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Álex Villazán, protagonista de ‘Equus’: “Es importante que los jóvenes creemos nuestras propias obras”
La obra explora las pasiones y se puede ver en el Teatro Infanta Isabel hasta el 27 de noviembre
La catarsis, la represión de las pasiones y el materialismo son algunos de los ejes de Equus. Peter Shaffer firmó el libreto original en 1973, pero esta versión, que se puede disfrutar hasta el domingo 27 de noviembre en el Teatro Infanta Isabel (C. del Barquillo, 24), ha sido dirigida por Carolina África y adaptada por Natalio Grueso.
Entre sus novedades, cuenta con la incorporación de las redes sociales y el efecto de las mismas en la parte más primaria de los humanos. La propuesta está protagonizada por Martin Dysart (Roberto Álvarez), un psiquiatra encargado de tratar a Alan Strang, un joven detenido sacarles los ojos con un punzón a los seis caballos a los que cuidaba en un establo.
Tras este complejo personaje está Álex Villazán, cuyo trabajo en Equus ha sido alabado por gran parte de la crítica desde su estreno. Nacido en 1993, este actor de Villaverde combina su trabajo con su afición por las artes marciales —a los 19 años se alzó con el tercer puesto en e campeonato del mundo de Jiu Jitsu— o por la literatura.
En 2019, ganó el premio Mejor actor revelación de la Unión de actores y Actrices por su papel en El curioso incidente del perro a medianoche, pero es conocido también por su trabajo en producciones comoCaronte, Skam o Mientras dure la guerra. Entre sus últimos proyectos, figura asimismo la serie Alma, en Netflix desde finales de agosto.
En entrevista con LA RAZÓN, el intérprete destaca que, en Equus, hay una importante reflexión sobre el poder de las redes en nosotros y cómo nos adormecen, nos deshumanizan y nos aislan. “A veces ocurre que se han visto cuadros o museos a través de la pantalla, pero nunca se ha estado en esos lugares. Nos desprendemos de todo eso, de todo lo vital, y al final nos despegamos de nuestra propia esencia, de las pasiones”, explica.
Esto se cuenta desde una escenografía en la que son clave unos módulos de madera y un diván que en realidad es un sillón tántrico. De su personaje, lo más complicado es que carece de arcos visibles en la función, pues suceden en la elipsis y se aprecian, por ejemplo, en cómo cada vez Alan es más accesible a su psiquiatra a la hora de tratar la sublimación del deseo sexual o la falta de relación con otros jóvenes de su edad del personaje.
Habiendo hecho cine, televisión y teatro, se queda con este último medio por la libertad que hay en él, pese a que acarrea una mayor responsabilidad en escena: “Tú decides cuánto se alarga o qué intención tiene una frase o una pausa. Se ponen todos los elementos sobre la mesa y tú eres el que los mueve y maneja el devenir de la función”.
Villazán se encuentra en un momento vital de cambio, de superación, de aprendizaje y en el que la familia es muy importante. Además, junto a unas compañeras, busca financiación para sacar adelante su propia producción y, aunque no adelanta nada sobre ella, confiesa que le encantaría alguna vez llevar a Hamlet a la adolescencia.
“Un chaval de Villaverde y otro de barrio Salamanca no tienen las mismas preocupaciones”
“Es genial que los jóvenes decidamos poner en marcha proyectos y apostar por juntarnos para hacer lo que queremos y como queremos, sin estar supeditados a productores que sean empresarios en vez de artistas, que luego eso se nota mucho en la profesión, ya que priorizan más el dinero”, defiende, pese a ser consciente de lo complicado que es el mundo de los actores noveles.
Para ayudarlos tanto a ellos como a los jóvenes en general, y en especial a los de su Villaverde natal, el actor apuesta por la educación y la integración. Eso sí, cree que se debería poner el foco en las herramientas y posibilidades reales de cada barrio de cara a que todo el mundo tenga las mismas oportunidades: “Ni las preocupaciones ni las inquietudes de un chaval de Villaverde son las mismas que las de uno del barrio Salamanca, es como si estuvieran abocados a cosas muy distintas y no debería ser así”.
En esa línea, reclama también que haya más salas de teatro en la periferia y que, más allá de las típicas charlas, se impulsen actividades más atractivas para incentivar a la juventud y mejorar su futuro.
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