Educación

Rompiendo barreras en la Sierra Norte de Madrid

La Escuela Reina Sofía realiza una experiencia inmersiva de música clásica para llegar a colegios rurales, acercando la cultura a jóvenes con acceso limitado a la misma

Taller de realidad virtual de la Escuela Reina Sofía
Taller de realidad virtual de la Escuela Reina SofíaLa Razón

La Escuela Superior de Música Reina Sofía ha trasladado su actividad a la Sierra de Madrid, con el propósito de ofrecer una experiencia musical educativa inmersiva mediante talleres de realidad virtual en colegios que congregan a estudiantes de diversas localidades. En línea con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 de la ONU, la Escuela Reina Sofía, una institución líder en el desarrollo cultural, se ha embarcado todo el mes de noviembre a la misión de derribar barreras. Esto se logra llevando talleres que fusionan tecnología, educación y música a comunidades educativas con limitada oferta cultural, cuyos estudiantes deben recorrer largas distancias diariamente para asistir a la escuela debido a razones geográficas.

Este proyecto alinea perfectamente con el objetivo de la Escuela de acercar la música a la sociedad, especialmente a aquellos públicos que enfrentan dificultades para acceder a la cultura. La iniciativa cuenta con el respaldo de la Comunidad de Madrid a través de los fondos europeos Next Generation y la colaboración de la Fundación Banco Santander, que ha trabajado con la Escuela Reina Sofía en programas escolares durante más de dos décadas. El plan tiene como meta la creación y formación de nuevos públicos para la música clásica, buscando que jóvenes y niños disfruten de esta melodía a través de una experiencia única con gafas de realidad virtual.

LA RAZÓN se ha puesto en contacto con Marjorie Nétange, directora de Desarrollo y Comunicación de la Escuela; y Raquel López, educadora en muchos de esos talleres en los colegios de la sierra.

«La Escuela Reina Sofía es el programa principal de la fundación Albéniz y tenemos dos grandes misiones. La primera es formar a jóvenes en una carrera de música profesional; cada año atendemos a 150 estudiantes de todas las partes del mundo con un alto nivel, entre 18 y 25 años. La otra pasa por difundir la música clásica y acercarla a la sociedad, a través de conciertos, la mayoría gratuitos, porque el fin verdadero es que sea accesible para todos», introduce Marjorie.

La directora considera de máxima importancia apostar por las nuevas generaciones, ya que contribuyen a la inclusión y a formar a las audiencias culturales del mañana, empezando por trabajar con los más pequeños. Para ello, llevan más de 20 años haciendo conciertos pedagógicos, y cada año invitan a los alumnos al Auditorio Nacional, dentro de la colaboración que mantienen con la Fundación Banco Santander. De hecho, desde la pandemia, decidieron hacer estos conciertos credenciales y apostar por la tecnología y realidad virtual. En palabras de Marjorie: «Gracias a la tecnología conectamos con públicos que no podrían llegar al auditorio, bien porque viven en zonas rurales, o porque no tienen conocimiento de la oferta cultural. Este proyecto, denominado Música 360 en la Sierra Norte de Madrid, es una experiencia de realidad virtual que lleva la música clásica a todos los colegios de la sierra de Madrid. Hemos ido a 13 municipios de la zona norte de la Comunidad, entre los pueblos menos poblados. En total vamos a llegar a 1.000 niños». El objetivo consiste en disfrutar de una experiencia inmersiva en la que la Escuela visita los colegios con todo el material, como las gafas de realidad virtual, donde los niños viajan y cambian de entorno, sentados en medio de una orquesta o rodeados entre músicos. También conocen un luthier, donde aprender el proceso de fabricación de instrumentos de madera. Gracias a estos paisajes virtuales, es posible contextualizar esta experiencia con un taller didáctico en las aulas. «Trabajamos sobre la vida de los compositores, relacionamos las emociones y la música. Al final, la música es un arte con el que se sienten muchas cosas, alegría y tristeza, y es importante ver el impacto que genera en los niños. Nosotros vemos que conectan emociones y lo relacionan con algo más personal».

Experiencia inmersiva

Se trata de una gran oportunidad para estos colegios, ya que no les supone ningún coste y es una oportunidad inaudita. Son los propios alumnos quienes reconocen que no suelen llegar a este tipo de ofertas culturales puesto que suelen quedarse siempre en el centro de Madrid. «Una de las cosas más llamativas de la actividad con la realidad virtual es lo que ha ayudado la música clásica a romper barreras. Gracias a la tecnología, este estilo ha llegado a jóvenes que no se sentían atraídos por ella. La respuesta ha sido muy positiva», añade la directora.

Taller de la Escuela Reina Sofía
Taller de la Escuela Reina SofíaLa Razón

Por su parte, Raquel López, licenciada en violín y Doctora en Lingüística, trabaja en la Escuela Reina Sofía desde marzo desarrollando proyectos como DISK (Digital Skills for Music Teachers), dirigido a formación de profesores de música en el ámbito europeo; GreenMe, proyecto europeo relacionado con la creación de proyectos artísticos sostenibles, y este mismo: Música 360 en la sierra de Madrid. Raquel opina que, gracias a la excusa del juego con las gafas de realidad virtual, esta práctica se ha convertido en un atractivo para los alumnos y, desde luego, un acercamiento a la música clásica: «En general ha sido un éxito, para los alumnos y para nosotros, muy gratificante», manifiesta. Desde el punto de vista de la respuesta de los estudiantes, profesores y padres, ha sido de agradecimiento y entusiasmo. De hecho, Raquel López explica que el equipo ha notado con «el boca a boca» que se ha extendido por los colegios de la zona, la ilusión con esta iniciativa. «Humildemente hemos plantado la semillita de la curiosidad a la música clásica, que era el principal objetivo del proyecto, además del disfrute de todos. También, por nuestra parte ha sido una experiencia fantástica. Hemos descubierto parajes increíbles en nuestra Sierra Norte y hemos aprendido de otras formas de vivir, más tranquilas y cercanas. Ha sido un proceso muy enriquecedor».

Raquel López ha detectado diferencias tras su experiencia trabajando en colegios del centro de la Comunidad y en las afueras. Como aspecto positivo, destaca la familiaridad que encontró en los pocos colegios que albergan la Sierra Norte: «Hay muchos menos niños en las aulas que en la ciudad de Madrid o que incluso en la periferia, donde los núcleos de población son mucho mayores. En este sentido, la atención prestada a cada uno de ellos es mucho más personalizada. Así como la diferencia percibida en algunos casos, donde los padres tienen una participación mucho mayor en estos lugares. Y algo que tiene que ver con estar en zonas rurales y en lugares con población muy limitada es la relación de compañerismo en niños de diferencias edades, no solamente coincide en colegios sino en centros deportivos o sociales por las tardes. La parte negativa recae en la distancia con la ciudad de Madrid y la falta de ocasiones para asistir a conciertos, museos u oportunidades culturales, por lejanía no suelen llegar a tiempo», detalla. El proyecto pretende solucionar este problema, acercando la cultura que normalmente perciben muy lejana y con escasas posibilidades de sentir el verdadero directo.

Aulas mixtas: de infantil a 6º

Las aulas de los Colegios Rurales Agrupados se caracterizan por la convivencia de alumnos de diversas edades que pertenecen a distintos niveles educativos. Concretamente, las aulas del C.R.A de Lozoya se ubican en tres localidades distintas: Canencia, Garganta de los Montes y Lozoya. En este caso, el colegio del que hablamos está formado por 19 alumnos en la localidad de Lozoya y 13 en Canencia. La Escuela Reina Sofía ofrece enseñanza personalizada a más de 160 alumnos de más de 30 nacionalidades distintas. Estos estudiantes actúan en más de 300 conciertos públicos y beneficiando a más de 70.000 personas. Y los más de 850 exalumnos ocupan destacados puestos en el sector.

►Desde los Colegios Rurales Agrupados (C.R.A) afirman que, para ellos, un «CRA es un colegio en el que los pasillos son carreteras». Los profesores sacan ventajas de esta condición educativa, ya sea por la estructura del centro, que favorece la autonomía del alumno y su responsabilidad por el aprendizaje; el número reducido de alumnos y la consecuente atención más personalizada; el contacto más directo con el entorno y la consciencia por el alto valor paisajístico de la Sierra Norte de Madrid; la toma de contacto entre grupos heterogéneos, que enriquece y motiva al conjunto de los integrantes; la creación de grupos flexibles y adaptados al nivel del alumno; o la capacidad de socialización por parte del alumnado. Sin embargo, expertos señalan los problemas de la distancia –no solo física– que existe entre las posibilidades culturales del centro de la capital y los pueblos periféricos, bastante inferiores.