Historia

El milagro del cardenal Cisneros en su propia universidad

Los hechos ocurrieron en Alcalá en 1670, después de que un trabajador sobreviviera a una caída de quince metros

Los hechos ocurrieron en la construcción del patio mayor de la universidad
Los hechos ocurrieron en la construcción del patio mayor de la universidadLRM

El 27 de octubre de 1670, uno de los canteros que trabajaba en la obra de la construcción del patio mayor de la Universidad de Alcalá se precipitó al vacío desde lo alto de la última galería. Quince metros de caída sobre un pavimento de piedra. Los oficiales de la obra, interrogados por el capellán de la Universidad, declararon que, en catorce años, no recordaban ningún accidente en aquella obra.

El cantero se llamaba Miguel de Sopeña, era hermano del arquitecto que dirigía las obras, José de Sopeña, y habían llegado juntos hasta Alcalá de Henares para trabajar en las obras de mejora y ampliación de la Universidad desde su pueblo natal de Liendo, en Cantabria.

Todos pensaron que había muerto. Una caída así, desde tanta altura y sobre el suelo de piedra, no admitía esperanza alguna. Pero enseguida se dieron cuenta de que Sopeña estaba vivo, que incluso se levantó por él mismo desde el suelo, aunque dolorido. Rápidamente lo llevaron a que lo examinaran los médicos de la Universidad, que daban clase en el mismo patio mayor de las Escuelas.

Los médicos no salían de su asombro. Solo tenía magulladuras y un susto tremendo, pero estaba ileso. El pasmo de todos se tornó en noticia, y aquel día no se hablaba de otra cosa en la ciudad universitaria. Cada uno daba su versión del suceso, pero todos tenían muy presente que había tenido lugar en un sitio muy especial.

En 1514, el rey don Fernando de Aragón visitó la Universidad de Alcalá en compañía del cardenal Cisneros. La Complutense acababa de fundarse poco tiempo antes, y los edificios que se iban levantando eran de pobre construcción, algo que no le pasó inadvertido al rey católico. Con Cisneros no hubo buena relación nunca, aunque el mismo rey había rogado al Papa su promoción cardenalicia en 1507, y don Fernando no dejaba pasar un momento en el que criticar los proyectos visionarios de fray Francisco.

Y aquel día le hizo notar que, aunque los frutos científicos de la Universidad progresaban (Biblia Políglota mediante), todo el edificio se estaba levantando en pobre tapial de tierra, y daba mala imagen. Cisneros estuvo rápido al responder y excusó aquello profetizando: «Señor, mis años son muchos, el deseo de verla acabada mayor, más yo aseguro que mis hijos han de hacerla de piedra».

Aquella máxima de Cisneros marcó mucho a los sucesores universitarios del cardenal. Y desde muy pronto se quiso enmendar la crítica de don Fernando levantando el edificio principal de la Universidad con la mejor piedra y con gran monumentalidad.

En 1604, el rector Ruiz Malo de Molina puso en marcha las obras. Proceso que no pudo culminar hasta que los Sopeña, eficientes montañeses, se hicieron cargo de las obras en 1656.

Curiosamente, Miguel de Sopeña había caído en el lugar exacto en el que don Fernando y Cisneros habían mantenido la famosa conversación 156 años atrás. Cuando esto se supo, todos lo tuvieron como milagroso, y lo atribuían a la intercesión del cardenal Cisneros.

Un milagro era asunto serio entonces, y el capellán mayor de la Universidad pidió que todos guardaran prudente silencio y se instruyera un proceso notarial en el que se recogiera el testimonio de todos los testigos, especialmente de Sopeña y de los médicos.

Desde el siglo XVI, la Universidad había querido ver canonizado al cardenal Cisneros. En una sociedad sacral como la hispánica de la Edad Moderna los méritos de un gran personaje histórico necesitaban del reconocimiento eclesial de su santidad. Así lo fueron también los intentos de ver canonizados a Alfonso VIII (el de las Navas de Tolosa), Fernando III (canonizado en 1671) o Isabel la Católica (que sigue vigente).

El caso de Sopeña se tuvo de inmediato por milagro. Fue remitido a Roma para sumarlo al proceso que allí seguía la Universidad. Y los Sopeña, en acción de gracias, regalaron una pintura como exvoto, que relataba el milagro y que fue colocada junto al sepulcro de Cisneros.

La obra se siguió con gran rapidez y para 1671 estaba terminada, con una inscripción en piedra que corona el friso superior que recuerda el milagro de la piedra.

José Manuel Marchal Martínez es Historiador de la Universidad de Alcalá