Nueva vida
Un viaje en el tiempo en Madrid: de la Casa de Fieras a la Casa de los Libros del Retiro
De Carlos III -¡cómo no!-, que alumbró uno de los primeros parques zoológicos europeos a una biblioteca de vanguardia, que recibió el premio Liber 2020
Acercarse a la vida salvaje, sin peligro, es un deseo, azuzado por la curiosidad, que viene de antiguo. En todas las culturas han existido “colecciones” de animales. Desde un punto de vista más moderno, más científico, muchas nacieron por el gusto de conocer, de cerca, sus costumbres y estudiarlas. Además de por el mero disfrute de contemplar a estos raro especímenes. Los antecedentes más directos de un zoológico en Madrid se remontan a 1774, cuando Carlos III mandó construir un parque de animales en la actual Cuesta de Moyano, cuyos terrenos formaban parte de los Jardines del Palacio del Buen Retiro. Esta instalación complementaría el proyecto de Museo de Ciencias Naturales que se pensaba ubicar en el edificio que actualmente ocupa el Museo del Prado y junto al Jardín Botánico. Este era el segundo zoológico de Europa después del de Viena.
Durante el siglo XVIII la fauna del zoo provenía fundamentalmente de Hispanoamérica, enviada por los virreyes, y se componía de guacamayos, tucanes, ocelotes, pumas, serpientes, caimanes, monos... e incluso un elefante regalo del gobernador de Filipinas, que llegó andando a Madrid desde Cádiz, donde lo desembarcaron.
Con Fernando VII, en 1830, se ampliaron y mejoraron las instalaciones trasladándolas a la zona adyacente a la actual Puerta de Sainz de Baranda. Se realizaron las obras de la Casa de Fieras, pasando a llamarse Gabinete Real de Ciencias Naturales, perdurando su nombre hasta 1972, fecha del traslado al zoológico de la Casa de Campo.
De esta fecha es «La Leonera», edificio de dos plantas. En la inferior se estaban las jaulas para varios tigres, una pantera, dos hienas, un chacal, y en la superior se habilitaron estancias para la familia real y sus huéspedes, donde también se encontraban animales disecados como parte de la decoración. También se dispusieron algunas otras jaulas y fosos para animales en las proximidades, como el kiosco de los monos, “la elefantera”, la osera y otras jaulas que habitaban pavos reales blancos de Japón, llamas peruanas y gacelas africanas.
En los Jardines del Arquitecto Herrera Palacios, como se denomina a esta zona dentro de El Retiro, aún se conservan además otros restos de la desaparecida Casa de Fieras, como el foso de los mandriles.
En la esquina entre las actuales Puerta de Madrid y Puerta de O’Donnell se levantó una montaña artificial, conocida como la Montaña de los Gatos, Montaña Rusa o Montaña de los Osos, por ser estos los animales que allí se encontraban.
Cabe apuntar que esto de las Fieras era un “gusto” del Rey. Y de él dependía el funcionamiento y la labor de los operarios. Todo se realizaba a través del Reglamento de 1816 y la manutención de la Casa de Fieras corría a cargo del Bolsillo Secreto de Su Majestad, partida económica que disfrutaban y distribuían los monarcas a su antojo.
Como decíamos, todo ello hasta que en la década de los años 70 el Zoo de la capital encontró nuevo espacio en las afueras. Algo que sin duda, con buen ojo, fue aprovechado para dar un nuevo uso a unas instalaciones que despertaron los sentidos y la curiosidad de tantos madrileños. Ahora, esas curiosidades, desde el 29 de abril de 2013, tienen otro escenario. Entonces se abrió en las dependencias de la antigua Casa de Fieras una nueva biblioteca de la red de bibliotecas públicas del Ayuntamiento de Madrid, con el nombre de “Eugenio Trías. Casa de Fieras de El Retiro”. Una institución que recibió el premio Liber 2020, de Fomento de la lectura en bibliotecas abiertas al público, que concede la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE). Dentro de la misma se han conservado algunas de las estructuras originales, como las rejas por las que se echaba de comer a las fieras desde la primera planta. Unas reformas que han dado nueva vida a un espacio que se mantiene como imprescindible para los madrileños, que allí se acercan a leer, estudiar o llevarse un préstamo de un libro.
En el camino a la nueva biblioteca seguro que muchos madrileños, los más veteranos, recordaran con cierta nostalgia a la elefanta Julia o al hipopótamo Pipo. Un pasado cada vez más lejano.
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