Comercios Centenarios

«Como en casa», hogar y refugio ecológico en La Latina

Abierta a principios de siglo XX como una huevería y más tarde convertida en frutería, hoy es una tienda de productos «como los de antes»

Negocios centenarios de Madrid. Como en Casa. © Jesús G. Feria.
Negocios centenarios de Madrid. Como en Casa.© Jesús G. Feria.Jesús G. FeriaFotógrafos

Las tiendas de alimentación biológica no son cosa de ahora. De hecho, tal como demuestran Teresa Rodríguez y Sonia Valcárcel, madre e hija y tercera y cuarta generación de la frutería «Como en casa», se trata, más bien, de seguir haciendo las cosas «como se han hecho siempre», con un respeto absoluto al trabajo agrícola, de proximidad y a los ciclos de la tierra.

La tienda la abrió en 1904 el abuelo de Teresa como una huevería. «No fue hasta después de la guerra que la hicieron frutería. Ahí ya se había incorporado mi padre», relata. Su hermano y ella tomarían las riendas más tarde, y, hace 16 años, con la rehabilitación de todo el edificio (situado en la calle de la Ruda, 4), quedó el local como está ahora y Teresa apostó por vender únicamente producto biológico.

«Antes estaba aquí también la-vivienda de mis abuelos. Mi padre, mi hermano y yo nacimos aquí», recuerda. Y es que, «Como en casa» ha sido hogar y refugio no solo para su familia, sino para todo el barrio. «Durante la Guerra Civil, los vecinos venían a refugiarse al sótano de la tienda. Se reunían aquí», señala Sonia. Algo parecido pasó también con la pandemia. «Estábamos abiertos, y fue muy duro comprobar que, para mucha de la gente que venía, éramos las únicas personas a las que podían ver. Nos convertimos en un punto de encuentro entre vecinos, amigos... Venían a comprar, pero también a sentirse un poco menos solos», añade Teresa.

«Pasamos a ser tienda biológica por convencimiento», continúa. «Cuando teníamos la frutería nos entusiasmaba la idea de volver a lo de toda la vida, a comer rico. Porque lo biológico es comer lo que comíamos nosotros cuando éramos pequeños. Empezamos comprando poco a poco a agricultores biológicos, y teniendo un pequeño rincón en la tienda. Pero, cuando abrimos la tienda hace casi dos décadas como enteramente biológica, la gente lo veía como algo raro», explica, y asegura que «ha habido que hacer mucha pedagogía para volver a comer lo que se comía de toda la vida».

En este tiempo que ha pasado, «muchas familias se han ido del barrio, y el turista a las tiendas pequeñas no las ayuda. Al pequeño comercio nos está afectando mucho», subraya Teresa. En lugar de familias, quienes se acercan ahora a la tienda son «personas jóvenes que se ha venido al barrio, muchos porque han heredado el piso de sus abuelos y otros porque están de paso, que vienen de fuera de España a trabajar durante un tiempo». «Yo creo que nuestro punto fuerte es la fruta y la verdura fresca ecológica, lo más de temporada posible», apunta Sonia, orgullosa de conservar esa «herencia de la frutería convencional que de mi abuelo y mi bisabuelo». Además, tienen leche fresca, yogures, huevos camperos ecológicos, envasados de distintos tipos, como legumbres, salsas, condimentos, mermeladas, miel, aceite, cereales, semillas, productos veganos, bebidas vegetales... «Es una tienda pequeña, pero muy bien surtida y con mucha variedad para encontrar lo que necesitas. Un punto fuerte que tenemos también es que muchas veces hacemos encargos de la gente. Es decir, si algo que buscan no lo tenemos, lo pedimos. Eso no se puede hacer en un supermercado grande. Además, conocemos el nombre del 90% de la clientela. Sabemos si son intolerantes, si tienen alergias, sus gustos., si su niño come verdura o no... Esa cercanía nos hace ser un referente en el barrio».

Por otro lado, asegura que siempre intentan conservar una ajustada relación calidad-precio. «Aunque tengamos cosas de mucha calidad, no queremos ser una tienda gourmet a la que la gente no pueda acceder. Tenemos cosas muy ricas, pero queremos que las cosas sanas y sostenibles sean accesibles para todo el mundo». De hecho, «ahora con la inflación hemos aguantado el chaparrón todo lo que hemos podido para que no repercutiera en el cliente, pero necesitamos tener un margen mínimo. Hemos buscado alternativas, porque, como decía mi abuelo, para saber vender hay que saber comprar». Además, Sonia está totalmente convencida de que es necesario volver a un consumo en el que «se respeten los ciclos naturales de la tierra, que vayan cambiando los cultivos, haciendo los barbechos... Estamos muy acostumbrados a tener las cosas siempre que nos apetece, pero tenemos que volver a acostumbrarnos a que la tierra tiene sus ciclos».