Tesoros

Te descubrimos el Museo Cerralbo de Madrid: una casa palacio indemne al paso del tiempo

El Museo Cerralbo lleva más de un siglo trabajando en lo que fue un día y el valor que le diferencia del resto

Carmen Jimenez, directora del Museo Cerralbo.
Carmen Jimenez, directora del Museo Cerralbo.Alberto R. RoldánLa Razón

Entrar en el Museo Cerralbo significa viajar un siglo atrás en el tiempo y adentrarse en un nuevo mundo. Es descubrir y entender lo que era una casa palacio de finales del siglo XIX y principios del XX. Algo habituales en aquella época, pero de las pocas que quedan hoy en pie dentro de la Comunidad de Madrid. Y referente obligado como casa-museo para conocer la forma de vida de la aristocracia madrileña.Esto ha sido posible gracias a sus inventarios, que recuperados en la primera década de este siglo, ha permitido recrear minuciosamente cómo era la casa del XVII Marqués de Cerralbo hace un siglo. Cabe destacar que no fueron años fáciles para su conservación, la Guerra Civil y su posición estratégica, al lado de la actual Plaza de España, la convirtió en blanco fácil durante la batalla. Sin embargo, su entonces director, consciente del valor que esta documentación tenía, la resguardó durante un tiempo en una caja fuerte de un banco y cuando este ya no era seguro, la escondió en los sarcófagos de las momias del Museo Etnológico, para el que trabajaba.

Pero para conocer sus orígenes, debemos remontarnos años atrás. Este palacio fue construido de nueva planta para una familia poco habitual en aquella época. Don Enrique de Aguilera, Marqués de Cerralbo, se casó con doña Inocencia Serrano y Cerver, una mujer bastante mayor que él, viuda y con dos hijos de su edad que además eran amigos suyos. Es decir, contrajo matrimonio con la madre de sus amigos que pasaron a ser sus hijastros. Esto los convertía –y así lo corroboran las crónicas de la época- en una familia que se entendía y que viajaba mucho por toda Europa. Después de tomarse su tiempo y de tomar nota de cómo querían que fuese su nuevo hogar, fue en 1892 cuando se trasladaron desde la estrecha calle del Pez a su «hôtel particulier» en una zona de expansión con grandes ensanches, agua y luz eléctrica que hoy podría considerarse La Moraleja.

Conocerles a través de sus objetos personales

Construido entre 1883 y 1893 por tres arquitectos, Alejandro Sureda, Luis Cabello y Aso y Luis María Cabello Lapiedra, fue concebido desde un primer momento como vivienda y lugar donde exponer de forma armónica las obras de arte, antigüedades y curiosidades reunidas por el afán coleccionista de sus propietarios. Y es que aunque la cuenta atrás por la creación institucional del museo no llega hasta el fallecimiento del Marqués de Cerralbo en 1922, la intención de hacerlo viene de mucho tiempo atrás. Así lo habían hecho público en numerosas ocasiones y lo reflejan las crónicas de la época y posteriormente, lo haría el testamento de su propietario. De este modo, todo lo que era objeto de museo fue inventariado, mientras que el ajuar doméstico –como plata y joyas- fueron subastadas y las ganancias destinadas a obras benéficas. Algo fundamental para entender lo que hoy en día puede encontrarse en el Museo como lo que no. Los títulos serían heredados por los sobrinos y sobrinos nietos del marqués, pues la familia moriría sin descendencia alguna. Desde el pasado día cuatro, podemos conocer a los cuatro miembros de esta familia gracias a la exposición «Presencias: el legado de una familia», compuesta por los objetos más personales de cada uno de ellos.

Carmen Jimenez, directora del Museo Cerralbo.
Carmen Jimenez, directora del Museo Cerralbo.Alberto R. RoldánLa Razón

El ya Museo está compuesto de cuatro plantas: semisótano, piso entresuelo, piso principal y buhardillas. En el semisótano y las buhardillas, antaño dedicados a servicios del palacio tales como cocinas, despensas, cocheras, cuadras, guadarnés, calderas y cuartos de criados, hoy se encuentran el salón de actos y las áreas de uso interno. Mientras que la visita transcurre por los dos pisos restantes, el primero o entresuelo, destinado a la vida cotidiana de los marqueses, y el segundo o principal, dedicado a la vida social. En su mayoría, estas estancias cuidadosamente ambientadas y dispuestas en lo máximo posible como lucían hace un siglo. En estas se pueden encontrar pinturas de los siglos XV al XIX, con obras de El Greco, Zurbarán o Van der Hamen, bustos de emperadores romanos y otras esculturas. Una variada representación de armas y armaduras, una ilustrada biblioteca, una importante colección numismática de más de 25.000 piezas y otra de cerca de 70 relojes la mayoría, en funcionamiento. Un concierto para los oídos.

Fue hace casi treinta años cuando su actual directora, Carmen Jiménez, sintió el flechazo por este museo. Aquí trabajó primero como colaboradora externa y tiempo después como conservadora durante tres años. La noticia de la repentina jubilación de su antecesora le llegó siendo Subdirectora General de Museos Estatales, pero no se lo pensó. «Hubo gente que me dijo que era bajar de categoría profesional, pero para mí era volver a casa», confiesa a LA RAZÓN. El Museo ofrece un amplio programa de actividades culturales. Este año ha sido especial para la directora, pues se celebra el centenario del fallecimiento del Marqués de Cerralbo. Gracias al apoyo de nueve museos de toda la geografía española, la unión de sus fuerzas ha resultado en un extenso programa con ciclos de conferencias, conciertos, microexposiciones en cinco ciudades de España. «Somos el ejemplo de que con muchas ganas, trabajo y esfuerzo hemos logrado un centenario a la altura», asegura la directora. Y sin necesidad de grandes inversiones. El ejemplo de que la aportación cultural del marqués cruzó fronteras.