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Viernes, calor, ciudad

Vida lenta

Hotel Alpino Mónica de Miguel

Hace años que no volvía a Navacerrada. Cuando era pequeña mis abuelos me llevaban allí a un hotel que se llamaba La Barranca, luego al Arcipreste de Hita, luego a Doña Endrina (ahora Los Robles). Allí nos refugiábamos del calor y del ruido y olía muy bien, lejos del azufre y del polvo de la urbe. Siempre me gustaron los hoteles, hay una vida paralela en ellos llena de historias que se entrecruzan. Hace poco, un viernes, huyendo de las altas temperaturas de Madrid y de la contaminación, volví a Navacerrada, entre cedros y pinos, donde el aroma de mi niñez me llevó de golpe al Renault 18 de mi padre, la cámara Agfa y las comidas en las que todos hablaban para después jugar al pinacle. Pilar Guillén y Ángel García son los protagonistas de este nuevo idilio con el pueblo serrano de mi infancia, los propietarios del hotel Art Box Alpino, una casa enorme de madera, hierro y cristal, una obra de arquitectura preciosa, de veintitrés habitaciones, llena de ángulos y rincones perfectamente integrados con el paisaje… mires donde mires, todo encaja, todo. En el interior, hay varias obras de pintura expuestas, algunas del propio Ángel, piezas de escultura, colecciones de libros: “Bauhaus”, “Los Palacios de Madrid”, “Piscinosofía”… me quiero quedar una semana a leer aquí a la sombra y a darme baños en la piscina rodeada de árboles gigantescos. Por la noche, en el restaurante, doce pases en el menú degustación: entre otros, bogavante al Jerez con papas “aliñás” o croqueta cremosa de sepia de Palamós, también maridado con burbujas y vinos sin excentricidades, gracias. Luego, claro, un paseo hasta el pueblo, que está a 5 minutos andando por un camino-mirador… sigue oliendo increíble… y solo se oye el bosque. Este verano proponen los viernes gastronómicos y cuentan con programación de conciertos en directo. Si llega el finde, sigues en la ciudad y no tienes plan… sal. Navacerrada huele bien.

Hotel AlpinoMónica de Miguel