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Incendio de Tres Cantos

El incendio de Tres Cantos le quitó todo menos la vida a Anouar: «He perdido mi casa, mis papeles, mi trabajo»

El fuego calcinó la casa en Soto de Viñuelas de este marroquí de 29 años, que vive en el municipio desde hace cuatro. Antes de que llegaran las llamas en la tarde del lunes, tenía previsto trabajar con Mircea, el único fallecido

Anouar, vecino de Tres Cantos, llega a su casa quemada tras el incendio David JarPHOTOGRAPHERS

Anouar B. va en el asiento del copiloto, a veces cruzando los dedos, a veces juntando las palmas de sus manos y cerrando los ojos: deseando que lo que sabía que en un 80% de probabilidades iba a pasar no terminara de pasar. Porque si pasara, aunque no quiere pensarlo pero lo piensa, sería terrible.

—Joder, joder, joder. No hay nada. No hay nada.

Y lo que pensó que podía pasar pasó. El incendio que se originó este lunes 11 de agosto a las 19.45 en Tres Cantos, el municipio a 20 kilómetros al norte de la capital, calcinó su casa casi por completo. Según los datos oficiales, cuatro viviendas resultaron afectadas, entre ellas la suya. Anouar dice que vivía en una casa que pertenece al Canal de Isabel II, ubicada en Soto de Viñuelas. Allí hay unas viviendas también del Canal, cercanas al colegio privado King’s College (que no se quemó tanto como hicieron pensar unos rumores). Pero hay –había– otra casa que se encuentra aislada de esas. Tan aislada que estaba abandonada, y Anouar empezó a vivir ahí, sin agua ni luz –él dice que la vio vacía hace un año, cuando pasó un mes viviendo cerca de Burrolandia, lugar que también se rumoreó que las llamas habían arrasado, pero todos los burros se salvaron.

«Por lo menos quería coger mi pasaporte marroquí. Ese papel es lo más importante. Mucho más que el dinero.»

La voz de alarma se la dio su hermano sobre las 21.00 del lunes, que vive en el municipio y se encontraba en la casa en la que vive Anouar. Su hermano cogió lo que pudo, él no sabía dónde se encontraban los papeles –el pasaporte marroquí, el carnet de conducir de su país y el NIE pero caducado– y esos se perdieron. «Por lo menos quería coger mi pasaporte marroquí. Ese papel es lo más importante. Mucho más que el dinero.», dice Anouar. Pero ahí supo, cuando vio las llamas al acudir a la llamada de su hermano y tener que huir que, «al 80%», su casa se iba a quemar. Al menos salvó una carpeta llena de decenas de documentos (como el de apertura de una cuenta bancaria en España) que para él prueban que no ha mentido, que él ha venido aquí a trabajar, que no se droga, que no bebe. Anouar, durante la jornada del martes, se preocupa mucho en que no se piense eso de él.

Anouar revisa el 12 de agosto el interior de su casa. David JarFotógrafos

Por eso dice que vivió sin agua ni luz en esa casa, y no buscó quedarse, por ejemplo, en la casa que estaba su hermano: porque no quería molestar a nadie. Aunque también porque confiesa que su hermano tiene un problema con la droga. Dice que la casa de Soto de Viñuelas no la okupaba, sino que estaba abandonada. «No me gustaría que me hicieran eso. Y no lo haría. Pero aquí no había nadie. Y necesito un techo.». Anouar cocinaba con una bombona, y caminaba todos los días al pueblo –«a donde la gente, a donde la vida»– para rellenar una garrafa de agua y para ducharse en alguna instalación municipal.

Anouar, nacido en un pueblo del norte de Marruecos en 1995, llegó sobre la 1:00 al espacio Enrique Más, un polideportivo habilitado por el ayuntamiento tricantino para los desalojados, vestido con unos vaqueros, una camiseta negra y unas zapatillas; también portaba una mochila que atesoraba su carpeta algo rota llena de esos documentos. A esa hora, Anouar se adelantó a los titulares de prensa: «El hombre que está herido [se había informado de una persona con quemaduras en el 98% del cuerpo] es un rumano que es mecánico», dice que le contó un «paisano». Y Anouar lo conocía como «El Mircha», pero se estaba refiriendo a Mircea.

Ayer el alcalde de Tres Cantos, Jesús Moreno, confirmó a este periódico que el fallecido era de nacionalidad rumana, así como lo hicieron otras informaciones en prensa. Otra fuente contó a este periódico que en el suceso se quedaron atrapadas tres personas: los dueños (padre e hijo, ambos españoles) de la finca de hípica detrás de la Normon –otra que se pensó que había explotado, pero que al final resultó ser el edificio de al lado: la planta de tratamiento de aguas negras– y que el tercero, de nacionalidad rumana, fue a socorrerlos y ahí una llamarada se lo llevó. Ese tercero que se jugó la vida por los dueños era Mircea.

Anouar dice que trabaja de lo que puede y le va saliendo, sobre todo en mudanzas, de jardinero. Y Anouar, que tiene los brazos y las piernas llenas de rasguños, dice que están así de haber trabajado en los jardines de los chalets de Soto de Viñuelas –en unos 10 calcula que lo ha hecho. Se conoce perfectamente todo el entorno de la urbanización y de donde ocurrió el incendio, después de unos cuatro años viviendo en el municipio.

Y es que Anouar cuenta que iba a trabajar para Mircea, como ya había hecho muchas veces, la tarde del 11 de agosto. Pero un imprevisto con la furgoneta de la mujer lo canceló. Anouar muestra un mensaje que eliminó en Whatsapp para Mircea: era una broma, pero cuando supo que estaba tan herido, lo borró.

Por eso a las 11.30 de la mañana de este martes, después de una noche entera sin dormir –dice que en el polideportivo no puede, que con gente alrededor está incómodo–, de horas esperando a que abrieran el acceso de nuevo a la urbanización, le llegó la noticia: «Estoy triste. Ha muerto. Era muy buena persona. Le encantaban los animales. Y se fue a salvarlos.».

(Ya sobre las 22.00 del martes, los medios empezaron a hablar de Mircea, lo que confirmó la versión de Anouar.)

El interior de la casa de Anouar.David JarFotógrafos

A las 12.15 de este martes, Anouar volvió a su casa que no es suya, pero donde sí estaban sus cosas. Como la silla plegable azul donde tomaba café. Entre los rescoldos todavía quedaban algunas zapatillas quemadas, un peto naranja, un envase de champú; un peluche destripado por el fuego; y todavía las uvas a las que ponía un plastiquito para cubrir del sol. Dentro de la vivienda: todo escombros. Su rostro es la tristeza, pero una que ya ha tenido tantas que las asume de manera distinta al resto. Aunque también tiene un momento de rabia: maldice que justo su casa se haya quemado, la de él que no tiene otro lugar, la de él que vive tan cerca de una urbanización de tanto dinero. «He perdido mi casa, mis papeles, mi trabajo, mi dinero. ¿Y ahora, qué? Así es la vida». Dice que después le contó a su madre, que vive en Marruecos, y que ella le dijo: «Tú eres fuerte, has sufrido más en esta vida».

Dice Anouar que ahora quiere denunciar que ha perdido sus papeles. «Yo no me puedo ir de Tres Cantos, tengo mis contactos aquí para el trabajo.», expresa preocupado. Lo ideal sería que le hicieran un contrato de trabajo para prolongar su residencia, que caducó en diciembre. Anouar acudió ayer a la Guardia Civil pero estaban saturados por el incendio. Probará otro día, quizá. Ahí, Anouar se aleja. «Menos que cero no hay. No puedo perder más.».

Los bomberos trabajan en el interior de la casa de Anouar, este 12 de agosto. David JarFotógrafos