuando por empiezan a despacharse muestras de placer castizo como su especial ensaladilla rusa, la sabrosa tajada de bacalao, la alegre oreja frita y picantona, o ese inevitable bocadillo de calamares, una de las estrellas de la casa.

También hay una reivindicación de los platos eternos hoy olvidados, caso de los desdeñados huevos a la flamenca, servidos como manda la versión tradicional y el recetario de la cocina del cuaderno de espiral y hoja cuadriculada. Paco Navarro es el encargado de este esquinazo del barrio malasañero, pródigo en luz y jarana, y en el que se agolpa el público híbrido de la zona.

Como muestra de intenciones y atenciones, está el Bloody Mary servido en vaso largo y ancho, y de pique a gusto del consumidor, con el ridículo precio de 6 euros como gancho para los que se dejan querer por este personal infalible. Otro arpón de esta larga y ancha barra, es el despliegue de las cervezas tan de moda, como estas peculiares de Águila sin filtrar, IPA lagunitas, que como buena californiana no deja indiferente a nadie. Y la rubia irlandesa Guinness HOP house 13 que como dicen sus defensores lleva mucho mas de todo y es moderna.

Angelito, orgulloso de haber nacido gato en el descampado de 4 caminos, entonces de andrajosa picardía y matonería esquinera, vuelve a sus calles de los madriles, hoy las más llenas de rumba y garbo, para no acostumbrarse a la plácida felicidad burguesa del otro lado del puente cuatroca. Y como siempre apetece a los sabios de las barras, su proyecto de rescate de lo esencial del placer y regocijo, es hoy el corazón y punto de encuentro de este barrio de disfrutones del frenesí callejero.

No te pierdas

Oreja picantona frita con tomate

► La oreja que tanta gloria ha dado a la ciudad por los bares de los aledaños de las Ventas y de las tabernas de la zona del pecado, aquí suavemente frita con un rumboso tomate picantón. Los otros grandes sabores en Sidi son la ensaladilla rusa y la sabrosa tajada de bacalao.
Bar SIDI, en Colón 15, Madrid.
Bar SIDI, en Colón 15, Madrid.Gonzalo Pérez MataLa Razón