Gastronomía

Tribeca Bistró, un futuro clásico

El restaurante está dando que hablar con un concepto bien definido que recupera la cocina clásica europea. Los platos son sencillos en apariencia, pero esconden un gran trabajo con elaboraciones depuradas

Tribeca Bistró Madrid
Tribeca Bistró MadridCedida

Madrid vive en permanente estado de apertura —esto ya lo sabíamos—, pero lo del barrio fino por excelencia empieza a tener categoría de fenómeno. El Barrio de Salamanca ya no es lo que era, y bendita sea la evolución si eso implica más sitios donde comer bien y beber mejor. En esa deriva cada vez más refinada de la escena gastronómica madrileña, hay un formato que ha cobrado fuerza con particular intensidad: el bistró. Un término prestado, de resonancia parisina, que durante décadas parecía confinado a la mitología de la bohemia afrancesada, pero que ahora resurge como un modelo de hospitalidad contemporáneo, cercano y natural. Y sí, también aquí. En estas calles de simetría burguesa, el bistró encuentra hoy un territorio fértil.

Entre las últimas incorporaciones que están dibujando este nuevo paisaje se encuentra Tribeca Bistró. Inaugurado hace apenas dos meses, este restaurante, rebosante de talento joven, está dando que hablar con un concepto bien definido que recupera la cocina clásica europea, esa que sabe a hogar, a mantequilla, a buen caldo y a técnica impecable, y la acerca a un público contemporáneo. Y lo hace desde un espacio ubicado a escasos metros de Cibeles y la Puerta de Alcalá, animado y cosmopolita, con guiños al bullicio vibrante de los bistrós neoyorquinos, y con una filosofía que apuesta por el sabor, el buen servicio y el disfrute.

Como ocurre siempre con los proyectos que transmiten y emocionan, Tribeca Bistró es el resultado de una pasión y de un sueño largamente meditado. Es el sueño de Diego Santa Rosa, un joven cocinero mexicano que siempre tuvo claro que su vida estaría ligada a la hostelería. Desde sus primeros pasos en Ciudad de México hasta su experiencia en el País Vasco –donde se formó en la prestigiosa escuela de Luis Irizar y trabajó en restaurantes como 887, Casa Urola o Aitana– su camino ha estado guiado por la pasión, el esfuerzo y la vocación. Hoy, convertido en empresario hostelero, ese sueño se materializa en un proyecto que respira emoción y compromiso. A su lado, como socio clave, está Diego Amigo, licenciado en Administración de la Hospitalidad por la Universidad Iberoamericana, quien descubrió su amor por la industria de alimentos y bebidas durante sus años de formación. Con experiencia como inversionista en restaurantes y fundador de una innovadora marca de vinos enlatados, Diego Amigo aporta visión empresarial y una apuesta decidida por la creatividad y la calidad.

Ambos encontraron en el talento culinario del chef catalán Pepe Catà, de 28 años, el mejor aliado para dar forma a su visión. En su trayectoria desataca su paso por The Jane, del prestigioso chef belga Nick Bril, y Miramar (Llançà, Girona), el dos estrellas Michelin de Paco Pérez; su experiencia internacional como chef privado en villas y embarcaciones de todo el mundo; y su último destino, el 887 en Donostia, donde conoció a Santa Rosa, quien le transmitió su entusiasmo por este proyecto. «He venido a Madrid por él», confiesa. Su propuesta es una cocina de producto honesta y precisa, donde el sabor es siempre la prioridad. Trabaja con materias primas nacionales: pescados gallegos que le envía directamente un percebeiro de confianza, carnes seleccionadas de Norteños y verduras fresquísimas de la huerta de Aranjuez. Los platos son sencillos en apariencia, pero esconden un gran trabajo detrás, con elaboraciones depuradas y un sutil toque personal. Entre las más destacadas se encuentran el tartar de gamba con salsa americana, puro sabor a mar; la ostra Rockefeller, reinterpretación de un clásico de Nueva Orleans; o la costilla glaseada con demi-glace y puré de apio nabo. De postre, brilla la mousse de chocolate coronada con un chorro de AOVE y escamas de sal. La carta líquida no se queda atrás: combina una interesante selección de vinos, con referencias nacionales e internacionales, y una entretenida propuesta de cócteles.

El nombre del restaurante es toda una declaración de intenciones. En el barrio neoyorquino de Tribeca abundan los bistrós que reinterpretan la cocina europea con desenfado y respeto. En Tribeca Bistró han querido replicar ese espíritu: platos clásicos, elaborados con mimo y con rigor técnico, pero debidamente actualizados y presentados en un entorno vibrante.

Y es que, pese a la elegancia que se respira en cada detalle y aunque el recetario burgués marca la identidad de la casa, este es un lugar pensado para todos los días y para todos los públicos: el ticket medio ronda los 45-50 €, cuenta con un menú del día muy competitivo para la zona, a 17,50 €, y toda la carta está concebida para compartir. El propio Diego recomienda pedir unos cinco platos para dos personas: «algo para picar, dos entrantes y un principal. Y, a partir de ahí, lo que el cuerpo pida».

Tribeca Bistró

Dónde - calle Marqués del Duero, 5

Precio - 40-50 euros