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Día mundial del agua
El lujo del agua potable frente a la sequía y la grave contaminación
Tener agua potable se complica y encarece también en el «primer mundo». Los tratamientos convencionales se quedan cortos para paliar la escasez y la polución
Cada año en esta fecha la ONU nos recuerda que 2.200 millones de personas en el mundo (un 26% de la población global) no tienen aún acceso al agua potable (en contraste, 4.300 millones ya poseen un smartphone). Existen numerosas propuestas tecnológicas para expandir el acceso al agua potable en estos lugares donde aún no es algo habitual, como la condensación de vapor o la desalinización, una opción que consume mucha energía y, por tanto, en principio es más costosa que potabilizar. Además de a quién le falta, el aumento de la población urbana, los desafíos del cambio climático como las sequías ola contaminación de las aguas aumentan los retos no solo en los países en vías de desarrollo, también en el llamado primer mundo. Los problemascomunes de futuro pueden resumirse en dos: escasez y calidad.
Nuevos tratamientos
En cualquier país de Europa o Norteamérica, es fácil abrir un grifo y que salga agua, pero ¿sabemos cómo ha llegado hasta aquí? El agua superficial y lal de los acuíferos se tiene que extraer y pasar por un tratamiento en algunas Estaciones de Tratamiento de Agua Potable (ETAP). Básicamente «el proceso convencional que se aplica en España se divide en varias fases. Primero, se hace un tratamiento físico-químico que mejora las condiciones del agua para adaptarla al proceso de la planta. Para esto se usan diferentes reactivos que, primero, oxidan, es decir, rompen las moléculas de la materia orgánica y otros compuestos, y después coagulan o, lo que es lo mismo, juntan las partículas para que pesen y precipiten al fondo. La siguiente fase consiste en quitar el fango de partículas del fondo para después pasar al proceso de filtración con arena que se hace para eliminar cualquier conglomerado de partículas unidas que son pequeñas y no se han precipitado», explica Javier García Castillo, jefe del departamento de potabilización de la empresa Facsa.
Se han detectado nuevos contaminantes como fármacos, cocaína, nitratos o microplásticos
Pero las cosas se complican cuando se trata de una zona con sequía o cercana a la costa donde el agua de mar invade tanto los ríos como los acuíferos. En el norte peninsular, que cuenta con gran cantidad de aguas superficiales y donde llueve más, siempre costará menos el proceso. «La calidad de agua es dispar y cuanto más degradada está la fuente, más cuesta potabilizarla. Hay dos gastos, uno tiene que ver con el origen del agua (superficial o de acuífero).En este último caso, si la profundidad de extracción supera los 500 metros, los costes de potabilizar la empiezan a asemejar a la desalación. Además, cerca de la costa los acuíferos tienen problemas por entrada de agua de mar. Luego hay que tener en cuenta el grado de contaminación: cuantos más productos se encuentren, más caro resultará el proceso y, en general, el agua superficial y de los acuíferos está cada vez en peor estado. Aun así se puede decir que las tarifas de agua en España son económicas comparadas con las de otros países de la UE como Alemania y Holanda», afirma Jaime Lora, del Instituto Universitario de Seguridad Industrial, Radiofísica y de Medioambiental de la Universidad Politécnica de Valencia.
Si la extracción se hace a más de 500 metros de profundidad, el coste es similar a la desalación
La detección de nuevos contaminantes en el agua está tecnificando cada vez más la potabilización. Famoso es el estudio que afirmaba hace unos años que las anguilas del río Támesis de Londres se estaban volviendo hiperactivas por las altas concentraciones de cocaína en sus aguas. Los fármacos que consumimos (por ejemplo, los estrógenos de los anticoncpetivos provocan cambios de sexo en los peces), los nitratos provenientes de la actividad agrícola o industrial, los microplásticos, e incluso subproductos de la propia desinfección del agua forman parte de la lista de nuevos contaminantes que se encuentran en los ríos y que se controlan cada vez más en las plantas depuradoras y en las potabilizadoras. No hay que olvidar que las aguas depuradas río arriba serán las que se captarán para alimentar los usos de localidades e industria aguas abajo.
«En los últimos años, ha habido muchos avances en la detección de determinados contaminantes, y la normativa se ha vuelto más exigente y restrictiva en la limitación de su presencia en el agua. Para todas estas partículas, la potabilización convencional no sirve, por lo que las ETAP han ido añadiendo tratamientos. Para compuestos orgánicos como drogas o hormonas se potencia la oxidación con nuevos productos como el ozono. Se rompen las moléculas y luego hay que eliminarlas. Por eso, después de la filtración con arena se añade carbón activado que adsorbe (con d, que significa retener o concentrar un cuerpo sólido) en su superficie, las moléculas de un fluido o las sustancias disueltas o dispersas en él). Luego se puede completar con oxidación avanzada que, además de ozono, añade agua oxigenada o luz ultravioleta y en la parte final de eliminación, al carbón activo se puede sumar un tratamiento con membranas.
2.200 MILLONES de personas en el mundo aún no tienen garantizado el acceso al agua potable con unos mínimos de calidad
Se trata de colocar una barrera para que solo el agua limpia la atreviese, como sucede en la desalación. Eso sí, cuantos más procesos tecnológicos se añaden, más costoso resulta potabilizar, pudiendo llegar a doblar el gasto», matiza el técnico de Facsa. Y cuanta más sequía, alerta, más costosa es la potabilización, porque las aguas suelen tener peor calidad. Algo que ya está sucediendo en Cataluña.
Faltan datos
Las ETAP se van renovando poco a poco, pero según alerta el técnico de Facsa, falta un registro oficial para saber cuál es exactamente la situación de la potabilización en España. «En 2015-2016 se intentó hacer un censo de plantas potabilizadoras y fue imposible. Si se pudiera saber la cantidad de instalaciones que hay y qué tipo de tratamiento aplican, se podría saber cuánta agua potable se produce y la demanda real, por si estamos al límite de la capacidad. Si están obsoletas tampoco lo sabemos, pero en ese siglo y en esa época no se analizaban los plaguicidas. Si es posible conocer la tecnología que aplican, también se puede ver el camino que se puede recorrer para mejorar los tratamientos aplicados», argumenta el técnico de Facsa.
Como se ha dicho, los procesos de potabilización se redefinen para mejorar la calidad del agua de consumo. En España, la última normativa, el RD3/2023, incluye la necesidad de hacer controles para detectar la presencia de microplásticos y sustancias emergentes, y límites más restrictivos para contaminantes como arsénico, plomo y trihalometanos. Estos últimos son subproductos de la desinfección que se controlan porque, si bien la desinfección es básica en el tratamiento de agua porque impide la aparición y transmisión de enfermedades víricas y diarreas, los subproductos pueden suponer un riesgo. «Los primeros subproductos que se identificaron en el agua de consumo fueron los trihalometanos, en1974.
Desde entonces, se han hecho diversos estudios y se empezó investigando la asociación con el cáncer de vejiga», afirma Cristina Villanueva, investigadora de ISGlobal y autora de un estudio sobre estas sustancias, quien, además, asegura que los niveles en Europa y Norteamérica son ínfimos y, por tanto el agua es segura. Sin embargo, en países en vías de desarrollo no se puede asegurar lo mismo en todos los casos. «Entre los 89 países que sí regulan estos subproductos de la desinfección (de los 116 estudiados), los niveles máximos permitidos oscilan entre entre los 25 μg/L de Dinamarca y los 1.000 μg/L de Botswana. El límite establecido por la UE es de 100 μg/L. Otro dato relevante es la ausencia de controles rutinarios en muchos de los países estudiados, ya que únicamente se realizan en un total de 47. Estos datos muestran las enormes desigualdades existentes entre los países de rentas altas y los de rentas bajas a la hora no solo de regular las concentraciones de subproductos de la desinfección, sino de hacer seguimiento y garantizar el cumplimiento de unos estándares de calidad química», afirma su estudio.
Costes
El hecho de que la potabilización necesite incorporar cada día más tecnología significa también que se encarece y que su precio, en algunos casos, se acerca al del agua desalada. Ésta actualmente puede alcanzar los 70 céntimos de euro por m3 (aunque está bajando), mientras el agua potabilizada en buenas condiciones cuesta tan solo 0,10 céntimos. «Como el agua superficial cada vez necesita más tratamiento, las potabilizadoras ya han llegado a consumos de energía de 1 kWh por m³ y sigue subiendo. Al mismo tiempo, las aguas de los acuíferos de donde se extraen son más profundas o hay que eliminar más contaminantes... Mientras tanto, el agua desalada sigue bajando de consumo (3,8 kWh por m³ ) y precio», específica Lora.
0,10 euros es lo mínimo que cuesta el agua potabilizada, frente a un máximo de 0,70 euros del agua desalada
Hay una importante variable más en el ciclo del agua potable hasta que llega a nuestros grifos: la red de abastecimiento. Y ésta, en algunos casos, todavía da problemas también en el primer mundo. Recientemente, el gobierno Biden ha aprobado un plan de 15.000 millones de euros para cambiar las más de nueve millones de tuberías de plomo que hay en el país y que han causado daños en la salud de los habitantes de varias localidades del país como Michigan. El plomo es un neurotóxico. Afecta al sistema nervioso central y periférico, el digestivo e inmunológico, los riñones, el corazón y también el aparato reproductor. Antes de los años 80, en que se prohibieron en España, era habitual contar con estas tuberías en las casas y, aunque se han sustituido por otras de PVC, se calcula que pueden quedar hasta un 10% de ellas en grandes ciudades como Madrid.
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