Apagón

Las rutas impensadas que abrió el apagón: «Me iba guiando como se hacía antes»

Desde las Cuatro Torres hasta Alcorcón o de La Moraleja hasta Carabanchel, Fabián, Nacho y Marta relatan la odisea que supuso volver andando a casa desde el trabajo el día del apagón

Apagón de luz en Madrid @Gonzalo Pérez
Apagón de luz en Madrid @Gonzalo Pérez Gonzalo Pérez Fotógrafos

Fueron unos 20 minutos de «shock» tras el apagón nacional del pasado lunes 28 de abril. Después, Fabián Yuste (Madrid, 2003) empezó a pensar en cómo podía volverse a casa: desde las cuatro torres en Plaza Castilla hasta Alcorcón. Optó por andar hasta Principe Pío, pero estaba todo tan colapsado que tanto la gente en el camino como las ganas por llegar lo llevaron a terminar el recorrido a pie. A Nacho Gallello (Badajoz, 1992) le ocurrió lo mismo: con la idea de ir buscando transporte por la ruta, acabó por andar desde La Moraleja hasta Carabanchel. Marta González (Córdoba, 1991), sin embargo, cuando salió de Colmenar Viejo en coche no se imaginó que iba a tener que andar. Pero los túneles de la M-30 estaban cortados y no había forma de llegar hasta Marques de Vadillo. Dejó el coche y llegó a casa después de una travesía de entre ocho y diez kilómetros caminando.

«En la vida me habría imaginado que se podía ir desde Madrid norte hasta Alcorcón andando», cuenta Yuste. Ese trayecto, impensado para él, se volvió más incómodo porque lo tuvo que hacer con traje y zapatos. Yuste está haciendo sus prácticas en el Hotel Eurostars Madrid Tower. Desde allí, le tocó un pateo de dos horas hasta Principe Pío. En la estación, cuenta había gente con papeles escritos con su destino, para ver si tenían suerte y algún coche les podía acercar. «Al final éramos todos sureños», dice. «Cerrado el metro y sin buses, no me queda otra que improvisar. Y me dirigí a lo más próximo que había para volverme a mi casa: Cuatro Vientos, que pasan buses. Aunque bueno también había otro pateo», cuenta Yuste.

«Íbamos en masa, así que no me sentí solo. Me dieron casi las 17.00 cuando llegué a Cuatro Vientos». Sin embargo, él ya tenía esa «adrenalina» en el cuerpo. «Aunque pasaban buses, hay colas de una hora. Y dije: ya termino y acabo todo andando». Aunque añade el problema de la comunicación. «Mi familia estaba muy agobiada. Sabían que salía del trabajo y no tenía cómo volverme». Para guiarse, le ayudó Google Maps aunque no funcionaba del todo y sobre todo la gente con la que iba.

Al final, hasta la parada de metro de Alcorcón «Puerta del Sur», más de 20 kilómetros: «Fueron seis horas a tope, con traje y zapatos. Llegué reventado».Sin embargo, aunque fue una «odisea» y «apocalíptico», Yuste le saca el lado positivo: «Estoy orgulloso. Me sentí realizado. Haciendo deporte para un mes».

La suerte no se puso del lado de Gallello el día del apagón. Su puesto en una consultora tecnológica es en remoto desde su casa en Carabanchel. Pero ese día: «Me convocaron a una reunión de bienvenida. Empezó a las 11.30 y duraba como una hora y media. Y de repente el apagón». Ahí no se dieron cuenta del todo, porque la luz volvió. «Al salir vimos todo el percal. El metro estaba cerrado. Los autobuses no pasaban…».

«Un guardia de seguridad me recomendó pillar el autobús 169 a Plaza Castilla. Pero no llegaba. Y cada vez había más gente en la parada y hacía un calor horrible». Se encontró con unos chavales que estaba pidiendo un Uber, y consiguió engancharse con ellos. Lo que pasa es que el Uber tampoco llegaba. «Ahí opté por irme caminando. Porque se alcanzaba a ver la autopista y se veía una caravana enorme».

Idea inicial: «Me voy caminando hasta la Ciudad de la Imagen, que es como una horilla y a ver si en esa hora se recupera el transporte público». Pero todo lo contrario. Por lo que se puso a caminar y caminar y caminar. «Atravesé La Moraleja. Aunque me perdí un poco. Tuve que ir preguntando en algunos comercios que estaban medio cerrados, en una farmacia», cuenta. Gallello iba mirando el mapa del móvil pero sin conexión: «El GPS no funcionaba. Yo me iba guiando como se hacía antes».

Hizo un grupo con gente, como los chavales del Uber que nunca llegó, y se dirigieron hasta Plaza Castilla. En ese trayecto hubo «caminos muy locos»: «Nunca pensé que iba a cruzar la M-40.

Dice que tanto Chamartín como Plaza Castilla estaban abarrotadas. «Muchísimos fente. Gente con maletas. El tráfico colapsado. Pero tampoco ninguna escena de tensión. Era un contraste muy loco. Era como el apocalipsis pero tranquilo. La gente iba simplemente caminando, charlando, haciendo pasar el tiempo».

En total, fueron unos 19 kilómetros hasta Marqués de Vadillo. Además, todo ese camino lo hizo sin comer ni beber. Se llevó una marca: todo el cuerpo quemado por el sol. Al no hacerlo con la ropa adecuada –unas zapatillas algo viejas, pantalones largos, camiseta y una mochila– fue una peregrinación muy precaria: sentía que estaba pisando ventosas y terminó «reventado».

González salió de Colmenar Viejo, donde da clases de matemáticas en un instituto, a las 14.30 y llegó a su casa a las 22.30. Ocho horas de trayecto. Pero el suyo comienza en el coche, alternando la radio y alguna lista de música descargada de «Spotify».

«Estuve 6 horas en el coche y nunca conseguí entrar en la ciudad de Madrid porque la M-30 estaba cortada», cuenta. Pero eso ella no lo sabía. Al final consiguió dejar el coche en la facultad de Estudios Estadísticos de la UCM. Caminó hasta el intercambiador de Moncloa por el arcén de la M-30, justo pasando por La Moncloa. Y desde ahí, ya se fue guiando hasta Marqués de Vadillo.

Durante su trayecto, se dio cuenta de «un contraste de realidad bastante fuerte»: «Yo venía como con sensación apocalíptica y la preocupación de dejarme el coche en un sitio que desconozco, que está medio vacío. Pensando en "voy a tener que andar por Madrid", que igual no hay luz, me quedaban muchos kilómetros oscuras, yo que sé, pues ciertas preocupaciones... Y de repente llegué y vi que para la gente era su mejor día en la ciudad. No estaban trabajando. Claro, estaban los parques llenos de gente, las terrazas llenas de gente», dice González, que tardó más de lo que le ponía Google Maps porque hizo la ruta que ella me conocía. Unos 10 kilómetros fueron en total. Pero reconoce: «Me desesperó más el coche. Andando sabía que iba a llegar».