Letras líquidas
13M: ¿el post «procés»?
A partir de hoy, y con los pactos, alianzas, vetos y líneas rojas que se configuran a través de las combinaciones políticas posibles, sabremos si algo ha cambiado en Cataluña
En 2017 se estrenó oficialmente la era Trump, dio sus primeros pasos el Brexit, Kim Jong-un redobló el pulso nuclear, el Estado Islámico perdió su califato, Macron se coronó en Francia y las acusaciones de acoso sexual y abusos de varias mujeres al todopoderoso Harvey Weinstein precipitaron el tsunami mundial que supuso el «#MeToo». También en aquel 2017 el Parlament de Cataluña aprobó una declaración unilateral de independencia con el fin de «constituir una república catalana como un Estado independiente» y, antes de que se aplicara el artículo 155 de la Constitución y de que la Fiscalía General del Estado presentara una querella por rebelión, sedición y malversación, el entonces president de la Generalitat se fugó e instaló su residencia en Waterloo.
Mucho ha cambiado el mundo, España y Cataluña a lo largo de estos siete años de escapada y, sin embargo, cuentan en el entorno de Puigdemont que su percepción y su comportamiento responden a la convicción de que el tiempo quedó como congelado. Solo así se entiende su máxima aspiración: devolver las cosas a aquel orden. Ya ha manifestado su interés por el momento de la investidura (la que él ansía, claro) y hasta ha amagado con abandonar la política si no logra liderar el Govern. Pero, frente a sus deseos, la realidad siguió su propio ritmo y no se detuvo. Solo observando la foto fija de este periodo, que comenzaría con la condena del «procés» y terminaría con la ley de amnistía tramitándose en las Cortes, podemos calibrar el alcance de las transformaciones. A las que se ha sumado la sociedad catalana. El Estado de derecho y sus mecanismos funcionaron y a aquellas pulsiones unilaterales que sacudieron la convivencia y actuaron como foco divisorio y empobrecedor, le ha seguido algo que se aproxima a la paz o a la calma social y que se refleja en un descenso del apoyo independentista: desde 2019 la opción del «no» es la que más catalanes escogen cuando se les pregunta si están a favor de la independencia y, según el CEO, en su último barómetro, ya alcanza a la mitad de la población.
Los resultados de unas elecciones siempre son el medidor por excelencia del pulso colectivo. ¿En qué eje aspira a moverse ahora la sociedad catalana? ¿Solo en el territorial o en otro más ideológico o más enfocado hacia problemas reales? A partir de hoy, y con los pactos, alianzas, vetos y líneas rojas que se configuran a través de las combinaciones políticas posibles, sabremos si algo ha cambiado en Cataluña o si Puigdemont se empeña en reinterpretar el tiempo y resulta que hoy, en realidad, nos acerca a 2017.
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