Extremadura también existe

A vueltas con los vinos y sus geografías. Dicen los sabelotodos de manual que donde el sol se despacha con generosidad no brota vino que conmueva. Que lo verdaderamente noble y etéreo viene de latitudes frías, como si el alma no pudiera surgir también de la calidez. Pero ahí está Extremadura, orgullosa, rotunda, tan olvidada como intensa.

Y en su corazón, un puñado de iluminados —bodegueros, claro— se han lanzado en estos últimos años a refundar lo que significa hacer vino con sentido, con riesgo, y con esa dosis justa de locura que exige el arte verdadero.

Aquí no hay postales de vendimia a lomos de mulas, ni viñas encaramadas a cimas imposibles, pero sí hay una épica subterránea: la de buscar frescura donde nadie la espera, de acariciar la elegancia en suelos que otros desdeñan, de inventar belleza en lo abrupto. Una garnacha tinta vinificada como si fuera un blanco. Criada en lías, en barricas rumanas, en el silencioso hormigón. Y el resultado es una sinfonía cítrica y floral, de volumen inesperado, de persistencia que se queda en el paladar como una caricia que no se olvida.

Vino culto hecho por gente culta. Un desafío. Una verdad sin maquillaje. Para que otros, sí, tomen nota. Qué maravilla.

Bodega: Agro Ribera Nature.

Vino: Abaxial by Arn Blanc de Noir.

D.O.: Extremadura.

Precio: 12 euros

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