Literatura

Leonardo Padura: «Siempre la emigración es dramática: implica aprendizajes para insertarte en otro universo»

El escritor cubano ofreció en Madrid una charla sobre memoria y olvido

Entrevista a Leonardo Padura
El escritor cubano Leonardo Padura, el jueves 29 de mayo en el patio de la Residencia de Estudiantes en el CSIC.David JarFotógrafos

Madrid, generosa, recibió a Leonardo Padura (La Habana, 1955) con un calor terrible para que se sintiera como en casa. Su hogar es la capital cubana, donde sigue viviendo en la casa en la que nació. «Cuando vengo a Madrid y siento el calor, digo: me gusta más el calor de La Habana. Allí es húmedo, aquí es muy seco. Pero el calor aquí se disfruta de una manera en que todo el mundo está en la calle y eso hace que sea mucho más agradable estar aquí en estos momentos, a pesar de sufrir el calor.», cuenta Padura un rato antes de ofrecer su ponencia en el «Ciclo con Otra Mirada, Literatura y Enfermedad: La memoria y el olvido: psicología de la supervivencia», una charla organizada por la Fundación Ciencias de la Salud y la Residencia de Estudiantes –y que tuvo lugar el pasado jueves. Tras «Ir a La Habana» (Tusquets, 2024), publica una nueva novela este septiembre.

Hay casi 40.000 cubanos en Madrid ahora. ¿Vienen a olvidar?

Vienen a buscar otra vida. El olvido llega o no llega, depende mucho de las personas. Tengo una novela que se llama «Como polvo en el viento» (2020, Tusquets), que hablo de las diferentes actitudes de los cubanos que han emigrado. Hay algunos que vienen aquí a España, algunos quieren olvidar y otros no. Eso depende mucho de las personas, de su circunstancia, y sobre todo también mucho de cómo se puedan insertar en una nueva realidad. Siempre la emigración es dramática: implica que tienes que hacer una serie de aprendizajes para insertarte en ese otro universo, y no todas las personas tienen la misma capacidad de hacerlo y sobre todo no todas las personas tienen la misma posibilidad de hacerlo.

¿Y usted cuando viene a Madrid, a qué viene? ¿Tiene algún rincón que haya hecho suyo?

Yo cuando vengo a Madrid vengo normalmente a trabajar. Cuando voy a estar más o menos descansando, me voy a la costa de Cataluña, porque para mí la única condición que tiene estar en un momento de vacaciones o de relajación tiene que ver con el mar. Si no tengo mar, no tengo eso. Vengo a Madrid a ver los amigos, y la zona que me gusta es la zona más o menos del Bernabéu, donde generalmente voy a parar. Allí estoy empadronado incluso. Sé cuáles son los restaurantes que tienen mejor calidad-precio, sé moverme en los autobuses, en el metro.

Leonardo Padura, el pasado 28 de mayo. «Una enfermedad que implique pérdida de memoria sería la más terrible para un escritor»
Leonardo Padura, el pasado 28 de mayo. «Una enfermedad que implique pérdida de memoria sería la más terrible para un escritor»David JarFotógrafos

¿Qué echa de menos de La Habana cuando está aquí?

Mi casa. Tengo una relación muy visceral con ese sitio. Yo vivo en la misma casa donde nací, ahí está mi madre todavía, con sus 97 años. Y tengo mi biblioteca, mis libros, mi patio, mis matas de plátano, de mango, y ahí hago una vida lo más normal posible. Porque cuando estamos de viaje en estas giras de promoción, un día estás en un lado y otro día estás en el otro. Ahora mismo nos salimos de Cuba y fuimos a Estonia. De Estonia fuimos a Portugal, estuvimos en Oporto, en Lisboa. De ahí nos fuimos a Barcelona, de Barcelona aquí a Madrid. Ahora el domingo nos vamos allá a esa costa catalana, pero a trabajar porque estoy ya haciendo la revisión final de la novela nueva que sale en septiembre pero después nos vamos a Rumania, de Rumania a Grecia y así. Entonces, añoro mucho ese espacio fijo donde todo está con un cierto orden, que se parece bastante al desorden, pero que es mi orden.

Han salido un millón de cubanos desde 2020. ¿Cómo afecta eso a la memoria colectiva?

Dos millones, casi dos millones. Mucho, es una pérdida. Es un daño que haya salido un por ciento importante de la población que puede andar en un 15, 16, 17. Es mucho, es mucho. Y pasa una cosa muy tremenda y es que tengo amigos que viven aquí en España, que han tenido sus hijos aquí en España y esos jóvenes son más españoles que cubanos, y es lógico que sean más españoles que cubanos. Es un proceso que ocurre con todas las migraciones. Y por eso muchas veces los cubanos, por ejemplo en el caso de Miami, han desarrollado un poco una cultura de gueto, de esa ciudad que se llama Hialeah, que pertenece al condado de Miami-Dade. Allí los cubanos han tratado de reproducir muchas de sus formas de ser, de comportarse, de comer, de vestir, de oír música, porque el sentido de pertenencia es muy fuerte.

Le leí en una entrevista que un escritor es un coleccionista de memorias ajenas. En «Ir a la Habana», ¿hizo las propias?

Creo que sí, que es un libro que tiene mucho que ver con mi propia memoria de la ciudad. Aunque por supuesto mi memoria de la ciudad es también el resultado de haber asumido muchas memorias. Lo que me contaba mi padre, lo que me contaba mi abuelo, lo que he leído. Mi madre, que no es habanera, conoce muy bien La Habana. Y me cuentan muchas historias que yo voy asumiendo, y ese almacén de memorias me sirve para crear mi propia Habana y para complementarla. Porque yo siempre digo esto de que es imposible que un escritor viva la vida de todos sus personajes. Tiene que alimentarse de muchas miradas a su alrededor y mucho conocimiento y que creo que debe oír. No solamente leer y tratar de entender: sino oír, porque ahí están todas unas narrativas que te pueden servir en algún momento. Y vas haciendo ese gran almacén. Y como pasa en los almacenes, tú vas en un momento a buscar lo que necesitas y vas sacando eso. Y en este libro de La Habana fui mucho a ese almacén.

«Un escritor sin memoria deja de ser escritor»

¿Qué es lo que más teme olvidar?

Un escritor sin memoria deja de ser escritor. La razón fundamental del suicidio de Hemingway fue que estaba perdiendo la memoria y era incapaz de escribir. Las enfermedades a las que más temo son a las que implican una pérdida de memoria, de conciencia, de conocimiento de la realidad. Algunas otras son incurables y te jodiste si te tocó, pero la de la pérdida de la memoria, que es casi irreversible y es galopante, es progresiva, es una enfermedad que para un escritor sería la más terrible. Es a la que le temo mucho.

«Escribo como un antídoto contra el olvido»

¿Y puede ser la cura escribir?

Hay enfermedades que no tienen cura. En mi caso, yo sí escribo como un antídoto contra el olvido. Pero no contra mi olvido, sino contra los olvidos programados, que son estos a veces muy mezquinos y tienen que ver con grupos de poder, con gobiernos, con instituciones que te están exigiendo que te olviden, que te están intentando sustituir una realidad que ocurrió por una realidad que ellos pretenden que no ocurrió, o que ocurrió de otra manera. Y contra eso sí la literatura debe luchar.

¿Están luchando contra el olvido en su país?

Sí. Mis novelas hablan mucho de las realidades contemporáneas, pero hablan mucho de las realidades que han pasado a lo largo del tiempo. Desde el siglo XIX, con la novela de mi vida, que tiene como personaje a José María Heredia, el poeta romántico cubano, hasta la novela que estoy escribiendo ahora. Y mi periodismo ha tenido mucho que ver en esa lucha contra el olvido. He rescatado historias, personajes, momentos, procesos a través del periodismo, que después en algunos casos me han servido para escribir literatura. Por ejemplo, mi indagación de lo que fue el barrio chino de La Habana me sirvió después para escribir una novela que se llama «La cola de la serpiente». O mi reportaje sobre el proxeneta más famoso del siglo XX cubano, esa época tremenda de la independencia de la primera república y tal, pues me sirvió ese personaje, el protagonista de un sector de mi novela «Personas Decentes». Todo ese mundo de la judería cubana, lo utilizo en «Herejes». Es decir, siempre me estoy alimentando de esas memorias, de ese pasado, pero también estoy luchando contra la desmemoria programada desde el presente. Por ejemplo, en Cuba se habla muy poco, y yo te pedí no hablar de política, pero es inevitable no hacerlo, de esos procesos de marginación de intelectuales, docentes, artistas que hubo en los años 70. Imagínate que murieron en la marginación gente como José Lezama Lima o Virgilio Piñera, dos de los grandes escritores cubanos. Y de esos se ha hablado muy poco. En mi novela «Máscaras» ya hablé de ese proceso, en «Personas Decentes» volví a hablar de ese proceso, porque creo que no se puede sepultar y que de alguna manera a los humillados rescatarle su memoria es importante también.

Y ese ejercicio de memoria que es «Ir a La Habana», ¿fue doloroso escribirlo?

No, fue satisfactorio escribirlo, aunque hubo momentos en que me di cuenta que me dolía lo que estaba escribiendo. Pero ese dolor se compensaba el hecho de estar estableciendo esa relación con la ciudad que yo quería establecer desde hace tiempo y que, por muchas razones, no lo había hecho de la manera concreta que lo hice.