Madrileños

Los poetas del Rastro de Madrid: “La gente se nos acerca para que convirtamos alguna vivencia en arte”

Se sientan cada domingo con su máquina de escribir para, a partir de una palabra, improvisar un poema

Poetas del Rastro, quienes con una palabra te crean una poesía a máquina de escribir.
Poetas del Rastro, quienes con una palabra te crean una poesía a máquina de escribir.Jesús G. FeriaLa Razon

Entre los cientos de puestos que, cada domingo, se colocan en El Rastro madrileño, y entre el bullicio de la multitud que pasea por las inmediaciones de la Plaza de Cascorro, hay un pequeño oasis de intimidad. Allí, junto a un árbol enjuto, están los poetas Pablo Urizal, Nuria Herrera y Álvaro Piedelobo. Cada domingo se reúnen allí con sus máquinas de escribir y bajo una premisa: «Dame una palabra y la convierto en poema».

«Calvo», le dicen dos chicos jóvenes a Urizal. «Queríamos que nos sorprendiera con una palabra difícil», explican. Una madre y sus hijas se acercan a Herrera para que plasme en sus versos el recuerdo de este viaje que han hecho juntas desde Avilés (Asturias), ya que una de ellas vendrá pronto a estudiar a la capital. En seguida se ponen a teclear en sus máquinas de escribir, mientras Piedelobo prepara otro poema especialmente para este periódico.

«La gente se acerca, nos da una palabra, un tema», dice Urizal. «Puede ser cualquier cosa, pero por lo general siempre nos cuentan una historia o alguna vivencia que tengan la necesidad de plasmar, de convertir en arte». A partir de ahí, ellos improvisan el poema. Y surge la intimidad. «Cuando lo tenemos listo, se lo recitamos, porque siempre nos gusta tener ese momento de comunicación con la persona, haciendo así que toda la acción tenga un sentido».

Pablo Urizal lleva una editorial, L’Ecume Incendiaria. Tiene, además, varios libros publicados. En esta actividad lleva ya unos seis ños. Empezó junto a Nuria Herrera, de la mano del colectivo Momento Verso, creado por Alejandro y Tania Panés. «Ellos son quienes trajeron esta actividad a Madrid, hace unos ocho años», explica Urizal. A partir de ahí se han ido uniendo muchos otros poetas más a lo largo de los años, como Piedelobo, que se unió hace unos cinco años, pero ha sido más intermitente ya que lo ha compaginado con giras por España, Chile y Argentina. «Es bonito ver cómo la actividad ha ido creciendo poco a poco», continúa Urizal. De hecho, actualmente en Madrid hay unos diez poetas que, bajo esta actividad, inundan las calles de poesía, no solo cada domingo en El Rastro, sino en otros enclaves. A Herrera, por ejemplo, se la puede encontrar desde hace siete años en el Palacio de Cristal. Piedelobo está en el Templo de Debod y, Urizal, en El Prado.

El Rastro de Madrid. Foto a poetas del Rastro quienes con una palabra te crean una poes’a escrita maquina de escribir.
El Rastro de Madrid. Foto a poetas del Rastro quienes con una palabra te crean una poes’a escrita maquina de escribir.Jesœs G. FeriaLa Razon

«A veces parece que la poesía ha pasado a un segundo plano, pero nada más lejos de la realidad», dice Urizal, señalando la gran cantidad de gente que se acerca a su encuentro. Para él, «lo bonito de salir a la calle es poder detener el tiempo, poner delante de la gente la poesía y compartirlo cara a cara». Es, además, una actividad que ayuda a que la gente sea capaz de comprobar que algo importante o emocionante en su vida se puede convertir en arte. «Por aquí cada domingo pasa gente, cada uno con sus emociones, sus historias», relata Urizal. «Al final, cada persona es un mundo, y es muy emocionante conectar con cada uno de ellos y encontrar algo único».

La primera vez que Nuria se sentó en la calle a escribir poesía fue en 2015. Después conoció Momento Verso, y desde entonces está plenamente comprometida. «Para mí esta actividad es la oportunidad de ser yo en plenitud, así como de sentirme útil», asegura. Tanto es así que lo define como «un servicio», pero también «una forma de crecimiento personal». «Es tan bello que es normal que otros poetas se hayan ido animando con el paso de los años a encontrarse con la gente en la calle», dice. «Es sentarte en el vacío, abrirte a la poesía y dejar que la magia surja entre tú y la persona que te está dando su palabra o contando su historia», afirma. Además, señala que es algo que la ha ido curtiendo poco a poco, ya que desarrolla «esa capacidad de tener el poro y el oído abierto a los demás, a trabajar la escucha».

Para Piedelobo, por su parte, si bien reconoce lo mucho que disfruta de ir cada domingo a El Rastro, confiesa que en el Templo de Debod, al ser un lugar más tranquilo, tiene mayor oportunidad de «conversar con la gente, tener un espacio de calma». «Siento que el ejercicio de escuchar te facilita la apertura para ver lo diverso que es el mundo y entender la amplitud de las emociones», dice, convencido de que, a pesar del ruido y la velocidad de la vida actual, seguimos teniendo necesidad de poesía. «A poco que rascas un poco, las personas dejan florecer sus emociones», asegura, «pero es la poesía la que sirve de puente». Mientras, el traqueteo de las máquinas de escribir se impone al ruido de El Rastro. Deben pensar bien las palabras, porque no se pueden eliminar. Lo que escriben permanece para siempre. Las emociones no se borran. Los versos, tampoco.

Una poesía y un viaje a París
Momento Verso nació de un viaje a París de los hermanos madrileños Alejandro y Tania Panés, donde conocieron a un poeta que improvisaba poemas para los viandantes en la capital francesa. Importaron la idea y esta, poco a poco, fue creciendo, pero sin perder un ápice de su capacidad para sorprender. Nuria Herrera fue una de las primeras en unirse, y ahora es una cara muy visible del colectivo, no solo porque lo representa en distintas iniciativas que van surgiendo en diversos puntos del municipio, sino también en las redes sociales. «Me comprometí hace siete años con esto contra viento y marea, en invierno, en verano», dice Herrera. Ha llegado, incluso, a crear un poema que habla sobre todo esto. Llamado «Fundación», sus primeros versos dicen así: «Yo bajé a la calle para poder llamar al mundo, mundo a mis manos, manos al servivir, dinero para sentirme sentada en el único asiento que tenemos y para ver pasar sólo lo bueno para poder llamar al ojo, ojo tiempo del cielo al invierno para que me pudiera encontrar la suerte hecha de todos mis deseos».