Sociedad

Cumbre del Clima de Madrid

Bruselas dividida por las emisiones netas

Los países del Este persiguen compensaciones económicas y una mayor flexibilidad en los objetivos antes de aprobar el Pacto Verde

Rueda de prensa de Timmermans
GRAF7958. MADRID, 12/12/2019.- El vicepresidente de la Comisión Europea encargado del Pacto Verde, Frans Timmermans, ofrece una rueda de prensa en el marco de la Cumbre del Clima (COP25) que se celebra en Madrid. EFE/ Fernando VillarFERNANDO VILLAREFE

En la presentación de su Pacto Verde este pasado miércoles, la presidenta del ejecutivo comunitario, Úrsula von der Leyen, aseguró que el club comunitario se enfrenta a un momento de «hombre en la Luna». Un día después, fue el momento de aterrizar en la Tierra. Porque un viaje como el que propone el ejecutivo comunitario, nada más y nada menos que la desaparición de los combustibles fósiles en 2050 no será fácil. Sobre todo para aquellos países con economías fuertemente dependientes del carbón y que se verán abocados a una dolorosa reconversión industrial.

Estos Estados tienen nombre propio: Polonia, Hungría y República Checa que ya en cumbres anteriores habían vetado una declaración política. Durante la tarde noche no se bajaron de sus pretensiones lo que llevó a una reunión de horas sin acuerdo que continuará de madrugada. Ninguno de los tres mencionó la palabra veto antes del encuentro, pero su actitud fue siempre conseguir sus demandas y no aceptar cualquier pacto de última hora si éste no recogía el necesario salvavidas del resto de los socios a su particular situación. «Nadie discute que tenemos que abordar el tema del cambio de modelo de las políticas de cambio climático como una realidad, pero otra cosa es que algunos puedan pensar que ese cambio es técnica o económicamente muy difícil sin apoyo». «Todos sabemos que el cambio climático es un gran problema» pero también «que cuesta mucho dinero» luchar contra él, aseguró ayer el primer ministro húngaro Viktor Orbán dando la razón a este diplomático. En su habitual estilo iracundo Orbán pidió a los «burócratas de Bruselas» no permitir que sean «los ciudadanos pobres y los países pobres» los que tengan que pagar esta factura. De ahí, la intención de Hungría por luchar a favor de una «garantía financiera clara». «No podemos acordar una transformación del modelo económico que hiera a la sociedad polaca», coreó el primer ministro del país, Mateusz Morawiecki. Varsovia calcula que el coste de la transición será de 505.000 millones de euros para su país. Para la República Checa esta cifra oscila entre los 30.000 y 40.000 millones de euros. Demasiado dinero sobre sus espaldas.

Su apuesta nuclear

Polonia, Hungría y República Checa querían una referencia a la necesidad de incluir la nuclear como una de las fuentes de energía necesarias para conseguir las emisiones 0 y también pretendían objetivos nacionales más laxos para aquellos países que parten de una situación más complicada, independientemente de que se mantenga el objetivo común.

Bruselas nunca ha vetado la energía nuclear y considera que el mix energético corresponde a cada país siempre y cuando se cumplan los objetivos de reducción de emisiones. Francia, fuertemente dependiente de esta fuente, siempre ha defendido con ahínco esta premisa. Holanda apuesta por que los países que quieran seguir estas centrales lo sigan haciendo, pero no con dinero europeo.

Los valedores de la energía nuclear acusan al resto de hipocresía. La República Checa produce un 37%, pero otros países vecinos como Austria, que se oponen a esta fuente, utilizan el 25% de su energía procedente de la República Checa.