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Dos edificios marcan huella social y ambiental
Madrid brilla en la edición del Premio de Arquitectura Europea con dos espacios únicos: el Colegio Reggio y LaScalA, 100 viviendas sociales
El Premio de Arquitectura Contemporánea de la Unión Europea, también conocido como Premio Mies van der Rohe, ha revelado las obras que compiten por el galardón en su edición el próximo año. En esta ocasión, 362 proyectos de 38 países aspiran a recibir este prestigioso reconocimiento en 2024. Y Madrid es protagonista con dos nominaciones: LaScalA NSA6, que consiste en 100 viviendas sociales en la capital (Vallecas), y el Colegio Reggio (La Moraleja). El ganador será premiado con 60.000 euros y una escultura diseñada por Xabier Corberó.
Los dos edificios madrileños provienen de lugares muy dispares, pero ambos tienen mucho que decir, no solamente por su estética sino por su historia y compromiso social. LA RAZÓN visita los centros y habla con sus responsables arquitectónicos, Roberto González, de Office For Political Innovation; y Marina del Mármol, de MARMOLBRAVO.
Reggio, robot de mantequilla
«Robot de mantequilla» lo llamaban los alumnos cuando se encontraron con este diseño tan llamativo. Como acostumbramos a pensar los que venimos de otras generaciones, los colegios suelen diseñarse con un enfoque en la supervisión y la uniformidad, pero el Colegio Reggio es una excepción al apostar por una arquitectura distinta. Su diseño, tanto exterior como interior, está concebido para fomentar el desarrollo individual y facilitar su acceso a la complejidad social, medioambiental, material y cultural del mundo. Este proyecto se basa en el principio de igualdad entre educadores y educados. Según Roberto González, se atribuye gran importancia al espacio, considerándolo como un tercer educador, después de los niños y los docentes.
No es la primera vez que forma parte de unos premios, ya recibió el FAD de arquitectura e interiorismo. Este proyecto nace de la necesidad de hacer pedagogía con padres y familias, de crear mensajes conciliadores, de favorecer el encuentro y el aprendizaje. Eva Martín, su directora, lo define como «un lugar amable que genera ganas de estar». Eso sí, empleando el menor material posible, tanto por ahorro como por cuidar la huella de carbono.
En el colegio, tenían claro que querían una relación con el paisaje durante todo el proceso de diseño. «Buscábamos poner en valor la zona sur del centro y tener en cuenta el gran corredor del norte de Madrid que abarca desde el parque forestal de Valdebebas, Las Tablas y la Casa de Campo», explica Roberto. Uno de los principales objetivos era revitalizar el ecosistema y darle valor, puesto que nos encontramos en un tejido urbano de baja densidad pero con muchas zonas particulares, propiciando el uso de pesticidas y controladores de hierbas que generan la pérdida de biodiversidad. Para ello, han trabajado ecólogos y jardineros con plantaciones de especies autóctonas.
Otro de sus propósitos era captar la máxima luz posible, como así lo acredita el gran arco ventanal en el centro del edificio y, algo que se lleva haciendo los últimos años: sustituir la idea de los pasillos eternos por espacios funcionales. Por esta razón, podemos ver un gran invernadero –que incluye frutales– como punto de encuentro al salir de las clases. «Queremos que se sociabilice a la vez que aprovechar el espacio, por ejemplo, para exposiciones».
Posiblemente, lo más llamativo del centro es que todo está al descubierto. No hay mochetas ni falsos techos, que además de resultar más cómodo para el mantenimiento, despierta la curiosidad desde los flujos: los niños pueden hacer un recorrido de toda la fontanería, entender de dónde llegan la ventilación, la electricidad o las tuberías de los baños. «Es como estar en la vida o no. Tenemos que generar algo inherente al ser humano: la curiosidad. No hay que matar el deseo de aprender».
La Scala, donde todo encaja
Nos situamos ante 100 viviendas sociales en el centro de Madrid muy pensadas. El objetivo pasó por combinar la integración en el entorno urbano y la adaptación a las consideraciones económicas. Como alternativa al enfoque convencional del plan urbano, que propone una estructura lineal de 9 plantas más ático, LaScalA propone una estrategia que reduce la percepción de tamaño del edificio mediante la disminución de su altura y la fragmentación de sus volúmenes. «Esta elección conlleva mejoras en la calidad de los espacios interiores de las viviendas, en cuanto a su exposición al sol y su ventilación», explica Marina.
Para lograr un edificio más acogedor, se siguió una estrategia de tres pasos. En primer lugar, construir en el tercio de la planta baja con un diseño de porche. Luego, aprovechar al máximo la capacidad de construcción permitida por las normativas, reduciendo la altura del edificio de 9 a 4 plantas en una parte del mismo. Por último, crear una sensación de diversidad en el edificio mediante la disposición de tres patios abiertos. La planta baja tiene una estrecha relación con la calle: «Nuestra estrategia urbanística se centra en mejorar la conexión entre la calle y la parcela a través de la planta baja. Queremos que esta área sea un espacio más del barrio. Para lograrlo, diseñamos una parcela con un cerramiento que permite una visión fluida entre lo que es público y privado, fomentando la interacción visual con el espacio público. Esto no solo hace que la ciudad sea más interesante, sino que también aumenta la sensación de seguridad», detalla la arquitecta. «Conseguir este edificio social ya ha sido el premio»
Dicho proyecto no hubiera sido posible sin la participación de la Empresa Municipal de Vivienda y Suelo de Madrid, los arquitectos de MARMOLBRAVO y MADhel, quienes coincidieron en «hacer comunidad en las mejores condiciones».
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